viernes, 25 de junio de 2010

27 de Junio

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 16

“Guárdame, oh Dios, en ti está mi refugio.
Yo digo a mi Señor: ‘Tú eres mi Señor.
mi bien, nada hay fuera de ti’;
ellos, en cambio, a los santos que hay en la tierra:
‘¡Magníficos, todo mi gozo en ellos!’.

Sus ídolos abundan, tras ellos van corriendo.
Mas yo jamás derramaré sus libámenes de sangre,
jamás tomaré sus nombres en mis labios.

Mi Señor, la parte de mi herencia y de mi copa,
tú mi suerte aseguras;
la cuerda me asigna un espacio de delicias,
mi heredad es preciosa para mí.

Bendigo a mi Señor que me aconseja;
aun de noche mi conciencia me instruye;
pongo a mi Señor ante mí sin cesar;
porque él está a mi diestra, no titubeo.

Por eso se me alegra el corazón, mis entrañas retozan,
y hasta mi carne en seguro descansa;
pues no has de abandonar mi alma al seol,
ni dejarás a tu amigo ver la fosa.
Me enseñarás el camino de la vida,
hartura de goces, delante de tu rostro,
a tu derecha, delicias para siempre.” Amén.
Curiosidades

¿Cómo se trabajaba la tierra en los tiempos de Jesús?

El labrador más pobre nunca lograba poseer rejas de arado de metal. El mejor árbol que se podía utilizar para la fabricación de arados era el roble.
El arado de madera que se podía manejar con una sola mano tenía la virtud de ser muy ligero, y como los campos a menudo eran pedregosos resultaba fácil alzarlo y pasar por encima de las piedras grandes. En tierras llanas, como la región de Basán, se apilaban las piedras en los campos, pero en las laderas de las montañas se las utilizaba para construir terraplenes que evitaran la pérdida de tierra fértil y conservaran la humedad. Para marcar los límites entre distintos campos de cereales se utilizaban piedras grandes, y no se usaban cercas. El arado que se manejaba con una sola mano dejaba libre la otra para aguijonear a los bueyes.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 9:51-62

“Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no lo recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: ‘Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?’ Pero volviéndose, los reprendió; y se fueron a otro pueblo.
Mientras iban caminando, uno le dijo: ‘Te seguiré adondequiera que vayas.’ Jesús le dijo: ‘Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.’
A otro dijo: ‘Sígueme.’ El respondió: ‘Déjame ir primero a enterrar a mi padre.’ Le respondió: ‘Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.’
También otro le dijo: ‘Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa.’ Le dijo Jesús: ‘Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.’” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Hay cosas que requieren toda nuestra atención y de no hacerlo corremos el riesgo de hacer cualquier cosa.
Jesús pone aquí el ejemplo de manejar un arado en los tiempos en donde la persona caminaba detrás de la herramienta generalmente tirada por bueyes. Pero creo que lo podemos comparar con conducir algún vehículo.
Quien conduce un vehículo debe tener como principio la atención de esa acción. La charla, las discusiones y demás cosas que puede compartir dentro del vehículo no deben interferir en su conducción. El riesgo que se corre es mucho, y sobre todo si la velocidad en la que se conduce supera los 100 km/h.
De hecho a diario somos testigos y a veces víctimas de accidentes tanto en la ciudad como en las rutas, justamente debido a la imprudencia de los conductores.
Uno de los grandes causantes son los celulares que son utilizados por quienes conducen los vehículos. ¿Cuántas veces has visto a alguien que conduce mientras que está hablando por celular? ¿Sos uno de ellos?
Hay cosas que se pueden hacer al mismo tiempo, pero no conducir. Ahí necesitamos de todos nuestros sentidos y toda nuestra atención.
Lo mismo sucede al seguir a Cristo. No se puede seguir sus pasos mientras que uno se distrae con otras cosas que seguramente lo alejará del camino. De la misma forma que si estamos manejando un auto no podemos estar mirando otras cosas o haciendo otras cosas que demanden nuestra atención, ya que corremos el riesgo de un accidente.
Si queremos ser seguidores de Cristo no nos debemos dejar distraer por las cosas que nos pueden alejar de su camino. A veces nos perdemos en discusiones inútiles o “legalidades” bíblicas que nos hacen perder el rumbo y alejarnos del mandato del amor. A veces nos preocupamos demasiado en definir quienes son los que están “aptos” para formar parte del Reino de Dios, y en medio de todos esos juicios humanos perdemos la perspectiva y nos olvidamos que Jesús vino a salvar el mundo del que todos formamos parte. Nos olvidamos que Jesús no discriminó entre las personas, sino que no aceptó a aquellos que estaban llenos de sí mismos y no estaban dispuestos a abandonarse en la fe, confiando sólo en él.
Ahora te pregunto a vos, que estás escuchando ahora, ¿tenés miedo a dejar tus cosas por seguir a Jesús, dejar tu vida, tus comodidades? ¿Querés seguirlo pero al mismo tiempo ocuparte de cosas que te absorben la atención al punto de que peligre tu fe y tu seguimiento?
No se puede conducir sin mirar el camino, sin estar atento a lo que está pasando alrededor para reaccionar y frenar a tiempo. No se puede seguir a Jesús y al mismo tiempo seguir egoísta, mezquino, renoroso y falto de amor. Amén.

Querido Jesús: Ayudame a tomar el arado sin mirar atrás. Ayudame a seguirte incondicionalmente, aunque es verdad, que algunas cosas a veces me distraen y buscan sacarme del camino. Sé que sólo vos me podés ayudar y que es posible. Lo sé porque conozco personas que dan testimonio de que se puede, que es posible vivir la fe con coherencia y constancia, renunciando a lo que pueda significar un peligro. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

viernes, 18 de junio de 2010

20 de Junio

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 63

“Dios, tú mi Dios, yo te busco,
sed de ti tiene mi alma,
en pos de ti languidece mi carne,
cual tierra seca, agotada, sin agua.
Como cuando en el santuario te veía,
al contemplar tu poder y tu gloria,
- pues tu amor es mejor que la vida,
mis labios te glorificaban - ,
así quiero en mi vida bendecirte,
levantar mis manos en tu nombre;
como de grasa y médula se empapará mi alma,
y alabará mi boca con labios jubilosos.
Cuando pienso en ti sobre mi lecho,
en ti medito en mis vigilias,
porque tú eres mi socorro,
y yo exulto a la sombra de tus alas;
mi alma se aprieta contra ti,
tu diestra me sostiene.

Mas los que tratan de perder mi alma,
¡caigan en las honduras de la tierra!
¡Sean pasados al filo de la espada,
sirvan de presa a los chacales!

Y el rey en Dios se gozará,
el que jura por él se gloriará,
cuando sea cerrada la boca de los mentirosos.” Amén.

Curiosidades

¿Por qué se creía que Jesús era el profeta Elías?
La forma en que queda expresado el hecho de que Jesús era considerado más que un maestro común, es el término profeta. Jesús reconoció y expresó su comprensión de lo que esto significaba en cuanto a su propia posición.
Es probable que en algunos casos se empleara el término profeta, no como maestro, sino en su sentido único. Los judíos esperaban el advenimiento de Elías, o de una persona como él, para que hiciera llegar el fin, y especulaban sobre si debían considerar a Jesús o a Juan el Bautista como dicho profeta escatológico o final. Aparentemente hay una confusión sobre este asunto, desde el momento en que Juan negó ser el profeta, mientras que Jesús declaró que Juan era, efectivamente, Elías.
El pensamiento judío no separaba completamente las figuras de Moisés y Elías. Es probable que Jesús mismo haya considerado su papel como el profeta mosaico. No utilizó el título en ese sentido, pero consideraba que él mismo estaba representando nuevamente la obra de Moisés y cumpliendo el papel del profeta que habla en Isaías. Utilizó pasajes de Isaías para describir su propia obra en función de una nueva creación de las condiciones paradisíacas del período del éxodo y la peregrinación por el desierto.
Uno de los tópicos comunes entre Elías y Jesús es que su ministerio será restablecido “antes que venga Jehová el terrible”, el regreso de Jesús en toda su gloria. Elías reaparece personalmente en el monte en la transfiguración, y se lo menciona en al menos tres ocasiones más.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 9:18-26

"Y sucedió que mientras él estaba orando a solas, se hallaban con él los discípulos y él les preguntó: ‘¿Quién dice la gente que soy yo?’ Ellos respondieron: ‘Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado.’ Les dijo: ‘Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?’ Pedro le contestó: ‘El Cristo de Dios.’ Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie.
Dijo: ‘El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día.’
Decía a todos: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al ser humano haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos ángeles.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Con tristeza observo un mundo en donde todos aspiran a tener, a comprarse esto o aquello. Un mundo en donde se es discriminado si se queda en el tiempo o no le interesa la moda o los avances tecnológicos. Y en medio de este mundo en donde gana el más fuerte o el más astuto, a mi mente vienen la pregunta de Jesús: “¿de qué le sirve al ser humano haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?”
En mi entorno veo a personas enfermas: con presión alta, colesterol, depresión, stress, manifestaciones de todo tipo, producto de la vida que llevan, una vida en la que corren atrás del bienestar y con tantos problemas que no logran descargarlos en donde, como cristianos, somos llamados a hacerlo.
También veo personas que con conflictos familiares, casi siempre por cuestiones económicas, peleas entre amigos por algún negocio o puesto de trabajo.
Es como si todos hubiéramos invertido los valores y los principios: lo que debería estar en el primer lugar: el amor, la familia, los amigos, el ser humano, está en el último lugar de la fila. Mientras que: el trabajo, el progreso, los negocios, son nuestras prioridades.
¿Pero qué hacemos si, una vez que llegamos al nivel de vida deseado, nos damos cuenta de que todos nuestros afectos ya no están, que los hemos perdido? Con todo el lujo y el confort, pero solos.
Hay una película que vale la pena verla para reflexionar sobre este tema, se llama “Click”, ahí justamente recrea la situación de la que estoy hablando.
Jesús te quiere llamar la atención para que tengas en cuenta tu lista de prioridades y para que te des cuenta que lo que pierdas no se recupera más.
Tal vez puedas volver a los valores importantes de la vida, pero a quienes lastimaste, a quienes dejaste de lado por tu lucha egoísta, nunca los recuperarás totalmente, porque algo se rompió, porque los años que pasaron no vuelven atrás. Tal vez sea la hora en que hagas un balance y analices en dónde estás parado, siempre estás a tiempo para cambiar el rumbo y pedir perdón. Amén.

Querido Jesús: ¡Qué difícil y qué sencillo es a la vez el seguirte! Difícil, porque muchas veces me siento tentada por las luces de colores. Fácil, porque no hay nada más gratificante que vivir una vida aferrada a los afectos, a las personas, al compromiso de estar y jugarse por el otro. Sé que cuando vivo de esa manera me siento feliz. Y también sé que cuando me desvío y pongo mi corazón en lo material o en mis intereses egoístas siento un vacío muy grande en mi corazón. Querido Jesús, ayudame a tomar mi cruz, mi responsabilidad y seguirte. Te lo pido en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

viernes, 11 de junio de 2010

13 de Junio

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 32

“¡Dichoso el que es perdonado de su culpa,
y le queda cubierto su pecado!
Dichoso el hombre a quien mi Señor no le cuenta el delito,
y en cuyo espíritu no hay fraude.
Cuando yo me callaba, se sumían mis huesos
en mi rugir de cada día,
mientras pesaba, día y noche,
tu mano sobre mí;
mi corazón se alteraba como un campo
en los ardores del estío.
Mi pecado te reconocí,
y no oculté mi culpa;
dije: ‘Me confesaré
a mi Señor de mis rebeldías.’
Y tú absolviste mi culpa,
perdonaste mi pecado.
Por eso te suplica todo el que te ama
en la hora de la angustia.
Y aunque las muchas aguas se desborden,
no lo alcanzarán.Tú eres un cobijo para mí,
de la angustia me guardas,
estás en torno a mí para salvarme.

Voy a instruirte, a mostrarte el camino a seguir;
fijos en ti los ojos, seré tu consejero.
No seas cual caballo o mulo sin sentido,
rienda y freno hace falta para domar su brío,
si no, no se te acercan.

Copiosas son las penas del impío,
al que confía en mi Señor el amor lo envuelve.
¡Alégrense en mi Señor,
oh justos, exulten,
griten de gozo, todos los de recto corazón!” Amén.

Curiosidades

¿A qué se consideraba “una mujer pecadora pública”?
Una mujer pecadora pública era una prostituta. En la época del Nuevo Testamento hubo prostitutas entre aquellos que se arrepintieron ante la predicación del Juan el Bautista.
En distintas partes del Cercano Oriente se han encontrado numerosas estatuillas de mujeres desnudas representativas de las diosas que se veneraban en la prostitución religiosa. Sus devotos creían que podían estimular la fertilidad de sus cultivos mediante la magia solidaria cuando practicaban las relaciones sexuales.
Podemos suponer que el culto que se rendía a los principales diosas cananeas comprendía la prostitución religiosa, aún cuando no existen textos que explícitamente lo demuestren. En los textos ugaríticos que se refieren al personal de los templos encontramos a los qdsm, que probablemente eran prostitutos cúlticos. Se encuentran referencias explícitas a la prostitución religiosa en Siria y Fenicia en los textos tardíos de la obra de Luciano. La prostitución de mujeres al servicio de Venus en Heliópolis está comprobada hasta el s.IV d.C.
Existen buenas razones para creer que la influencia fenicia fue responsable de la introducción de la prostitución religiosa como parte del culto griego a Afrodita a través de Chipre y Cítera.
Afrodita era la diosa de Corinto y patrona de quienes se dedicaban a la prostitución. Cuando Pablo advirtió a la congregación de Corinto acerca de la inmoralidad seguramente que les estaba advirtiendo, en parte acerca de la prostitución cúltica.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 7:36-8:3

"Un fariseo le rogó que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume.
Al verlo el fariseo que lo había invitado, se decía para sí: ‘Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que lo está tocando, pues es una pecadora.’ Jesús le respondió: ‘Simón, tengo algo que decirte.’ El dijo: ‘Di, maestro.’ Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos lo amará más?’ Respondió Simón: ‘Supongo que aquel a quien perdonó más.’
Él le dijo: ‘Has juzgado bien’, y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: ‘¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra.’ Y le dijo a ella: ‘Tus pecados quedan perdonados.’ Los comensales empezaron a decirse para sí: ‘¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?’ Pero él dijo a la mujer: ‘Tu fe te ha salvado. Vete en paz.’
Y sucedió a continuación que iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; lo acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que los servían con sus bienes.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

¡Cómo nos equivocamos a veces con nuestros preconceptos!
¿Cuántas veces, sólo por su exterior, condenaste a una persona?
Pensar mal de alguien, aunque en nuestros hechos no lo manifestemos. Esa cosa que nos nace desde lo más profundo de nosotros mismos que nos hace rechazar a ciertas personas y desconfiemos de ellas sólo por su aspecto exterior.
La imagen del expresidente Bush, en su visita a Haiti, que después de saludar a una persona, se la seca en la camisa de Clinton, como clara señal del asco que le provocó tocar esa mano, tal vez sudorosa o sucia, o nada… sólo de una persona diferente a él, de otro color de piel, de otra condición social que él.
Todos nos horrorizamos, pero no somos diferentes. Hay personas que nos queremos cerca, que tratamos de no tocarlas, de no relacionarnos con ella, sin saber lo que hay en su corazón.
Jesús vino a cambiar todo esto y a que nos demos cuenta de que él vino para la salvación de todos, no de un grupo en especial. Él vino para hacernos comprender que lo importante es lo que hay en los corazones, lo importante es la entrega que cada persona hace de sí misma, el amor que tiene por los demás.
Jesús ha roto las distancias y las diferencias y nos ha tratado de enseñar que abramos nuestras mentes y ampliemos nuestros criterios y que nos soportemos y nos toleremos en el amor. Amén.

Querido Jesús: hoy te quiero pedir perdón. Perdón por mis pensamientos mezquinos. Perdón por pensar mal del otro, por juzgar sin saber en realidad cómo es la persona, sólo por su apariencia. Querido Jesús, ayudame a cambiar, a transformarme en una persona más receptiva, menos desconfiada y prejuiciosa. Te lo pido a vos, que junto con el Padre y el Espíritu Santo reinan por toda la eternidad. Amén.

viernes, 4 de junio de 2010

6 de Junio

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 30

“Yo te alabo, mi Señor, porque me has levantado;
no dejaste reírse de mí a mis enemigos.
Mi Señor, Dios mío, clamé a ti y me sanaste.
Tú has sacado, mi Señor, mi alma del seol,
me has recobrado de entre los que bajan a la fosa.
Entonen a mi Señor los que lo aman,
alaben su memoria sagrada.
De un instante es su cólera, de toda una vida su amparo;
por la tarde visita de lágrimas, por la mañana gritos de alborozo.

Y yo en mi paz decía:
‘Jamás vacilaré.’
Mi Señor, tu favor me afianzaba sobre fuertes montañas;
mas retiras tu rostro y ya estoy desalentado.
A ti clamo, mi Señor,
a mi Dios piedad imploro:
¿Qué ganancia en mi sangre, en que baje a la fosa?
¿Puede alabarte el polvo, anunciar tu verdad?
¡Escucha, mi Señor, y ten piedad de mí!
¡Sé tú, mi Señor, mi auxilio!
Has cambiado mi lamento en una danza,
me has quitado el sayal y me has ceñido de alegría;
mi corazón por eso te entonará sin tregua;
mi Señor, Dios mío, te alabaré por siempre.” Amén.

Curiosidades

¿Dónde quedaba y cómo era la ciudad de Naím?
Hay una pequeña aldea que todavía lleva este nombre en la llanura de Jezreel, unos cuantos quilómetros al sur de Nazaret, en el borde del Hermón menor, y generalmente se la acepta como el escenario del relato evangélico. Surge un problema, sin embargo, por la referencia a la puerta de la ciudad; porque la aldea que hoy se llama Naín nunca fue fortificada, y por lo tanto nunca podría haber tenido una puerta en el sentido exacto del término. Pero la palabra “puerta” puede tener un uso más elástico, para indicar el lugar por donde entrebe el camino entre las casas de Naín. Una sugerencia ingeniosa resuelve la dificultad proponiendo que el sitio es Sunem, y que la palabra original synem se redujo accidentalmente en mem, y luego fue confundida con Naín. Sunem, en cualquier caso, se encuentra en la misma región general.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 7:11-17

"Y sucedió que a continuación se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: ‘No llores.’ Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: ‘Joven, a ti te digo: Levántate.’ El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: ‘Un gran profeta se ha levantado entre nosotros’, y ‘Dios ha visitado a su pueblo’. Y lo que se decía de él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

La muerte es una de las cosas irremediables de esta vida y al mismo tiempo el destino más cierto. Nadie escapa a la muerte, nadie regresa de la muerte.
El dolor que sentimos ante la muerte de un ser querido no se puede describir con palabras, sólo el llanto y los abrazos lo expresan. Pero si la muerte es de una persona joven, si quien ha muerto estaba en su plenitud y todavía, a nuestro criterio, tenía mucho por vivir, el dolor y la impotencia es más fuerte todavía.
La muerte nos revela, nos enoja y nos hace sentir que no podemos contra ella, que nos sobrepasa. La muerte… gran enemiga de los seres humanos que, a pesar de que es natural, tan natural como el nacimiento, no terminamos nunca de aceptarla e incorporarla como parte de la vida.
Un conferencista dijo una vez que en nuestra sociedad actual hay una negación al deterioro de los años y de la muerte. Todo aquello que es como un espejo de lo que nos puede pasar en unos años, lo alejamos, lo ubicamos en un lugar poco visible. Por eso preferimos que nuestros familiares mueran en un hospital o una clínica, con la excusa de que ahí están bien atendidos. Por eso es que internamos a nuestros ancianos en los geriátricos, al igual que a los discapacitados.
Vivimos en un tiempo en donde preferimos guardar el horror y lo doloroso bajo la alfombra, porque nuestra sociedad nos exige estar siempre bien, siempre jóvenes, siempre felices.
Pero la muerte, las enfermedades, son parte de nuestras vidas y son un destino también para nosotros. Nosotros en algún momento vamos a envejecer, vamos a enfermarnos, y nos gustaría seguir siendo parte de la vida de nuestra familia y no ser aislados o colocados en un lugar para que no desparramemos nuestra “mala onda”.
Y ahí es en donde entra en juego Jesús, y nuestra fe en él. Saber que él no tuvo ningún temor de enfrentar a la muerte, vencerla y de esa manera, neutralizarla, es una muy buena razón para permitirle que entre en nuestras vidas como sostén y consuelo.
Es verdad, no podemos contra la muerte, y también es cierto que no nos va a pasar como a la mujer del relato a quien Jesús le devolvió a su hijo de la muerte. Al menos no de esa manera.
Pero lo que también es verdad, es que Jesús ha derrotado la muerte y nos ha dado la salvación y la vida eterna, de manera que quien cree en él y en su misión salvadora, tiene vida eterna, al dejar esta tierra, vive junto a Dios. Y allí nos esperan todos los que han muerto con fe en Jesucristo.
Los cristianos nos deberíamos angustiarnos tanto a la hora de la muerte, porque sabemos que la separación de nuestros seres queridos es provisoria, que un día nos encontraremos todos en el banquete celestial. Nuestro reencuentro va a ser para siempre y en la plenitud de Dios. Amén.

Querido Jesús, ¡ojalá pudiera siempre confiar en vos! Creer realmente que la muerte ya no reina y que vamos a reencontrarnos todos en la plenitud de Dios. Todo esto lo sé y lo afirmo desde mi inteligencia, pero mi corazón, mis emociones me traicionan y no puedo dejar de llorar y sufrir ante la muerte de un ser amado. Sé que es mi egoísmo y el pensar en que lo voy a extrañar siempre, que lo que me duele es sobre todo la distancia, la ausencia. Luego, al reflexionar, me doy cuenta de que cuando se ama no hay olvido y la presencia está en el corazón, en los recuerdos, en las enseñanzas que me ha dejado ese ser querido. Mi Señor, dame fuerzas y convencimiento para proclamar la vida plena a la que nos has llamado, te lo pido en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.