martes, 28 de diciembre de 2010

2 de Enero

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:


Salmo 147


“¡Aleluya!


¡Qué bueno es cantar a nuestro Dios,

qué agradable y merecida es su alabanza!


El Señor reconstruye a Jerusalén

y congrega a los dispersos de Israel;

sana a los que están afligidos

y les venda las heridas.


El cuenta el número de las estrellas

y llama a cada una por su nombre:

nuestro Señor es grande y poderoso,

su inteligencia no tiene medida.

El Señor eleva a los oprimidos

y humilla a los malvados hasta el polvo.


Respondan al Señor dándole gracias,

toquen la cítara para nuestro Dios.


El cubre el cielo de nubes

y provee de lluvia a la tierra;

hace brotar la hierba en las montañas

y las plantas para provecho del hombre;

dispensa su alimento al ganado,

y a los pichones de cuervo que claman a él.


No le agrada el vigor de los caballos

ni valora los músculos del hombre:

el Señor ama a los que lo temen

y a los que esperan en su misericordia.


¡Glorifica al Señor, Jerusalén,

alaba a tu Dios, Sión!


El reforzó los cerrojos de tus puertas

y bendijo a tus hijos dentro de ti;

él asegura la paz en tus fronteras

y te sacia con lo mejor del trigo.


Envía su mensaje a la tierra,

su palabra corre velozmente;

reparte la nieve como lana

y esparce la escarcha como ceniza.


El arroja su hielo como migas,

y las aguas se congelan por el frío;

da una orden y se derriten,

hace soplar su viento y corren las aguas.


Revela su palabra a Jacob,

sus preceptos y mandatos a Israel:

a ningún otro pueblo trató así

ni le dio a conocer sus mandamientos.

¡Aleluya!” Amén.


Curiosidades


¿Por qué el evangelio según San Juan comienza como el libro del Génesis?


El propósito de Juan es revelar la gloria de Jesús como Hijo de Dios. Como hijo preexistente compartía la gloria del Padre, y en su vida terrenal su gloria quedó demostrada ante el mundo – o más bien ante aquellos que tenían ojos para ver – mediante la serie de señales que realizó. Pero aún en dichas señales Jesús no buscaba su propia gloria sino la del Padre. Esta revelación ante el mundo es el tema de los capítulos 1-12, que concluye con un resumen y un claro cambio de pensamiento. Como en general el mundo no había creído en él, Jesús se volvió a sus discípulos, y en los capítulos 13-17 tenemos una revelación de su gloria, vista en servicio humilde, a los discípulos, que también fueron llamados a una vida en la que Dios fuese glorificado. Pero también encuentra expresión aquí un tema que había sido sugerido anteriormente, a saber que la glorificación suprema de Jesús se dio en su pasión y su muerte. La tercera sección de este evangelio (18-21) nos muestra que ha llegado la hora en que Jesús es glorificado coma el Hijo de Dios y, a su vez, glorifica a Dios.

El primer capítulo es como un anticipo de todo el evangelio en donde de una forma poética resume el contenido y el mensaje del evangelio.


Evangelio


Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:


Juan 1:1-18


“Al principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.

Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.

En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la percibieron.

Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.

Vino como testigo,

para dar testimonio de la luz,

para que todos creyeran por medio de él.

El no era luz,

sino el testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.

Ella estaba en el mundo,
y el mundo fue hecho por medio de ella,
y el mundo no la conoció.

Vino a los suyos,
y los suyos no la recibieron.

Pero a todos los que la recibieron,
a los que creen en su Nombre,
les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.

Ellos no nacieron de la sangre,
ni por obra de la carne,
ni de la voluntad del hombre,
sino que fueron engendrados por Dios.

Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él, al declarar:

«Este es aquel del que yo dije:

El que viene después de mí

me ha precedido,

porque existía antes que yo».

De su plenitud, todos nosotros hemos participado
y hemos recibido gracia sobre gracia:

porque la Ley fue dada por medio de Moisés,
pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.

Nadie ha visto jamás a Dios;
el que lo ha revelado es el Hijo único,
que está en el seno del Padre.”
Amén.


Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:


Una nueva creación. Una nueva oportunidad…

Y cuando digo “creación” hablo de armonía, equilibrio, paz. Cuando hablo de creación hablo de ecología, de igualdad de derechos, de oportunidades, de complementariedad, de piezas de rompecabezas que encajan perfectamente, en donde nadie queda afuera y todos somos importantes y necesarios.

¿Sabías que todo tiene un propósito, que cada uno de nosotros hemos sido creados con una misión? ¿Qué cada ser que habita el planeta (y el universo, si querés), cada cosa que nos rodea tiene algo para dar, tiene una razón de ser?

Dios creó el mundo, por más escéptico que seas, aunque te definas agnóstico, no hay manera de no asumir que alguien o algo creó el universo. Ahora se explica a través de la teoría del bing bang, pero no es la única teoría…

La realidad es que no hay manera de no asumir que existe Dios, aunque lo quieras llamar ser supremo o energía, o qué sé yo. Dios como creador y recreador constante, dueño de la armonía y equilibrio, sólo en Él logramos vivir en paz, en sabiduría, en armonía, aceptándonos mutuamente a pesar de nuestras diferencias. Conocemos a Dios por sus actos, por su manifestación, pero como dice Juan, nadie ha visto jamás a Dios, y sigue: sólo su Hijo, quien nos lo ha rebelado. Estoy hablando de Jesús.

Si tomás los dichos de Jesús, sus palabras, sus enseñanzas, su norma de vida, la forma de conducirse, ves a Dios reflejado en una persona de carne y hueso (porque Jesús fue una persona igual a vos, a mí…). Su vida como un ejemplo para cada ser humano, independientemente de su fe, nos permite conocer a Dios.

Fijate que la Ley que implantó Jesús, fue la Ley del amor hacia Dios, hacia quienes nos rodean y hacia nosotros mismos. Un perfecto equilibrio entre la ecología, los derechos humanos y la autoestima. Fijate que si cumplimos la Ley del amor, llegamos a lo que hablábamos al principio, la “creación” como armonía, equilibrio, paz.

Te invito a que tomes esta poesía tan hermosa que se encuentra en el primer capítulo del evangelio según Juan y que saborees cada palabra. Que te dejes llevar por cada imagen, cada sensación que te da al leerlo lentamente. No importa si te decís agnóstico, o si esto de la religión es una pavada, vas a ver que por encima de todo eso, aquí están las palabras que te van a dar paz, que te van a bajar la ansiedad, que te van a bajar los decibeles, las palabras que vos necesitás ahora. Amén.


Querido Dios, que desde un principio habías planeado crearme, así, tal como soy. Que me creaste con una misión… ayudame a descubrir qué es lo que tengo que hacer, cuál es mi lugar, mi desafío. Sé que esto también implica un compromiso de mi parte y sé también que muchas veces me “hago la loca” y prefiero vivir egoístamente. Pero hoy te digo que quiero ser parte activa en tu creación, transformar mi pequeño entorno a través del amor, ése mismo amor a través del cual Jesús entregó su vida por mí. Te lo pido en el nombre de tu Hijo Jesucristo que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo. Amén.

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