viernes, 10 de junio de 2011

12 de Junio

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:


Salmo 104


“¡Alma mía, bendice a mi Señor!

¡Mi Señor, Dios mío, qué grande eres!

Vestido de esplendor y majestad,

arropado de luz como de un manto,


tú despliegas los cielos lo mismo que una tienda,

levantas sobre las aguas tus altas moradas;

haciendo de las nubes carro tuyo,

sobre las alas del viento te deslizas;

tomas por mensajeros a los vientos,

a las llamas del fuego por ministros.


Sobre sus bases asentaste la tierra,

inconmovible para siempre jamás.

Del océano, cual vestido, la cubriste,

sobre los montes persistían las aguas;


al increparlas tú, emprenden la huida,

se precipitan al oír tu trueno,

y saltan por los montes, descienden por los valles,

hasta el lugar que tú les asignaste;

un término les pones que no crucen,

porque no vuelvan a cubrir la tierra.


Haces manar las fuentes en los valles,

entre los montes se deslizan;

a todas las bestias de los campos abrevan,

en ellas su sed apagan los onagros;

sobre ellas habitan las aves de los cielos,

dejan oír su voz entre la fronda.


De tus altas moradas abrevas las montañas,

del fruto de tus obras se satura la tierra;

la hierba haces brotar para el ganado,

y las plantas para el uso del hombre,


para que saque de la tierra el pan,

y el vino que recrea el corazón del hombre,

para que lustre su rostro con aceite

y el pan conforte el corazón del hombre.


Se empapan bien los árboles de mi Señor,

los cedros del Líbano que él plantó;

allí ponen los pájaros su nido,

su casa en su copa la cigüeña;

los altos montes, para los rebecos,

para los damanes, el cobijo de las rocas.


Hizo la luna para marcar los tiempos,

conoce el sol su ocaso;

mandas tú las tinieblas, y es la noche,

en ella rebullen todos los animales de la selva,

los leoncillos rugen por la presa,

y su alimento a Dios reclaman.


Cuando el sol sale, se recogen,

y van a echarse a sus guaridas;

el hombre sale a su trabajo,

para hacer su faena hasta la tarde.


¡Cuán numerosas tus obras, mi Señor!

Todas las has hecho con sabiduría,

de tus criaturas está llena la tierra.


Ahí está el mar, grande y de amplios brazos,

y en él el hervidero innumerable

de animales, grandes y pequeños;

por allí circulan los navíos,

y Leviatán que tú formaste para jugar con él.


Todos ellos de ti están esperando

que les des a su tiempo su alimento;

tú se lo das y ellos lo toman,

abres tu mano y se sacian de bienes.


Escondes tu rostro y se anonadan,

les retiras su soplo, y expiran

y a su polvo retornan.

Envías tu soplo y son creados,

y renuevas la faz de la tierra.


¡Sea por siempre la gloria de mi Señor,

en sus obras mi Señor se regocije!

El que mira a la tierra y ella tiembla,

toca los montes y echan humo.


A mi Señor mientras viva he de cantar,

mientras exista salmodiaré para mi Dios.

¡Oh, que mi poema le complazca!

Yo en mi Señor tengo mi gozo.

¡Que se acaben los pecadores en la tierra,

y ya no más existan los impíos!


¡Bendice a Mi Señor, alma mía! Amén.


Curiosidades


¿Quién era María Magdalena?


El nombre de María Magdalena probablemente deriva de la ciudad galilea de Magdala. Su aparición anterior al relato de la pasión está limitada a Lucas 8, donde vemos que entre las mujeres que habían sido curadas de posesión por espíritus malignos y que acompañaron al Señor y sus discípulos durante su ministerio evangelístico, se encontraba “María Magdalena, de la que habían salido siete demonios”.

No es posible, al menos tomando como base los elementos bíblicos, limitar la enfermedad de la que fue curada María a una sola esfera: física, mental, o moral. Esta es otra razón más para que nos resistamos a identificar a María Magdalena con la “mujer pecadora” de Lucas 7. Si Lucas hubiera sabido que la María del capítulo 8 era la misma persona que la pecadora del capítulo 7 ¿acaso no hubiera hecho explícita la relación?

María vuelve a aparecer en la escena de la crucifixión, en compañía de las otras mujeres que fueron con nuestro Señor desde Galilea. En el relato joanino de la resurrección vemos que el Señor aparece solamente a María. La versión de Marcos, con el final más largo, es breve y no está arreglada cronológicamente. Pequeñas diferencias se producen en los relatos de la llegada de las mujeres a la tumba. Luego le cuenta a Pedro y al discípulo amado lo que ha ocurrido, y se queda llorando allí después que los demás se han ido. Es entonces cuando ve a los dos ángeles, y finalmente al mismo Cristo resucitado, quien le dirige su famosa reprensión de no tocarlo. Resulta claro que la relación de maría con su Señor, después de la resurrección, ha de ser de otro tipo, y que habrá que continuar en otra dimensión.


Evangelio


Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:


Juan 20:1-18


“El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.»

Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos, entonces, volvieron a casa.

Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Le dicen ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.» Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.» Jesús le dice: «María.» Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní» - que quiere decir: «Maestro» -. Le dice Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.» Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.” Amén.


Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:


Luchar por quien amamos, aunque sea porque queremos enterrarla en paz, que su cuerpo descanse después de tanto dolor, tanto sufrimiento.

Cuando conocí a las Abuelas y las Madres de Mayo, y ellas hablaban de “aparición con vida”, hablaban de personas que no desaparecen, de cuerpos, que si están sin vida, no se evaporan, me quedé impactada. Nunca había visto tanta fuerza, tanta garra, tanto deseo de justicia. Después he conocido otras mujeres y sus luchas: las Madres del Dolor, la Madres del Paco, mujeres en América, Europa, África, Asia…

Mujeres que no se rinden, que se sientan y lloran… pero no dejan de exigir justicia. Mujeres como María Magdalena, olvidada en la historia, olvidada en la Iglesia, pero la más firme de todas.

Tal vez por ser mujer – siempre hemos sido consideradas locas, sentimentales e inferiores – tal vez porque amaba tanto a su Maestro que no se resignaba a aceptar la “desaparición” de un cuerpo, quedó ahí, reclamando en silencio, llorando de tristeza, pero seguramente de rabia.

A las mujeres siempre se nos ha considerado el “sexo débil”, pero siena extraño cuando a través de la historia mundial siempre fuimos las que estuvimos en la resistencia, luchando en el fondo y en los lugares en donde los hombres no estuvieron y de la forma en que no se animaron.

Tal vez es hora de pensar que las apariencias engañan, y que si bien nuestra musculatura es menos vigorosa y nuestro tamaño más pequeño, las mujeres tenemos una fortaleza que somos capaces de enfrentar cualquier cosa: incluso de anunciar al mundo que Cristo resucitó. Amén.


Querido Jesús, vos lo sabías muy bien, por eso nos elegiste para descubrir la tumba vacía. Sabías de nuestra garra, de que cuando amamos no tenemos miedo a nada, ni siquiera que nos tilden de locas. Vos sabías que éramos las más adecuadas para descubrir que habías resucitado ¡Gracias porque en este hecho tan importante demostraste nuestro valor y porque con ello nos dignificaste para siempre! Somos las que creímos y anunciamos tu resurrección. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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