jueves, 29 de diciembre de 2011

29 de Enero

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 25

“A ti, mi Señor, levantaré mi alma.


Dios mío, en ti confío;

no sea yo avergonzado.

¡No se alegren de mí mis enemigos!


Ciertamente, ninguno de cuantos esperan en ti será confundido;

serán avergonzados los que se rebelan sin causa.


Muéstrame, mi Señor, tus caminos;

enséñame tus sendas.


Encamíname en tu verdad y enséñame,

porque tú eres el Dios de mi salvación;

en ti he esperado todo el día.


Acuérdate, mi Señor, de tus piedades y de tus misericordias,

que son perpetuas.


De los pecados de mi juventud y de mis rebeliones no te acuerdes.

Conforme a tu misericordia acuérdate, mi Señor, de mí,

por tu bondad.


Bueno y recto es mi Señor;

por tanto, él enseñará a los pecadores el camino.


Encaminará a los humildes en la justicia

y enseñará a los mansos su carrera.


Todas las sendas de mi Señor son misericordia y verdad
para los que guardan su pacto y sus testimonios.


Por amor de tu nombre, mi Señor,

perdonarás también mi pecado, que es grande.


¿Quién es el hombre que teme a mi Señor?

Él le enseñará el camino que ha de escoger.


Gozará él de bienestar

y su descendencia heredará la tierra.


La comunión íntima de mi Señor es con los que lo temen,

y a ellos hará conocer su pacto.


Mis ojos siempre se dirigen hacia mi Señor,

porque él saca mis pies de la red.


Mírame y ten misericordia de mí,

porque estoy solo y afligido.


Las angustias de mi corazón se han aumentado;

sácame de mis congojas.


Mira mi aflicción y mi trabajo

y perdona todos mis pecados.


Mira mis enemigos, cómo se han multiplicado

y con odio violento me aborrecen.


¡Guarda mi alma y líbrame!

No sea yo avergonzado, porque en ti he confiado.


Integridad y rectitud me guarden,

porque en ti he esperado.


¡Redime, Dios, a Israel

de todas sus angustias!”
Amén.

Curiosidades

¿Qué implica el arrepentimiento en los evangelios?

En el griego, “arrepentimiento” significa “cambiar de pensamiento” y también “lamentar, sentir remordimiento”. Encontramos esa nota de remordimiento en la parábola del publicano. Pero el uso neotestamentario se ve influenciado en mayor medida por la voz veterotestamentaria sub, “llamado a colocarse bajo la dependencia de Dios”, o sea que el arrepentirse no es simplemente lamentar o cambiar el pensamiento sino hacer un vuelco completo, producir una completa y total alteración de la motivación básica y la dirección de vida del individuo. Por ello, la mejor traducción es “convertirse”, o sea “volverse”. También nos ayuda a explicar por qué Juan el Bautista exigía el bautismo como expresión del arrepentimiento, no sólo para los “pecadores” evidentes sino también para los judíos “justos”: el bautismo como acto decisivo de volverse de la antigua forma de vida y entregarse a la misericordia de aquel que ha de venir.

El llamado de Jesús al arrepentimiento poco se menciona en Marcos, mientras que Lucas se encarga de destacarlo. Sin embargo, otros dichos e incidentes en los tres evangelios mencionados expresan claramente el carácter del arrepentimiento que exigió Jesús a lo largo de todo su ministerio. Su naturaleza radical, como un vuelco y un retorno completos, se pone de manifiesto en la parábola del fariseo y el publicano; el arrepentimiento significa reconocer que uno no tiene absolutamente ningún derecho ante Dios, y entregarse sin excusas o intentos de justificación a la misericordia de Dios. El acto de dar las espaldas a los valores y el estilo de vida anteriores queda evidenciado en el encuentro con el joven rico y con Zaqueo. Por sobre todas las cosas, mateo aclara bien que convertirse significa llegar a ser como un niño, es decir, reconocer la propia inmadurez y la incapacidad de vivir alejado de Dios, y aceptar una total dependencia de él.

El llamado al arrepentimiento (y la promesa del perdón) es un rasgo constante del relato que hace Lucas de la predicación de los primeros cristianos.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Marcos 1:14-20

Después que Juan fue encarcelado, Jesús fue a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios. Decía: «El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepiéntanse y crean en el evangelio!»

Andando junto al Mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban la red en el mar, porque eran pescadores.

Jesús les dijo:

- Vengan detrás de mí, y haré que sean pescadores de hombres.

Y dejando al instante sus redes, lo siguieron.

Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca remendando las redes; y en seguida los llamó. Entonces, dejando a su padre, Zebedeo, en la barca con los jornaleros, lo siguieron.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

¿Cuáles son tus prioridades?

Tal vez sea algo difícil de determinar así, de repente.

Pero te invito a que pienses en qué usas tu tiempo y tu dinero…

¿Qué es lo que te resulta caro y para qué sentís que no tenés tiempo?

Hay cosas para las que siempre tenemos pereza y para otras estamos siempre listos ¿no es verdad?

Nuestras prioridades están directamente relacionadas con nuestras convicciones, lo que consideramos más importante en nuestra vida, lo que más nos conviene.

Nuestras prioridades tienen que ver con la forma en que vemos la vida y hasta qué punto estamos dispuestos a compartir nuestro tiempo y bienes para “gastarlo” en otros. Todo depende de nuestro grado de idealismo, de creer que las cosas pueden ser diferentes, que pueden cambiar, si entre todos ponemos nuestro grano de arena.

Y esto es difícil. Porque ni a través de mis palabras, ni mis actos puedo lograr el cambio de actitud, es el “click” interno que provoca el convencimiento, el cambio de prioridades.

Por eso es tan difícil convocar a las personas, aunque nuestros argumentos sean buenos y aceptados. Por eso es tan difícil que haya personas que integren las comisiones de las cooperadoras, de los clubes, de las iglesias ¡falta convicción, idealismo!

Vivimos en un mundo egoísta y egocéntrico, en donde por todos lados nos impulsan a ser individualistas y a no jugarnos por nada ni nadie… es una forma de fragmentación de la sociedad que por un lado nos debilita a todos y por el otro nos aparta de la posibilidad de disfrutar de lo comunitario.

Curiosamente el ser humano es comunitario en su esencia, buscamos vivir juntos, por eso se forman las aldeas, pueblos y ciudades, pero a la vez, en nuestro mundo posmoderno, buscamos vivir para nosotros mismos y no hacernos cargo de los que nos rodean… ni nuestra propia familia… sentimos que si no recibimos algo concreto a cambio, no nos sirve, y esas son nuestras prioridades.

Ahora te invito a que imagines tu vida diferente. Una vida en la que vivas armónicamente con el mundo que te rodea, en donde todos tienen en cuenta al otro, se respetan mutuamente… ¿no sería hermoso? Bueno, esto es posible, pero depende de las prioridades de cada uno… vos podés elegir las tuyas… ¿te animás al cambio? Amén.

Querido Jesús, vos llamaste a tus discípulos y ellos dejaron todo para seguirte. ¿Por qué me cuesta tanto hacerlo? ¿por qué me cuesta dejar mis cosas, cambiar mis prioridades? ¿será que tengo miedo de perder? ¿y qué puedo perder si yo no tengo nada, todo le pertenece a Dios, quien me bendice cada día para que no me falte nada? Ayudame a dejar mi egoísmo, a comprometerme con mi entorno, a que por fin me haga el “click”. Te lo pido a vos, que junto al Padre y el Espíritu Santo reinas por toda la eternidad. Amén.

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