martes, 28 de diciembre de 2010

23 de Enero

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:


Salmo 40


“Esperé confiadamente en el Señor:

él se inclinó hacia mí

y escuchó mi clamor.


Me sacó de la fosa infernal,

del barro cenagoso;

afianzó mis pies sobre la roca

y afirmó mis pasos.


Puso en mi boca un canto nuevo,

un himno a nuestro Dios.

Muchos, al ver esto, temerán

y confiarán en el Señor.


¡Feliz el que pone en el Señor

toda su confianza,

y no se vuelve hacia los rebeldes

que se extravían tras la mentira!


¡Cuántas maravillas has realizado,

Señor, Dios mío!

Por tus designios en favor nuestro,

nadie se te puede comparar.

Quisiera anunciarlos y proclamarlos,

pero son innumerables.


Tú no quisiste víctima ni oblación;

pero me diste un oído atento;

no pediste holocaustos ni sacrificios,

entonces dije: «Aquí estoy.


En el libro de la Ley está escrito

lo que tengo que hacer:

yo amo. Dios mío, tu voluntad,

y tu ley está en mi corazón».

Proclamé gozosamente tu justicia

en la gran asamblea;

no, no mantuve cerrados mis labios,

tú lo sabes, Señor.


No escondí tu justicia dentro de mí,

proclamé tu fidelidad y tu salvación,

y no oculté a la gran asamblea

tu amor y tu fidelidad.


Y tú, Señor, no te niegues

a tener compasión de mí;

que tu amor y tu fidelidad

me protejan sin cesar.


Porque estoy rodeado de tantos males,

que es imposible contarlos.

Las culpas me tienen atrapado

y ya no alcanzo a ver:

son más que los cabellos de mi cabeza,

y me faltan las fuerzas.


Líbrame, Señor, por favor;

Señor, ven pronto a socorrerme.

Que se avergüencen y sean humillados

los que quieren acabar con mi vida.


Que retrocedan confundidos

los que desean mi ruina;

queden pasmados de vergüenza

los que se ríen de mí.


Que se alegren y se regocijen en ti

todos los que te buscan

y digan siempre los que desean tu victoria;

«¡Qué grande es el Señor!»


Yo soy pobre y miserable,

pero el Señor piensa en mí;

tú eres mi ayuda y mi libertador,

¡no tardes, Dios mío!” Amén.


Curiosidades


¿Qué quiere decir el ser bautizado por el Espíritu Santo?


La relación entre Bautismo y el don del Espíritu, que aparece en el libro de Hechos de los Apóstoles, es motivo de grandes discusiones. Algunos sostienen que el Espíritu se recibía por el Bautismo, o mediante la imposición de manos, o por ambos medios, siendo los dos actos rituales partes integrantes de un solo sacramento conjunto. Cada una de estas posiciones puede invocar apoyo en algún punto del libro de los Hechos. Pero a menos que se logre mayor apoyo, resulta muy difícil sostener que en el cristianismo primitivo había un concepto uniforme cobre este tema, o que Lucas estaba procurando promover un determinado punto de vista. Es más probable que para Lucas y los primeros cristianos el factor realmente decisivo para demostrar la realidad de la entrega de una persona a Dios y su aceptación por él era el don del Espíritu; la presencia del Espíritu resultaba fácilmente discernible por sus efectos en la vida del que lo recibía. En este encuentro divino-humano, el Bautismo representaba un papel importante, particularmente, y por lo menos, como expresión de arrepentimiento y entrega al Señor, como señal de haber ingresado al discipulado de Jesús y de entrar a formar parte del grupo de sus discípulos, y generalmente como el contexto del encuentro divino-humano en el cual se daba y se recibía el Espíritu. Una perspectiva más “elevada” del Bautismo tiene muy poco por lo cual fundarse.


Evangelio


Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:


Juan 1:29-34


“Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije:

Después de mí viene un hombre

que me precede,

porque existía antes que yo.

Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel». Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo". Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios».” Amén.


Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:


¿Has vivido una experiencia mística o algo así como una revelación? Estoy hablando de algo, no necesariamente fantástico, pero que de repente viste las cosas de una manera totalmente diferente, como si se te cayeran las vendas de los ojos. Como que de repente se te cayera la ficha de todo y dijeras: “Ahora sí que entiendo todo”.

En muchas iglesias se habla sobre la conversión, un suceso casi sobrenatural en donde la persona es sacudida y después de eso se entrega al Señor con todo su ser. Hay un antes y un después absolutamente diferente uno del otro. Como una especie de shock, una descarga eléctrica.

Pero no quiero hablar de eso, quiero hablar de ese momento, que en realidad te pueden suceder varias veces en la vida, en que te das cuenta de que Dios te acompañó, que estuvo con vos en tal o cual momento. Esa experiencia que te reafirma en la fe, que comprendés que todo lo que pasó tenía que ver con la realidad en la que hoy vivís, como las piezas de un rompecabezas, como el tejido de un telar, en donde los hilos van y vienen, pero sólo una vez tejido logramos ver el diseño, el dibujo.

¿Lo has sentido? ¿Te ha pasado?

Eso es ver a Dios, sentir la presencia de Jesús en nuestras vidas, dándole sentido a lo que sentimos sinsentido, dándole valor a lo que tal vez en otro momento despreciamos.

La presencia de Dios en nuestras vidas, el darnos cuenta de que él tiene el control es un alivio en medio del caos que a veces vivimos. Sentir que no estamos solos a pesar de que lo pareciera, nos da valor para no achicarnos a la hora de los desafíos, a la hora en que muchos se acobardan y se echan atrás.

No hace falta que baje una paloma del cielo, ni que una luz nos venga del cielo, ni que se escuche un trueno cuando no hay nubes, tampoco que un ángel nos visite o el mismo Jesús. Hace falta un corazón abierto y un deseo de encontrar a Jesús en nuestro corazón. No hace falta que todos los días estemos tan entusiasmados ni tan fortalecidos en la fe ni convencidos, mientras que en la hora de la necesidad no refugiemos en Dios, en los brazos de Jesús, que busquemos su palabra de consuelo, entonces vamos a encontrar una respuesta y se nos va a caer la ficha, la venda de nuestros ojos. Amén.


Querido Jesús, sé que a veces me voy por ahí, que me siento fuerte e independiente, que no necesito de nadie, incluso de Dios. Pero eso es pasajero, porque al fin me doy cuenta de que no hay manera de alejarme de vos, porque estás en mi corazón y me acompañás en todo momento. Por eso te quiero agradecer porque estás y porque no te fijás en mis andanzas, en mis alejamientos. Gracias, Jesús, por tu amor, tu misericordia y tu perdón. Gracias, en el nombre del Padre y de Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario