viernes, 10 de diciembre de 2010

5 de Diciembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 72

Oh Dios, concede tu justicia al rey

y tu rectitud al descendiente de reyes,

para que gobierne a tu pueblo con justicia

y a tus pobres con rectitud.


Que las montañas traigan al pueblo la paz,

y las colinas, la justicia;

que él defienda a los humildes del pueblo,

socorra a los hijos de los pobres

y aplaste al opresor.


Que dure tanto como el sol y la luna,

a lo largo de las generaciones;

6 que sea como lluvia que cae sobre el césped

y como chaparrones que riegan la tierra.


Que en sus días florezca la justicia

y abunde la paz, mientras dure la luna;

que domine de un mar hasta el otro,

y desde el Río hasta los confines de la tierra.


Que se inclinen ante él las tribus del desierto,

y sus enemigos muerdan el polvo;

que los reyes de Tarsis y de las costas lejanas

le paguen tributo.


Que los reyes de Arabia y de Sebá

le traigan regalos;

que todos los reyes le rindan homenaje

y lo sirvan todas las naciones.


Porque él librará al pobre que suplica

y al humilde que está desamparado.

Tendrá compasión del débil y del pobre,

y salvará la vida de los indigentes.


Los rescatará de la opresión y la violencia,

y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos.

Por eso, que viva largamente y le regalen oro de Arabia;

que oren por él sin cesar

y lo bendigan todo el día.


Que en el país abunden los trigales

y ondeen sobre las cumbres de las montañas;

que sus frutos broten como el Líbano

y florezcan como la hierba de los campos.


Que perdure su nombre para siempre

y su linaje permanezca como el sol;

que él sea la bendición de todos los pueblos

y todas las naciones lo proclamen feliz.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

el único que hace maravillas.

Sea bendito eternamente su Nombre glorioso

y que su gloria llene toda la tierra.

¡Amén! ¡Amén!” Amén.


Curiosidades


¿Quién era Juan el Bautista?


Juan el Bautista nació cerca del año 7 a.C., de una pareja ya entrada en años, el sacerdote Zacarías y su esposa Elisabet, y se crió en el desierto de Judea, donde recibió su llamamiento profético alrededor del año 27 d.C. La teoría de que pasó ese período en el desierto en relación con la comunidad de Qumrán u otro grupo esenio similar debe tomarse con cuidado; aún si pudiésemos probarlo, fue un nuevo impulso lo que lo llevó a “preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”, y su ministerio profético debe de haber comprendido una ruptura con cualquier grupo esenio o similar con el que pudiera haberse relacionado anteriormente. Cuando el espíritu de profecía descendió sobre él rápidamente ganó fama como predicador que llamaba al arrepentimiento nacional. Multitudes acudieron a escucharlo, y muchos fueron bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.

Su actitud hacia el orden establecido en Israel fue de una radical condena: “el hacha”, dijo, Está puesta a la raíz de los árboles”. Denunció a los jefes religiosos del pueblo como generación de víboras, y negó validez al simple hecho de descender de Abraham. Era necesario un nuevo comienzo; había llegado el momento de sacar la nación en general un remanente leal que estuviera listo para la inminente llegada del que venía y del juicio que llevaría a cabo. Juan pensaba, y decía, de sí mismo, que era simplemente uno que había venido a preparar el camino de aquel que iba a llegar, y agregó que era indigno de llevar a cabo el más insignificante de los servicios. Mientras que el propio ministerio de Juan se caracterizó por el bautismo con agua, el del que vendría sería un bautismo con el Espíritu Santo y con fuego.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Mateo 3:1-12

“En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca». A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: "Una voz grita en el desierto:

Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos".

Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro, y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo: «Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se contenten con decir: «Tenemos por padre a Abraham». Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible». Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Un camino sin estorbos, sin obstáculos, llano, en donde uno puede caminar tranquilamente disfrutando simplemente del paisaje, del andar, de la vida.

Pero nuestra vida, si la pensamos como un camino, no es así. Todos los días nos encontramos con algo que nos impide caminar tranquilamente. Todos los días se nos presentan situaciones más o menos graves que exigen de nosotros resoluciones, desgaste, creatividad. Cada día tenemos que poner de nuestro esfuerzo para salir adelante.

Y hay algo, que es muy importante, un ingrediente que hace que el camino transitado no sea tan duro, tan difícil: la actitud, cómo cada uno de nosotros enfrentamos las cosas, qué ponemos de nuestra parte para que nuestra vida no la tomemos como una tragedia.

Nuestra actitud hace que los problemas que nos toca enfrentar sean más o menos complicados, depende de nosotros, y eso no s siempre igual ni tan sencillo.

Es ahí en donde la fe en Dios comienza a jugar un papel importante. Saber que no estamos solos a la hora de enfrentar los problemas, que Dios nos ayuda, nos da fuerzas y capacidad para resolverlos permite que los obstáculos se relativicen y podamos verlos simplemente como desafíos al que somos llamados a enfrentar, pero con la certeza que nunca van a ser mayores que nuestra capacidad de resolverlos.

Esa confianza, esa tranquilidad que nos trae la fe es el principio de un camino más llano, más firme y disfrutable. Dejar nuestros problemas en la mano de Dios, no preocupándonos más de la cuenta, dejando que las cosas fluyan naturalmente es lo que nos permite caminar por esta vida con alegría a pesar del dolor, del sufrimiento y los problemas.

Enfrentar cada día tranquilos, buscando solucionar las cosas a su momento y no ahogarnos en un vaso de agua, esa es la fórmula para una vida más tranquila. Juan el Bautista nos llama a allanar nuestros caminos para recibir al Señor, te llama a vos, y depende de vos la vida que quieras llevar. Si aceptas a Jesús en tu corazón y permitís que Dios te lleve por la vida, como una madre a su pequeño, todo va a ser más sencillo y más pleno. Vivirás el día a día con sus cosas sabiendo que Dios te protege.

Si decidís que vos sólo te las podés arreglar y que esta cosa de la religión es algo para los débiles y los ñoños, entonces vas a tener que arreglártelas solo… pero tal vez esto te agote y te desanimes.

Depende de vos: si querés un camino llano o te gustan las carreras de obstáculos. Amén.

Querido Padre y Madre celestial, sé que a veces soy terca y pretendo vivir una vida como si vos no existieras, pensando que de esa manera no tengo que asumir las exigencias de la fe, pero después me doy cuenta del alivio que siento cuando te dejo todos mis problemas y preocupaciones y me pongo muy feliz de saber que vos me acompañás y llevás mi carga. Ayudame a mantenerme siempre en la fe, a no dejar que el entorno influya sobre mí y me diga que la fe es cosa de antes. Bendecime con tu Espíritu Santo, para que nada ni nadie me aleje de vos, te lo pido en el nombre de tu Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo. Amén.

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