jueves, 29 de diciembre de 2011

1 de Enero

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 128

“Bienaventurado todo aquel que teme a mi Señor,
que anda en sus caminos.


Cuando comas el trabajo de tus manos,
bienaventurado serás y te irá bien.


Tu mujer será como vid que lleva fruto
a los lados de tu casa;
tus hijos, como plantas de olivo
alrededor de tu mesa.


Así será bendecido el hombre
que teme a mi Señor.


¡Bendígate mi Señor desde Sión,
y que veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida,


y que veas a los hijos de tus hijos!
¡La paz sea sobre Israel!
Amén.

Curiosidades

¿Qué es la purificación después del parto?

En la página “Judaísmo virtual” encontré la siguiente explicación con respecto de las impurezas de la mujer después del parto, que se encuentran en Levítico 12:

El versículo declara: "Habló Di-s a Moisés diciendo: háblales a los hijos de Israel y diles: una mujer cuando engendrare y concibiere un varón, estará impura siete días, como el tiempo de separación por su período menstrual será impura". (Levítico 12: 1-2)

O sea, durante estos siete días, la mujer no puede mantener relaciones con su marido, por causa de la citada impureza.

Luego, los versículos que hablan del momento de la concepción de un varón, declaran respecto a la madre: "treinta y tres días permanecerá aguardando la purificación de su sangre (después del parto). Toda cosa de santidad no tocará, y al Santuario no vendrá hasta que se completen los días de su purificación" (Levítico 12: 1-4)

Apreciamos que estos 33 días la mujer permanece en estado de purificación y no puede tocar santidades, aunque el versículo no le prohíbe de ninguna manera estar con su marido.

O sea, estos 40 días que la mujer debe permanecer en estado de purificación después de concebir un varón, se dividen en dos tramos:

  • 7 días tiene prohibido mantener relaciones
  • 33 días tiene prohibido tocar santidades, e ir al Santuario

En la actualidad, al ser que no hay Santuario, por ser que el Templo Sagrado ha sido destruido, y aun no se lo reconstruyó, la mujer no necesita realizar esta purificación de los 33 días, solamente debe cuidar de no mantener contacto con su marido los siete días estipulados.

Esto que dijimos es para el alumbramiento de un varón, pero si la mujer da a luz una hembra, en ese caso, el tiempo que no puede estar con su marido es de 14 días, y el tiempo de purificación 66 días. O sea, un total de 80 días, de los cuales solo debe cuidar los 14 días que no puede estar con su marido, por el mismo motivo dicho acerca del varón.

Respecto a la diferencia de días estipulados para la purificación por concebir un varón, y una mujer, se debe a que las almas carecen de sexo, recibiéndolo cuando son destinadas a ingresar en cuerpos. En ese momento, el alma destinada a tal hombre, se separa en hembra y macho, quienes ingresan en cuerpos diferentes.

Pero como la mujer es una parte del alma "del hombre original" debiendo completarlo ("al hombre" original que se compone del alma del hombre y la mujer), por eso, por alumbrar la madre a una mujer (que es parte "del hombre original antes de separarse el alma en dos sexos") se debe purificar por la mujer que concibió, y también por el hombre del cual es parte esta hembra concebida y al cual completará cuando encuentre a su marido que es la otra mitad del "hombre original", y lo complete a través del matrimonio.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 2:22-40

“Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos conforme a la Ley de Moisés, lo trajeron a Jerusalén para presentarlo al Señor (como está escrito en la Ley del Señor: «Todo varón que abra la matriz será llamado santo al Señor»), y para ofrecer conforme a lo que se dice en la Ley del Señor: «Un par de tórtolas o dos palominos».

Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viera al Ungido del Señor.

Movido por el Espíritu, vino al templo. Cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo para hacer por él conforme al rito de la Ley, él lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios, diciendo:

- «Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra, porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel».

José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él. Los bendijo Simeón, y dijo a su madre María:

- Este está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.

Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada. Había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.

Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.

El niño crecía y se fortalecía, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios era sobre él. Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Descubrir a Cristo… algo que no sólo depende de nuestra buena voluntad, pero necesario para que por dentro tengamos ese clik que nos permitirá encontrarle el sentido a la vida.

En este lugar del mundo todos celebramos la Navidad, al menos, celebramos una fiesta con gente querida, comida, bebida y regalos en abundancia. Pero ¿qué significa este tiempo que estamos viviendo?

El nacimiento de Jesús no fue sólo un hecho en la historia, es algo que ocurre en el corazón de aquellos que descubren a Cristo. No hay una edad para esto. En la historia de hoy, tanto Simeón como Ana ya eran muy ancianos y esperaban ansiosos la llegada del Cristo y lo reconocieron en ese pequeño bebé que entró en brazos de su madre.

El descubrir a Cristo no depende enteramente de nosotros, pero es importante que haya dentro de nosotros un deseo de descubrirlo. Aunque es verdad también que algunas personas lo han descubierto sin ninguna intención, sin esperarlo.

Pero ¿qué es lo que cambia en mi vida el descubrir a Cristo?

Ahí está la clave, porque hasta ahora he hablado de descubrimiento, de clik, pero no de lo que implica en mi vida.

Una vez que descubrí a Cristo y su obra redentora, esa liberación de toda atadura, empiezo una vida en armonía conmigo misma y con los demás. Jesús vino al mundo para mostrarme a mí y a todos los que quieran escucharlo, una forma diferente de vivir en donde los preconceptos, las discriminaciones, las injusticias no pueden tener lugar. A partir de su vida, Jesús me muestra la importancia del ser humano como valioso y único, todos creados a imagen y semejanza de Dios, mereciendo un mismo respeto y dignidad. A partir de ahí yo no puedo aceptar este mundo tal cual se presenta, no puedo aceptar la corrupción, la injusticia, no puedo aceptar que los chicos y jóvenes deambulen por las calles sin ninguna expectativa ni sueño, que se refugien en el alcohol no la droga, que sean abusados por los adultos de muchas maneras y que las instituciones que teóricamente los ampara, se laven las manos.

Siempre en los tiempos de Navidad sobre todo recordamos a los niños, porque Dios se hizo niño en Jesús, y fue tan vulnerable e inocente como lo son todos los niños. Descubrir a Cristo es comprometerse en cambiar el mundo, buscar las formas de proteger a los niños y jóvenes del mundo que los adultos hemos creado. Amén.

Querido Jesús, enseñame a ser como vos, a darme cuenta que nuestro mundo puede ser diferente, que no tengo que resignarme a la realidad como algo inamovible, algo imposible de transformar. Ayudame a animarme a romper estructuras, a romper preconceptos, a aceptar al otro de la misma manera que vos lo hiciste con la gente de tu tiempo, a veces incluso gente despreciada y marginada. Dame las fuerzas y la determinación necesaria para no quedarme en palabras y buenas intensiones. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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