lunes, 31 de enero de 2011

6 de Febrero

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:


Salmo 146


¡Aleluya!


¡Alaba a mi Señor, alma mía!

A mi Señor, mientras viva, he de alabar,

mientras exista salmodiaré para mi Dios.


No pongan su confianza en príncipes,

en un hijo de hombre, que no puede salvar;

su soplo exhala, a su barro retorna,

y en ese día sus proyectos fenecen.


Feliz aquel que en el Dios de Jacob tiene su apoyo,

y su esperanza en mi Señor su Dios,

que hizo los cielos y la tierra,

el mar y cuanto en ellos hay;


que guarda por siempre lealtad,

hace justicia a los oprimidos,

da el pan a los hambrientos,

mi Señor suelta a los encadenados.


Mi Señor abre los ojos a los ciegos,

mi Señor a los encorvados endereza,

mi Señor protege al forastero,

a la viuda y al huérfano sostiene.


Ama mi Señor a los justos,

mas el camino de los impíos tuerce;

mi Señor reina para siempre,

tu Dios, Sión, de edad en edad.” Amén.


Curiosidades


¿Qué es el sermón del monte?


Sermón del Monte es el título comúnmente dado a las enseñanzas de Jesús registradas en Mt.5-7. El que este título pueda con toda propiedad aplicarse al pasaje en cierto modo paralelo en Lc.6:20-49 de pende de la interpretación que se le dé a la relación literaria entre ambos pasajes. Este último se ha llamado a menudo el Sermón en la llanura porque se entiende que fue dado en “un lugar llano” más bien que “en el monte”. Pero ambas expresiones probablemente se refieran al mismo lugar, visto desde dos direcciones distintas.

El canónigo Liddon, en sus “Bampton Lectures”, hace referencia a este sermón como “ese original bosquejo del cristianismo esencial”. Si esto se interpreta como que el Sermón del monte es el mensaje del cristianismo al mundo pagano, debemos responder advirtiendo que se trata, manifiestamente, de didajé (enseñanza), y no de kerigma (proclamación). Por ningún esfuerzo de imaginación se lo puede considerar “buenas nuevas” para quien dependa del cumplimiento de sus demandas para poder entrar en el reino. Es más bien un boceto del carácter de aquellos que ya han entrado en el reino, y una descripción de la calidad de vida ética que, como consecuencia, se espera de ellos. En este sentido, es verdad, se trata de “cristianismo esencial”.


Evangelio


Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:


Mateo 5:1-12a


“Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:

«Felices los pobres de espíritu, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices los pacientes, porque poseerán en herencia la tierra.

Felices los que lloran, porque serán consolados.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Felices los misericordiosos, porque alcanzarán la misericordia.

Felices los limpios de corazón, porque verán a Dios.

Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.

Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma por mi causa.

Alégrense y regocíjense entonces, porque su recompensa será grande en los cielos.” Amén.


Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:


Recibir una recompensa…

Es lindo cuando nos reconocen el esfuerzo, el empeño que hemos puesto en algo. Sobre todo si hemos dado nuestra vida en esto.

Los seguidores de Jesús, “los del camino” como los llamaban, fueron perseguidos en los primeros siglos. No se les permitía vivir su fe ni entre los judíos ni desde el imperio. La postura que tenían era muy radical y estaban muy convencidos de su fe, al punto que incluso el morir, con tortura incluida, era un triunfo.

Todo esto no quiere decir que no estuvieran angustiados o temerosos, que buscaban la muerte como una santificación. Ellos deseaban vivir, lo mismo que vos y yo, pero no renunciaban a su fe, esa fe que los hizo sentirse libres, plenos y aceptados en las diferencias.

Estas palabras de Jesús son palabras de aliento, de no sentir que todo está perdido, de seguir luchando a pesar de todo y no desfallecer ni abandonar en el medio.

También son palabras de aliento hoy, para quienes creemos que es posible luchar por un mundo mejor y más justo. Que aunque a veces no llegamos a ver los resultados nos espera un premio. Que Dios aprecia y valora nuestro esfuerzo más allá de nuestros logros.

De ninguna manera justifica el sufrimiento y la pobreza, no debe ser tomado como una aceptación de la realidad, sino que las palabras de Jesús nos invitan a hacer algo para cambiar la realidad, nuestra realidad y la de los demás.

Son palabras para vos, para que te animes a ser un instrumento de transformación, para que te animes a denunciar las injusticias y luches por los que no pueden luchar ni defenderse. Ahí está la felicidad, ahí está la plenitud, el verdadero sentido de la vida.

En un mundo en donde se nos dice que sólo pensemos en nosotros mismos, que la energía positiva y negativa, que bucear en nosotros mismos, de ser siempre jóvenes y despreocupados, Jesús nos está diciendo dónde podemos encontrar el bienestar y la paz.

No es aislándonos del mundo que vamos a encontrar a Dios, no es escudriñando en nuestro interior que lo vamos a encontrar, sino en el encuentro con la persona que sufre, que llora, que es débil y vulnerable. Es ocupándonos de los jóvenes, de las personas con discapacidad, de los indigentes, de los deprimidos, que vamos a encontrar a Dios y el verdadero sentido de la vida.

La lucha no es fácil y vamos a fracasar muchas veces, no vamos a ser escuchados y se burlarán de nosotros también considerándonos luchadores de las causas perdidas, pero nuestra vida tendrá sentido. Tu vida tendrá sentido, mucho más que el que tiene ahora. La recompensa es grande, no te vas a arrepentir. Amén.


Querido Jesús, gracias por el aliento que me das, gracias por mostrarme el sentido de la vida, de mi vida. Te pido que me des valor, decisión y fuerzas para comprometerme con la realidad que me rodea. Ayudame a vivir conforme el camino que me enseñaste, ¡quiero pertenecer a los del camino! Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.