sábado, 29 de diciembre de 2012

30 de Diciembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 128

“¡Dichosos todos los que honran al Señor!
¡Dichosos los que van por sus caminos!

¡Dichoso serás, y te irá bien,
cuando te alimentes del fruto de tu trabajo!
En la intimidad de tu casa,
tu esposa será como una vid con muchas uvas;
alrededor de tu mesa
tus hijos serán como retoños de olivo.

Así bendice el Señor
a todo aquel que le honra.
¡Que el Señor te bendiga desde el monte Sión!
¡Que veas en vida el bienestar de Jerusalén!
¡Que llegues a ver a tus nietos!

¡Que haya paz en Israel!” Amén.

Curiosidades

¿De qué manera somos hijos e hijas de Dios?

El carácter filial colectivo de Israel se destaca en el pensamiento de Pablo y en otras partes del NT. A veces esta filiación de hijo aparece como representada y cumplida en Jesucristo, como ocurre en Mateo 2:15 y en las narraciones de su bautismo y tentación. Sin embargo, aún prescindiendo de una conexión directa con el carácter filial de Cristo, “hijos de Dios” nos recuerda la aplicación del vocablo en el AT al pueblo del pacto que ha de reflejar la santidad. Si Efesios 5:1 es poco más que metafórico, Filipenses 2:15, “hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa”, está basado en el canto de Moisés, y 2 Corintios 6:18 combina una serie de pasajes que se refieren al pacto. “Los hijos de Dios que estaban dispersos” en Juan 11:52. La idea proviene de Ezequiel 34 y 37, aunque es discutible el que la referencia en Juan sea solamente a los creyentes judíos o a todos los creyentes en general.
La filiación del pueblo de Dios como hijos está, sin embargo, ligada a la filiación especial de Jesús en Hebreos. Aquí el carácter de hijo que le corresponde a Jesús es el que se le otorga al Rey-Mesías, hijo de David, que paralela al carácter filial de Israel conforme al pacto y quizá hace se resumen del mismo. Los “muchos hijos” son “descendencia de Abraham” e “hijos” por elección aun antes de la encarnación de Cristo. No obstante, son llevados “a la gloria” a través del Hijo, que comparte con ellos “carne y sangre”, estado en el cual les aseguró la salvación mediante su muerte.
Con respecto a este tema, aunque Pablo reconoce que “la relación filial” pertenece a los israelitas, insiste en que no todos los que descienden de Israel son “israelitas” en el verdadero sentido, y que, por lo tanto, no son “los hijos según la carne” sino “los … hijos de la promesa” los que son “hijos de Dios” y verdaderos participantes del privilegio.
Según esta prueba, están incluidos tanto judíos como gentiles, “pues todos son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús”. Pablo hace una exposición de esta doctrina de la filiación en Romanos 8, donde invoca el concepto de huiothesia, generalmente traducido “adopción”. Pero, aún cuando el vocablo se utiliza en el griego de la época para describir la adopción legal de niños, no está claro hasta qué punto este tipo de adopción entra en el pensamiento de Pablo. A pesar del contraste con el estado anterior de esclavitud, tanto Ro.8:15 como Gá.4:5, por lo menos en este último pasaje huiothesia parece corresponder a la apropiación de la herencia por un hijo en la “fecha señalada por el padre”.
El modelo fundamental es la acción soberana de la gracia de Dios cuando declaró a Israel, y luego al rey davídico, su hijo. Ni la filiación de Israel pueden considerarse como opuestas al hecho de que el recipiente fuese llamado “primogénito” de Dios y la huiothesia del creyente es prácticamente idéntica a la noción de generación espiritual. En Ro.8:23 la huiothesia está todavía por llegar. Aunque nuevamente está asociada con la idea de la “redención”, la acción positiva es en realidad “la manifestación de los hijos de Dios”, la que demuestra lo que en verdad ya son. Este carácter filial está indisolublemente ligado al carácter filial de Cristo mismo, que es atestiguado y controlado por el Espíritu, y su naturaleza última es manifestada cuando se pone de manifiesto la filiación de Cristo como Hijo y cuando los elegidos de Dios se ven como “hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

1 Juan 3:1-2

“Miren cuánto nos ama el Padre, que nos ha concedido ser llamados hijos de Dios. Y lo somos. El mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Pero sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él porque lo veremos tal como él es.” Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Un hijo, una hija, se parece a sus padres, heredan genéticamente el 50% de cada uno. Pero también en la convivencia diaria como padres vamos dejando una huella en nuestros hijos que hace que nos parezcamos, de hecho por esa misma razón los hijos adoptivos se parecen a sus padres adoptivos.
Cada uno de nosotros tenemos cosas parecidas a nuestros padres, con lo cual nos relacionan a ellos incluso quienes no saben de nuestro parentesco, así como también nuestros hijos se parecen a nosotros.
Los cristianos y cristianas somos hijos de Dios, y eso nos hace parecidos a Él. Su Espíritu habita en cada uno de los creyentes de manera tal que influye en nuestra forma de pensar y de actuar.
Pero a la vez nuestra naturaleza humana está presente y nos confundimos entre la gente, a simple vista no se nos distingue, es en nuestro actuar en donde se pone de manifiesta nuestra filiación divina. O al menos debería ser así.
Como cristianos y cristianas creemos que esta vida es sólo una parte, porque nos espera una vida plena en Cristo a partir de nuestra muerte y que se desplegará plenamente al fin de los tiempos, cuando se manifieste en toda su gloria en el fin de los tiempos. Esa es nuestra esperanza o lo que nos sostiene y nos permite resurgir de todo dolor.
Somos hijos e hijas de Dios, y como tales nuestra misión es que esto se vaya permeando en nuestro entorno en nuestro testimonio diario, en donde en nuestro proceder se pueda percibir claramente nuestra filiación divina.
Somos hijos e hijas de Dios, pero esto no debe ser una razón para creernos superiores al resto, ya que no ha sido por mérito sino por amor que Dios nos ha hecho sus hijos e hijas. Por eso también en nuestra forma de actuar se plasme nuestro agradecimiento a Dios, que nuestras vidas sean realmente una ofrenda a Dios.
Somos hijos e hijas de Dios y esto es una gran responsabilidad, porque nos toca también cuidar su nombre, no ensuciarlo a través de nuestras actitudes mezquinas, sino que en todo momento seamos generosos, amorosos, inclusivos y misericordiosos. Como vemos es una gran responsabilidad la que tenemos, pero a la vez no es una carga. Porque el formar parte de una familia, y más si es la familia de Dios, es una alegría y una seguridad tan grande que nos lleva a vivir dando testimonio de Cristo con todo nuestro ser. Amén.

Querido Jesús, hoy te canto con alegría agradeciéndote por el gran regalo de ser parte de tu familia. Sé que no estoy sola, que puedo contar con vos y con nuestro Padre, que me acuna en sus brazos, sé que como hija he heredado muchas cosas y que las tengo que compartir para dar testimonio de mi fe. ¡Gracias, Señor, por todo tu amor! ¡Gracias porque el ser hija de Dios me da la capacidad de amar más allá del sentimiento! ¡Gracias por tantas bendiciones que derramás sobre mí y sobre cada persona que se ha entregado a vos! En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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