viernes, 24 de junio de 2011

26 de Junio

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:


Salmo 89:1-19.39-53


“El amor de mi Señor por siempre cantaré,

de edad en edad anunciará mí boca tu lealtad.

Pues tú dijiste: «Cimentado está el amor por siempre,

asentada en los cielos mi lealtad.


«Una alianza pacté con mi elegido,

un juramento hice a mi siervo David:

Para siempre jamás he fundado tu estirpe,

de edad en edad he erigido tu trono.»


Los cielos celebran, mi Señor, tus maravillas,

y tu lealtad en la asamblea de los santos.

Porque ¿quién en las nubes es comparable a mi Señor,

quién a mi Señor se iguala entre los hijos de los dioses?


Dios temible en el consejo de los santos,

grande y terrible para toda su corte.

Mi Señor, Dios Sebaot, ¿quién como tú?,

poderoso eres, mi Señor, tu lealtad te circunda.


Tú domeñas el orgullo del mar,

cuando sus olas se encrespan las reprimes;

tú machacaste a Ráhab lo mismo que a un cadáver,

a tus enemigos dispersaste con tu potente brazo.


Tuyo es el cielo, tuya también la tierra,

el orbe y cuanto encierra tú fundaste;

tú creaste el norte y el mediodía,

el Tabor y el Hermón exultan en tu nombre.


Tuyo es el brazo y su bravura,

poderosa tu mano, sublime tu derecha;

Justicia y Derecho, la base de tu trono,

Amor y Verdad ante tu rostro marchan.


Dichoso el pueblo que la aclamación conoce,

a la luz de tu rostro caminan, oh mi Señor;

en tu nombre se alegran todo el día,

en tu justicia se entusiasman.


Pues tú eres el esplendor de su potencia,

por tu favor exaltas nuestra frente;

sí, de mi Señor nuestro escudo;

del Santo de Israel es nuestro rey…


…Pero tú has rechazado y despreciado,

contra tu ungido te has enfurecido;

has desechado la alianza con tu siervo,

has profanado por tierra su diadema.


Has hecho brecha en todos sus vallados,

sus plazas fuertes en ruina has convertido;

le han saqueado todos los transeúntes,

se ha hecho el baldón de sus vecinos.


A sus adversarios la diestra has exaltado,

a todos sus enemigos has llenado de gozo;

has embotado el filo de su espada,

y no le has sostenido en el combate.


Le has quitado su cetro de esplendor,

y su trono por tierra has derribado;

has abreviado los días de su juventud,

le has cubierto de ignominia.


¿Hasta cuándo te esconderás, mi Señor?

¿arderá tu furor por siempre como fuego?

Recuerda, Señor, qué es la existencia,

para qué poco creaste a los hijos de Adán.

¿Qué hombre podrá vivir sin ver la muerte,

quién librará su alma de la garra del seol?


¿Dónde están tus primeros amores, Señor,

que juraste a David por tu lealtad?

Acuérdate, Señor, del ultraje de tus siervos:

cómo recibo en mi seno todos los dardos de los pueblos;

así ultrajan tus enemigos, mi Señor,

así ultrajan las huellas de tu ungido.

¡Bendito sea mi Señor por siempre!

¡Amén! ¡Amén!” Amén.


Curiosidades


¿Cómo eran las espadas que se usaban en los tiempos de Jesús?


Una de las espadas que se usaban en los tiempos de Jesús era el gladius. Gladius es el término romano utilizado para designar la espada. Hoy en día se aplica a la típica espada de la Antigua Roma utilizada por las legiones. Tenía una longitud aproximada de medio metro (aunque se podían hacer a medida del usuario) y una hoja recta y ancha de doble filo.

De gladius deriva la palabra gladiador.

Las gladius romanas fueron adaptadas de las cortas espadas usadas por los mercenarios celtíberos (gladius hispaniensis) al servicio de Aníbal, durante las guerras púnicas. Éstas eran del tipo de las denominadas falcatas ibéricas o de las espadas "de antenas" celtíberas; muy prácticas para los ataques de iniciativa, ya que al ser cortas y ligeras se podía lanzar un ataque con gran rapidez, en especial estocadas, para lo que tenían una larga punta. También podían usarse dando tajos, lo cual muchas veces no servía de mucho ya que el enemigo podía llevar una cota de malla; si se daba el caso de que tuvieran que dar un tajo tenían doble filo. La gladius constituyó una mejora de la falcata por el cambio de metal, que la hacía más ligera. La gladius está diseñada para ataques rápidos de estocada. Esto era muy práctico, ya que el legionario romano que llevaba la espada se resguardaba tras un scutum; una vez que el enemigo descargaba inútilmente su golpe sobre el escudo o armadura del romano, o se disponía a hacerlo, el romano lanzaba una rápida estocada con su ágil gladius, apuñalando y matando al rival. Originalmente, los romanos usaron un tipo de características muy similares al original ibérico, con doble filo y una larga punta, capaz con una estocada vigorosa de penetrar cotas de malla. Pero fue evolucionando a formas más simples, hasta llegar al modelo "pompeya". Este modelo es de hoja totalmente recta, y la punta es más corta. Se especula que esto es así porque, al no usar los enemigos bárbaros de Roma casi nunca armadura, bastaba con una punta más corta y que corría menos riesgo de "atascarse" en las costillas de la víctima al empalarla. Pero el motivo más probable es sencillamente que resultaban más simples y por tanto más rápidas y baratas de fabricar.

Variaciones de la gladius:

- Hispaniensis: La más antigua y la anterior al uso romano, fue usada originalmente por los celtíberos y otras tribus iberas durante las Guerras Púnicas, y fueron tan eficaces que los romanos decidieron adoptarlas tiempo después.

- Maguncia: La gladius modelo maguncia es similar a la hispaniensis, tanto que muchos expertos consideraron que estas eran del mismo modelo, pero la adaptación de esta a las necesidades y al estilo de lucha de los romanos, la hacen distinta de la modelo hispaniensis.

- Pompeii: Es probablemente el modelo más conocido de la gladius, esta versión fue evolucionando según la manera de hacer la guerra de Roma, destacaba por tener una hoja más corta, de hoja más acinturada y con variaciones en la empuñadura.

Técnica de la gladius:

La gladius era una espada excelente para las formaciones romanas en la época en la que estuvo en uso. Su cruce de la hoja le daba una forma perfecta para ser alineada con el codo, formando un ángulo de 90º. Se usaba junto al popular Scutum (escudo), los legionarios romanos daban veloces y cortas estocadas con sus gladius, causando serias y probablemente mortales heridas en abdomen, estómago, pecho y pubis.

Una de las guerras donde la eficacia de la gladius fue atestiguada, fue en la Guerra de las Galias, donde los soldados romanos de Julio César podían atacar de forma escalonada y sincronizar las filas para reemplazar a los cansados y heridos por los soldados frescos de la retaguardia. Aunque la gladius también era eficaz si el enemigo trataba de romper el flanco de la cohorte.


Evangelio


Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:


Mateo 10:34-42


“«No piensen que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y enemigos de cada cual serán los que conviven con él.

«El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.

«Quien a ustedes recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado.

«Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá.

«Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, les aseguro que no perderá su recompensa.»” Amén.


Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:


Es extraño pensar que como cristianos no tenemos un lugar sagrado. Si observamos las demás religiones todas tienen sus lugares sagrados, reservados para los “elegidos”. Esos lugares “sagrados” generalmente tienen que ver con algún personaje que fue más que las demás personas: un profeta, un líder, alguien con poderes divinos…

Nosotros, los cristianos, no tenemos un lugar sagrado: ni el templo, ni el lugar en donde Jesús nació o caminó… ningún lugar es para “los elegidos”.

Es verdad que algunos grupos de cristianos se empecinan en tener su lugar sagrado, hasta alguno pretender que el templo sea la “casa de Dios”, y por esa razón hay cosas que no se pueden hacer en ese espacio, y así, sin niños de corran y griten, sin jóvenes ruidosos, sin poder compartir una comida o tal vez bailar, los templos van quedando vacíos.

Los cristianos no tenemos lugares sagrados, el mundo es sagrado y todo lo que en él habita. En cada persona con la que nos cruzamos está Jesús, él habita en cada uno de nosotros, por lo que esto quiere decir que Dios está dentro de cada uno de nosotros. Por eso es que el recibir, el ayudar, el consolar a otra persona es como hacerlo con el mismo Jesús. Y ahí está la clave de nuestra fe.

El amor hacia la humanidad, el hacernos cargo del sufrimiento de de las injusticias en el mundo es reconocer que en cada persona necesitada está Jesús, suplicando que hagamos algo.

Para los cristianos no hay un lugar sagrado, el mundo todo es sagrado y Jesús nos está llamando a hacernos cargo y salir de nuestro encierro y comodidad para estar listos para ayudar, para acompañar, para entregar nuestras vidas por quien dio su Vida por nosotros. Amén.


Querido Jesús, perdoname porque me resulta más fácil tener un lugar sagrado, así cuando salgo de ahí puedo seguir mi vida sin cuestionamientos. Ayudame a darme a los demás, estar atenta a las necesidades de las personas que me rodean, a cuidar mi entorno. Sé que a veces me da pereza y otras temor, pero no puedo esquivar esta responsabilidad que me has dado a partir de conocerte y entregarte mi corazón, por eso ayudame a entregar mi vida al servicio del otro. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

viernes, 17 de junio de 2011

19 de Junio

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:


Salmo 8


“Oh mi Señor, Señor nuestro,

qué glorioso tu nombre por toda la tierra!


Tú que exaltaste tu majestad sobre los cielos,

en boca de los niños, los que aún maman,

dispones baluarte frente a tus adversarios,

para acabar con enemigos y rebeldes.


Al ver tu cielo, hechura de tus dedos,

la luna y las estrellas, que fijaste tú,

¿qué es el hombre para que de él te acuerdes,

el hijo de Adán para que de él te cuides?


Apenas inferior a un dios lo hiciste,

coronándolo de gloria y de esplendor;

lo hiciste señor de las obras de tus manos,

todo fue puesto por ti bajo sus pies:


ovejas y bueyes, todos juntos,

y aun las bestias del campo,

y las aves del cielo, y los peces del mar,

que surcan las sendas de las aguas.


¡Oh mi Señor, Señor nuestro,

qué glorioso tu nombre por toda la tierra!” Amén.


Curiosidades


¿Qué es el juicio de Dios según la Biblia?


Dios aparece en el A.T. muy frecuentemente en el papel de “Juez de toda la tierra”, o más generalmente como “Dios de justicia”. El juicio no significa simplemente una ponderación imparcial y objetiva del bien y el mal, sino que más bien incluye la idea de la acción vigorosa en contra del mal. Es en este sentido que se insta al pueblo de Dios a ejercitar juicio a su vez. El juicio de Dios no es impersonal; por el contrario, es una noción fuertemente personal. Está íntimamente ligado al pensamiento del carácter misericordioso, justo, veraz, etc., de Dios. Se trata del desenvolvimiento de la misericordia y la ira de Dios en la historia, y en la vida y la experiencia humanas. Es así que el juicio de Dios puede proporcionarle liberación al justo, como así también condenación al malo. El juicio es un concepto particularmente rico en el A.T., y con ese significado se usa en el mismo una variedad de términos adicionales. Cuando el A.T. va llegando a su fin la idea del juicio de Dios se vincula crecientemente con las expectativas escatológicas del futuro día del Señor.

El N.T. como cabría de esperar, retoma el énfasis veterotestamentario en lo que se refiere al juicio como algo que pertenece a la naturaleza de Dios, y como parte de su actividad esencial. Como en el A.T., los juicios de Dios no se limitan al futuro, sino que ya están obrando en la vida del hombre en la época actual. El juicio se asocia desde ya con Cristo, quien ejerce la justicia del Padre. La luz de la Palabra de Dios ya brilla en el mundo mediante la revelación de sí mismo en la experiencia moral del ser humano, y en forma suprema en la Palabra encarnada, Jesucristo. E juzgamiento de los seres humanos ya ha comenzado, por lo tanto, por cuanto ellos muestran sus actos que “aman más a las tinieblas que a la luz”, Juan 3.

No obstante, en el N.T. el enfoque se centra en el “juicio venidero”, el juicio futuro y definitivo que acompañará al regreso de Cristo. Se trata del futuro día del juicio. Cristo mismo será el juez. Todos los seres humanos serán juzgados, no faltará nadie. Hasta los ángeles serán sometidos a juicio. Todos los aspectos de la vida serán revisados, incluidos “los secretos de los seres humanos”, “las intenciones de los corazones”, y “toda palabra ociosa” el juicio no estará limitado a los incrédulos. Los creyentes también enfrentarán un juicio. No habrá forma de eludir este juicio; es tan seguro como la muerte misma. En ninguna parte se asevera más claramente este hecho que en las enseñanzas de las parábolas de Jesús.


Evangelio


Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:


Juan 3:16-18


“Porque tanto amó Dios al mundo

que dio a su Hijo único,

para que todo el que crea en él no muera,

sino que tenga vida eterna.

Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo

para juzgar al mundo,

sino para que el mundo se salve por él.

El que cree en él, no es juzgado;

pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído

en el Nombre del Hijo único de Dios.” Amén.


Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:


Uno de nuestros grandes temores es la muerte, la nuestra y la de aquello que amamos, sobre todo. Pero también el estar en contacto con la muerte.

Hay personas que todos los días se enfrentan a la muerte: médicos, enfermeras, policías, bomberos, rescatistas, religiosos, funebreros. Estas personas de alguna manera se han acostumbrado a hacerlo, pero esto no significa que se hayan insensibilizado o que ya no la teman. Tienen más conciencia que otros que la muerte es una realidad y que forma parte de la vida de todas las personas.

Muchas personas en el mundo investigan la forma de alargar al máximo los años de vida de las personas. Encuentran las curas a las enfermedades, descubren vacunas, descubren los genes que permiten que una persona sea longeva, pero todavía no han descubierto cómo terminar con la muerte.

Otras personas buscar la forma de retrasar los signos de la vejez: arrugas, envejecimiento de los órganos, etc., así aparecen cremas, pastillas, alimentos preparados ¡todo en esa lucha contra el deterioro de los años, y claro, la muerte!

Y es verdad que mejorar la calidad de vida es bueno. Buscar que la vida que vivamos, la vivamos bien, sanos y disfrutándola, está bien. Pero apostar a que logramos detener el tiempo y finalmente recurramos a cirugías y tratamientos para lograr ser eternamente jóvenes, creyendo que de esa manera la muerte no nos alcanza… es una batalla perdida.

La muerte existe, forma parte de nuestra vida. Todo en la naturaleza se termina, tiene su ciclo que realimenta la vida de viene, y así se renueva y renace. Dios creó el mundo perfecto, lo que muere nutre a lo que nace. La naturaleza sigue y la muerte es un hecho importante en ese ciclo. Por eso la muerte es tan natural como la vida.

Todo esto, si hablamos desde la vida orgánica, la que existe en la tierra. Pero, si bien Dios creó esta vida, una vida que cumple un ciclo, Jesús vino a instaurar otra vida, una vida que no termina con la muerte y que tiene que ver con la fe.

Jesús vino al mundo para enseñarnos otra forma de vida, la vida que se da a los demás, la vida que se comparte, la vida que me da más vida cuando no vivo sólo para mí misma, sino para las demás personas. Y esto está relacionado directamente con la fe.

La fe en Cristo, en que Él murió para compartir con nosotros su vida, su divinidad, para ser hijos de Dios, es esa vida que no se acaba. La vida eterna, la que tantos anhelan, pero que la buscan en lugares equivocados. Una vida que se prologa sin cosméticos ni tratamientos ni cirugías. Una vida que se comparte, se entrega y se lleva adelante siguiendo los pasos de Jesús. Amén.


Querido Jesús, sé que es difícil comprender esto de la vida que no se acaba, esto de no morir, es raro porque a pesar de que la muerte no es lo que más deseo, al mismo tiempo me cuesta imaginarme una vida sin la muerte. Ayudame a aceptar esta idea, confiar en tus palabras, creer realmente que si creo en vos y en tu obra liberadora no todo termina con la muerte, sino que existe la vida eterna. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

viernes, 10 de junio de 2011

12 de Junio

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:


Salmo 104


“¡Alma mía, bendice a mi Señor!

¡Mi Señor, Dios mío, qué grande eres!

Vestido de esplendor y majestad,

arropado de luz como de un manto,


tú despliegas los cielos lo mismo que una tienda,

levantas sobre las aguas tus altas moradas;

haciendo de las nubes carro tuyo,

sobre las alas del viento te deslizas;

tomas por mensajeros a los vientos,

a las llamas del fuego por ministros.


Sobre sus bases asentaste la tierra,

inconmovible para siempre jamás.

Del océano, cual vestido, la cubriste,

sobre los montes persistían las aguas;


al increparlas tú, emprenden la huida,

se precipitan al oír tu trueno,

y saltan por los montes, descienden por los valles,

hasta el lugar que tú les asignaste;

un término les pones que no crucen,

porque no vuelvan a cubrir la tierra.


Haces manar las fuentes en los valles,

entre los montes se deslizan;

a todas las bestias de los campos abrevan,

en ellas su sed apagan los onagros;

sobre ellas habitan las aves de los cielos,

dejan oír su voz entre la fronda.


De tus altas moradas abrevas las montañas,

del fruto de tus obras se satura la tierra;

la hierba haces brotar para el ganado,

y las plantas para el uso del hombre,


para que saque de la tierra el pan,

y el vino que recrea el corazón del hombre,

para que lustre su rostro con aceite

y el pan conforte el corazón del hombre.


Se empapan bien los árboles de mi Señor,

los cedros del Líbano que él plantó;

allí ponen los pájaros su nido,

su casa en su copa la cigüeña;

los altos montes, para los rebecos,

para los damanes, el cobijo de las rocas.


Hizo la luna para marcar los tiempos,

conoce el sol su ocaso;

mandas tú las tinieblas, y es la noche,

en ella rebullen todos los animales de la selva,

los leoncillos rugen por la presa,

y su alimento a Dios reclaman.


Cuando el sol sale, se recogen,

y van a echarse a sus guaridas;

el hombre sale a su trabajo,

para hacer su faena hasta la tarde.


¡Cuán numerosas tus obras, mi Señor!

Todas las has hecho con sabiduría,

de tus criaturas está llena la tierra.


Ahí está el mar, grande y de amplios brazos,

y en él el hervidero innumerable

de animales, grandes y pequeños;

por allí circulan los navíos,

y Leviatán que tú formaste para jugar con él.


Todos ellos de ti están esperando

que les des a su tiempo su alimento;

tú se lo das y ellos lo toman,

abres tu mano y se sacian de bienes.


Escondes tu rostro y se anonadan,

les retiras su soplo, y expiran

y a su polvo retornan.

Envías tu soplo y son creados,

y renuevas la faz de la tierra.


¡Sea por siempre la gloria de mi Señor,

en sus obras mi Señor se regocije!

El que mira a la tierra y ella tiembla,

toca los montes y echan humo.


A mi Señor mientras viva he de cantar,

mientras exista salmodiaré para mi Dios.

¡Oh, que mi poema le complazca!

Yo en mi Señor tengo mi gozo.

¡Que se acaben los pecadores en la tierra,

y ya no más existan los impíos!


¡Bendice a Mi Señor, alma mía! Amén.


Curiosidades


¿Quién era María Magdalena?


El nombre de María Magdalena probablemente deriva de la ciudad galilea de Magdala. Su aparición anterior al relato de la pasión está limitada a Lucas 8, donde vemos que entre las mujeres que habían sido curadas de posesión por espíritus malignos y que acompañaron al Señor y sus discípulos durante su ministerio evangelístico, se encontraba “María Magdalena, de la que habían salido siete demonios”.

No es posible, al menos tomando como base los elementos bíblicos, limitar la enfermedad de la que fue curada María a una sola esfera: física, mental, o moral. Esta es otra razón más para que nos resistamos a identificar a María Magdalena con la “mujer pecadora” de Lucas 7. Si Lucas hubiera sabido que la María del capítulo 8 era la misma persona que la pecadora del capítulo 7 ¿acaso no hubiera hecho explícita la relación?

María vuelve a aparecer en la escena de la crucifixión, en compañía de las otras mujeres que fueron con nuestro Señor desde Galilea. En el relato joanino de la resurrección vemos que el Señor aparece solamente a María. La versión de Marcos, con el final más largo, es breve y no está arreglada cronológicamente. Pequeñas diferencias se producen en los relatos de la llegada de las mujeres a la tumba. Luego le cuenta a Pedro y al discípulo amado lo que ha ocurrido, y se queda llorando allí después que los demás se han ido. Es entonces cuando ve a los dos ángeles, y finalmente al mismo Cristo resucitado, quien le dirige su famosa reprensión de no tocarlo. Resulta claro que la relación de maría con su Señor, después de la resurrección, ha de ser de otro tipo, y que habrá que continuar en otra dimensión.


Evangelio


Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:


Juan 20:1-18


“El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.»

Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos, entonces, volvieron a casa.

Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Le dicen ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.» Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.» Jesús le dice: «María.» Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní» - que quiere decir: «Maestro» -. Le dice Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.» Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.” Amén.


Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:


Luchar por quien amamos, aunque sea porque queremos enterrarla en paz, que su cuerpo descanse después de tanto dolor, tanto sufrimiento.

Cuando conocí a las Abuelas y las Madres de Mayo, y ellas hablaban de “aparición con vida”, hablaban de personas que no desaparecen, de cuerpos, que si están sin vida, no se evaporan, me quedé impactada. Nunca había visto tanta fuerza, tanta garra, tanto deseo de justicia. Después he conocido otras mujeres y sus luchas: las Madres del Dolor, la Madres del Paco, mujeres en América, Europa, África, Asia…

Mujeres que no se rinden, que se sientan y lloran… pero no dejan de exigir justicia. Mujeres como María Magdalena, olvidada en la historia, olvidada en la Iglesia, pero la más firme de todas.

Tal vez por ser mujer – siempre hemos sido consideradas locas, sentimentales e inferiores – tal vez porque amaba tanto a su Maestro que no se resignaba a aceptar la “desaparición” de un cuerpo, quedó ahí, reclamando en silencio, llorando de tristeza, pero seguramente de rabia.

A las mujeres siempre se nos ha considerado el “sexo débil”, pero siena extraño cuando a través de la historia mundial siempre fuimos las que estuvimos en la resistencia, luchando en el fondo y en los lugares en donde los hombres no estuvieron y de la forma en que no se animaron.

Tal vez es hora de pensar que las apariencias engañan, y que si bien nuestra musculatura es menos vigorosa y nuestro tamaño más pequeño, las mujeres tenemos una fortaleza que somos capaces de enfrentar cualquier cosa: incluso de anunciar al mundo que Cristo resucitó. Amén.


Querido Jesús, vos lo sabías muy bien, por eso nos elegiste para descubrir la tumba vacía. Sabías de nuestra garra, de que cuando amamos no tenemos miedo a nada, ni siquiera que nos tilden de locas. Vos sabías que éramos las más adecuadas para descubrir que habías resucitado ¡Gracias porque en este hecho tan importante demostraste nuestro valor y porque con ello nos dignificaste para siempre! Somos las que creímos y anunciamos tu resurrección. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.