viernes, 16 de diciembre de 2016

18 de Diciembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 24

“Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes
porque él la fundó sobre los mares,
él la afirmó sobre las corrientes del océano.

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado?
El que tiene las manos limpias y puro el corazón;
el que no rinde culto a los ídolos
ni jura falsamente:

él recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su Salvador.
Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.

¡Puertas, levanten sus dinteles,
levántense, puertas eternas,
para que entre el Rey de la gloria!

¡Y quién es ese Rey de la gloria?
Es el Señor, el fuerte, el poderoso,
el Señor poderoso no los combates.

¡Puertas, levanten sus dinteles,
levántense, puertas eternas,
para que entre el Rey de la gloria!

¿Y quién es ese Rey de la gloria?
El Rey de la gloria
es el Señor de los ejércitos.” Amén.

Curiosidades

¿Qué grandes definiciones dogmáticas surgieron a partir de Trento?

Frente al postulado protestante de la sola Escritura, los padres conciliares establecieron que las enseñanzas de la Iglesia se fundamentan en la Escritura, debidamente interpretada, y en la tradición. En este contexto, tuvieron que llevar a cabo la laboriosa pero indispensable tarea de fijar el canon de la Escritura, es decir, determinar, con sus nombres concretos, los libros de la Biblia inspirados por Dios que deben ser tenidos como fuente de la revelación. Esta labor se hizo urgentemente necesaria porque los reformadores negaban el carácter de sagrados a los escritos que estaban en abierta contradicción con sus enseñanzas, como la Carta de Santiago (la "carta de paja" según Lutero), que habla de la necesidad de las obras para la salvación. En las medidas disciplinares tomadas sobre este punto se decretó la obligación de crear en las iglesias principales cátedras para la exposición de la Escritura. Se echaban así los cimientos del posterior florecimiento de la exégesis católica.
Otro de los grandes principios de la teología protestante afirma que el hombre se justifica -y, por consiguiente, se salva- por la sola fe, sin las obras. Es más, según algunos teólogos de la Reforma, las obras del hombre son siempre y en cualquier circunstancia malas, porque proceden de una naturaleza radicalmente corrompida por el pecado original. El concilio enunció una doctrina mucho más matizada. Admitía, de acuerdo con la Escritura, que la justificación es un puro don de Dios al hombre. Ahora bien, esta justificación no consiste en que Dios declara, como juez que emite una sentencia, que el hombre queda justificado. Así podría entenderlo tal vez la teología nominalista estudiada por Lutero. Según el concilio, el hombre se justifica mediante una gracia que Dios le concede, que le renueva interiormente y le convierte en una nueva criatura, capacitada para llevar a cabo obras buenas, agradables a Dios. Estas obras son, pues, don de Dios, pero también, a la vez, mérito del hombre que las lleva a cabo con la ayuda de la gracia de Dios.
Tras el decreto sobre la justificación, los padres conciliares desarrollaron -como prolongación lógica de la misma- la doctrina sobre los sacramentos, ya que a través de ellos Dios comunica al hombre la justicia, o se la aumenta cuando ya la tiene, o la repara si la ha perdido.
Los sacramentos son actos o ritos simbólicos, por los que Dios comunica al hombre la salvación. Son símbolos necesarios para hacer posible el encuentro personal con Dios, porque el hombre, ser espiritual y trascendente, tiene también, al mismo tiempo, una estructura corpórea, social e interpersonal. Son signos eficaces por sí mismos, es decir, transmiten, a quienes lo reciben con la debida disposición, lo que las palabras que acompañan al rito o símbolo significan. Nada importa la santidad o la maldad personal de quien los administra. Confirmando la doctrina del concilio de Florencia, el de Trento fija su número en siete y afirma que todos ellos han sido instituidos por Cristo.
http://www.historia-religiones.com.ar/el-concilio-de-trento-85

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Mateo 1:18-24

“Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no han vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:
"La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel", que traducido significa: «Dios con nosotros». Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

¿Cuántas veces te has acostado con una idea, una decisión tomada y cuando te levantás de mañana ves las cosas de otra manera, con nuevas ideas, nuevas decisiones?
Esto está relacionado con la función reparadora del sueño. De noche el cerebro se ordena, es como si pasara el desfragmentador de la compu que permite funcionar más ágilmente. Esto mismo nos pasa a nosotros. Por eso es tan importante descansar bien, en una buena cama, en silencio o música suave, sin luz y en un ambiente aireado. Cuando tenemos un buen descanso, indudablemente estamos de mejor humor y rendimos mucho mejor en nuestro trabajo.
Lo que las personas cristianas también creemos es que Dios, en la noche, nos acompaña en ese sueño reparador y muchas veces nos aclara las ideas. Por eso, al acostarnos hacemos una oración y luego nos dormimos. Si nos despertamos en la noche con algo que nos aqueja o simplemente nos desvelamos, volvemos a hablar un poco con Dios, rezando alguna oración, recitando algún Salmo o cantando una canción, y rápidamente conciliamos el sueño.
Dios nos ayuda a aclarar la mente mientras dormimos, y eso es una gran cosa, porque nos trae alivio y paz a nuestras vidas, pero también soluciones a nuestros problemas.
Por eso es importante también no tomar decisiones apresuradas porque nos podríamos equivocar. ¡Imagínense como hubiera sido la historia si José se hubiera marchado, dejándola sola a María, cuando se dio cuenta de que estaba embarazada de “otro”! nunca se hubiera enterado que jamás le fue infiel, sino que Dios la había elegido a ella como madre de su hijo, y a él, como su padre adoptivo. José se habría perdido de ser un protagonista muy importante en la historia de la Salvación.
Las preocupaciones y los problemas a la noche son tan oscuros como ella. La noche no es el momento de tomar decisiones: siempre hay que dejar que las ideas maceren en nuestras cabezas… y que Dios actúe. Recordalo para la próxima vez. Amén.

Querido Jesús, sé que a veces soy apresurada y que me ahogo en un vaso de agua. Ayúdame a tomarme el tiempo, a dejar que pase la noche, descansar en las manos de Dios y dejar que su Espíritu actúe en mí, para tomar la mejor decisión. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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