viernes, 9 de diciembre de 2016

11 de Diciembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 146

“¡Aleluya!

¡Alaba al Señor, alma mía!
Alabaré al Señor toda mi vida;
mientras yo exista, cantaré a mi Dios.

No confíen en los poderosos,
en simples mortales, que no pueden salvar:
cuando expiran, vuelven al polvo,
y entonces se esfuman sus proyectos.

Feliz el que se apoya en el Dios de Jacob
y pone su esperanza en el Señor, su Dios:
él hizo el cielo y la tierra,
el mar y todo lo que hay en ellos.

El mantiene su fidelidad para siempre,
hace justicia a los oprimidos
y da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos,

abre los ojos de los ciegos
y endereza a los que están encorvados.
El Señor protege a los extranjeros
y sustenta al huérfano y a la viuda;
el Señor ama a los justos
y entorpece el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
reina tu Dios, Sión,
a lo largo de las generaciones.” Amén.

Curiosidades

¿Cuál fue la mayor preocupación de quienes llevaron adelante el Concilio de Trento?

La principal preocupación de los padres conciliares fue delimitar claramente la verdadera fe de la Iglesia católica frente a las desviaciones de la Reforma. Los reformadores ponían el acento sobre dos temas y a ellos consagró el concilio la mayor parte de sus sesiones dogmáticas: la sola Escritura como única autoridad doctrinal y la sola fe como fuente de justificación. Las definiciones conciliares sobre estos puntos han sido, durante cuatrocientos años, la piedra angular de la enseñanza oficial de la Iglesia católica. De hecho, una gran parte del esfuerzo de los teólogos postridentinos se consagró a fundamentar y consolidar, con argumentos extraídos tanto de la Escritura como de la tradición, la patrística y la teología especulativa, las enseñanzas del concilio.
Del rigor intelectual con que procedieron para determinar la recta doctrina da buena idea el orden seguido para llegar a las conclusiones. Se fijaron tres tipos de "congregaciones": particulares, generales y solemnes. En las congregaciones particulares, teólogos expertos en el tema debatido exponían sus puntos de vista en presencia de los padres conciliares, que podían así tener información rápida, sólida y de primera mano. A continuación, en las congregaciones generales, los padres conciliares analizaban de nuevo la materia y formulaban sus conclusiones. Por último, en las congregaciones solemnes se sometía el tema a votación. Sólo tenían derecho a voto los obispos, en cuanto garantes de la tradición apostólica. Excepcionalmente se concedió este derecho a algunos superiores generales de órdenes religiosas, adornados de singular prestigio. La función de los teólogos era meramente consultiva.
http://www.historia-religiones.com.ar/el-concilio-de-trento-85

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Mateo 11:2-11

“Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?». Jesús les respondió: «Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de escándalo!». 
Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo:
«¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes. ¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. El es aquel de quien está escrito:
"Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino".
Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Hasta las personas más firmes en la fe tienen su momento de flaquean en la fe. No porque duden de Dios, sino porque no logran comprender el momento que les toca vivir o no logran interpretar las señales que Dios les envía.
No hay que sentir vergüenza por ello, porque tiene que ver con nuestra humanidad, es parte de nuestra imperfección.
Cuando Juan el Bautista termina en la cárcel, y ya no pude seguir de cerca a Jesús y su obra, entra en la duda, se queda pensando si finalmente Jesús es quien el anunciaba en el desierto. Jesús se lo confirma a partir de lo que está pasando: milagros y anuncios de salvación.
Juan llevaba una vida austera, propia de un enviado de Dios, y proclamaba el arrepentimiento sincero. Era una persona reconocida por su coherencia en todos los sentidos, y esa duda que le plantea a través de sus discípulos, Jesús no la tiene en cuenta, sino que lo ensalza ante todas las personas que lo están escuchando.
Una señora de la Congregación siempre hace alarde de su fe y como ella siempre ha confiado en Dios, que nunca ha dudado ni se ha preguntado cómo sigue la cosa. Personalmente tengo mis dudas de que realmente sea así, pero no se lo voy a expresar.
Creo que una de las grandes cosas que Dios tiene es el de aceptarnos tal como somos, incluso con nuestras fallas, vaivenes y flaqueos.
La fe, al igual que el amor, a veces es intensa, a veces entusiasta a veces apenas suave, y es así porque los seres humanos nos caracterizamos por sr así, inestables, pero también dudosos… ¿y si el camino que estoy andando es para el otro lado, qué hago?
No es fácil descubrir las señales de Dios ni leer sus designios, lo bueno es que podemos comunicarnos con él todas las veces que queramos y nos sacará de la duda. Esa es la fe que espera de cada uno de nosotros, la confianza de que Dios siempre nos recibe y nos acepta. Amén.

Querido Jesús, ¡gracias por aceptarme y quererme tal cual soy, con mis altibajos y mis dudas! Ayúdame a ser más firme y segura, para dar un verdadero testimonio de vos. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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