domingo, 29 de diciembre de 2013

19 de Enero

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 40

“Pacientemente esperé a mi Señor,
y se inclinó a mí y oyó mi clamor,
y me hizo sacar del pozo de la desesperación,
del lodo pantanoso;
puso mis pies sobre peña
y enderezó mis pasos.
Puso luego en mi boca cántico nuevo,
alabanza a nuestro Dios.
Verán esto muchos y temerán,
y confiarán en mi Señor.

¡Bienaventurado el hombre que puso en mi Señor su confianza
y no mira a los soberbios
ni a los que se desvían tras la mentira!
Has aumentado, mi Señor, Dios mío, tus maravillas
y tus pensamientos para con nosotros.
No es posible contarlos ante ti.
Aunque yo los anunciara y hablara de ellos,
no podrían ser enumerados.

Sacrificio y ofrenda no te agradan;
has abierto mis oídos;
holocausto y compensación no has demandado.
Entonces dije: «He aquí, vengo;
en el rollo del libro está escrito de mí;
el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado,
y tu Ley está en medio de mi corazón.»

He anunciado justicia en la gran congregación;
he aquí, no refrené mis labios,
mi Señor, tú lo sabes.
No encubrí tu justicia dentro de mi corazón;
he publicado tu fidelidad y tu salvación;
no oculté tu misericordia y tu verdad en la gran congregación.

Mi Señor, no apartes de mí tu misericordia;
tu misericordia y tu verdad me guarden siempre,
porque me han rodeado males sin número;
me han alcanzado mis maldades y no puedo levantar la vista.
Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza
y mi corazón me falla.

Quieras, mi Señor, librarme;
mi Señor, apresúrate a socorrerme.
Sean avergonzados y confundidos a una
los que buscan mi vida para destruirla.
Vuelvan atrás y avergüéncense
los que mi mal desean.
Sean asolados en pago de su afrenta
los que se burlan de mí.

Gócense y alégrense en ti
todos los que te buscan,
y digan siempre los que aman tu salvación:
«¡Mi Señor sea enaltecido!»
Aunque yo esté afligido y necesitado,
mi Señor pensará en mí.
Mi ayuda y mi libertador eres tú.
¡Dios mío, no te tardes! Amén.

Curiosidades

¿Quién era Sóstenes?

Sóstenes era el principal de la sinagoga de Corinto, y sucesor y posiblemente colega del converso Crispo. Fue atacado en el tribunal cuando Galión rechazó la acusación judía contra Pablo, ya sea en una demostración antisemita por parte de los griegos (como indica el texto occidental) o por despecho de los judíos por considerarlo vocero tibio y ineficaz.
Esto último podría indicar simpatías pro cristianas: ¿Es que “Pablo plató, Apolos regó”? “El hermano Sóstenes” fue uno de los remitentes de 1 Corintios, y Sóstenes no es un nombre griego muy común. El tacto y la modestia de Pablo, al dirigirse a una iglesia sensible en relación con la ex archisinagoga, entonces es Éfeso, explican mejor la alusión. No se trata de paternidad literaria compartida.
La inclusión de Sóstenes entre los Setenta indudablemente refleja su supuesta participación en una carta canónica.
Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

1 Corintios 1:1-3

Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro. Gracia y paz a ustedes, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Es curioso como la palabra “santo” se ha tergiversado desde su origen. En el lenguaje bíblico significa que Dios está presente en esa persona o en el grupo de personas, por eso en el credo apostólico decimos “la santa Iglesia Cristiana” y “la comunión de los santos”. Esto de ninguna manera significa perfecto o libre de pecado o fallas.
Cuando nosotros decimos que alguien es santo, la idea es que es alguien que está por encima de las demás personas, algo así como un semi Dios. La persona que le adjudicamos ese adjetivo es alguien quieto, callado, casi imperceptible. Tal vez porque se parece más a una estatua la identificamos con una de los santos que están en los templos católicos.
De hecho la veneración a los santos nos lleva a identificar la palabra “santo” con alguien más elevado en todo al resto de las personas. Por cierto, esto nada tiene que ver con el origen de la palabra.
La santidad no es la perfección, es la presencia de Dios en la persona que hace que sus obras sean en el espíritu de Dios. Dios transforma a la persona, pero a la vez esa persona no deja de ser quien es, con sus limitaciones y sus debilidades.
El reformador Martín Lutero lo definía como justos y pecadores al mismo tiempo, que es la teología paulina. Este concepto nos acerca la posibilidad de una vida santa, pero a la vez no es mágico, sino que es un ejercicio diario en donde trabajamos para vivir en esa santidad.
Esto no quiere decir ni que seamos callados, quietos e imperturbables, todo lo contrario. La fe en Cristo nos moviliza, nos saca de nosotros mismos para ir al encuentro de los demás, ver sus necesidades y sus aflicciones para ver qué se puede cambiar y de qué manera.
Una persona que es cristiana puede divertirse, bailar, cantar, disfrutar de la vida en medio de una sociedad con sus modas y sus costumbres, siempre y cuando no atente contra la vida propia y/o ajena. El ser defensores de la vida nos hace santos, porque esa es una característica de Dios. Buscar la justicia y denunciar aquello que deshumaniza a nuestro prójimo, también es una característica de Dios. Hemos sido creados y creadas a imagen y semejanza de Dios y ése es el primer paso a la santidad, y Cristo nos mostró con su vida que es posible en nuestra limitación humana. Amén.

Querido Jesús, ayudame a mejorarme cada día, a ejercitarme en el amor, el desprendimiento, el compromiso con el otro. Dame la fortaleza y la sabiduría para seguir tus pasos, que no me empiece a sentir mejor o superior a las demás personas porque esto ya sería apartarme de vos. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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