viernes, 8 de abril de 2011

10 de Abril

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 130

“De lo profundo, mi Señor, a ti clamo.

Señor, oye mi voz;
estén atentos tus oídos
a la voz de mi súplica.


Mi Señor, si miras los pecados,
¿quién, Señor, podrá mantenerse?


Pero en ti hay perdón,
para que seas reverenciado.

Esperé yo en mi Señor;
esperó mi alma,
en su palabra he esperado.


Mi alma espera en mi Señor
más que los centinelas la mañana,
más que los vigilantes la mañana.


Espere Israel en mi Señor,
porque en mi Señor hay misericordia
y abundante redención con él.


Él redimirá a Israel
de todos sus pecados.”
Amén.

Curiosidades


¿Cómo eran los perfumes en los tiempos de Jesús?


El nombre de perfume o perfumes proviene del latín "per", por y "fumare", a través del humo, haciendo referencia a la sustancia aromática que desprendía un humo fragante al ser quemado, usado para sahumar. En la actualidad, la palabra «perfume» se refiere al líquido aromático que usa una mujer o un hombre, para desprender olores agradables.

Los Hebreos utilizaban los perfumes tanto para quemar en el templo como para enterrar a los muertos como demuestran las frecuentes alusiones en la Biblia a los perfumes y aromas ( Exodo xxx, Salmos de David 45, libro de los proverbios Cap. XXVII, 9; Isaías. Cap 3. Vers. 16, 24).

Las sustancias más utilizadas para elaborar perfumes, aromas y bálsamos eran los áloes, canela, madera de sándalo, alcanfor, nuez moscada, clavo y muchas otras sustancias vegetales y un nutrido conjunto de otros productos no menos olorosos pertenecen al Oriente, y durante siglos han sido desconocidos por el resto del mundo.

Los historiadores mantienen que los judíos usaban los perfumes prácticamente solo para uso ritual funerario y religioso y confirman que los judíos reservaron los perfumes para el culto sin llegar a utilizarlos para el aseo personal que les estaba prohibido basándose en los textos del Levítico en el que se imponía el castigo para aquellos que empleaban para sí los perfumes reservados para el santuario , o bien porque la vida nómada no les permitía ocuparse de un arte que pertenecía a civilizaciones avanzadas. Si aseguran que, además del perfume quemado en el templo, los judíos tenían otros que extendían sobre los muertos.

Sin embargo hay otros muchos testimonios que contradicen estas afirmaciones. Si bien es cierto que los judíos fueron un pueblo fundamentalmente nómada esto dejó de ser así cuando salieron de Egipto y se establecieron en la tierra prometida y mucho más después de la construcción del templo de Salomón, y de la consideración de Jerusalén como ciudad santa, en la que debían celebrar la Pascua cada año.

Otro de los argumentos es la larga permanencia de los judíos en Egipto donde existía la costumbre de usar perfumes para cualquier ocasión importante. Otro argumento importante aparece en el Evangelio cuando una mujer derrama sobre los pies de Jesús un frasco entero de perfume carísimo. Los que presencian el hecho lo critican por diferentes motivos, Judas, discípulo de Jesús se queja del derroche alegando lo que se hubiera podido solucionar con el dinero del perfume, mientras que uno de los asistentes duda del poder de Jesús, creyendo que desconoce quién le está ungiendo con perfume, ya que de saberlo no lo permitiría. En ningún caso se alude, -a pesar de estar en casa de un fariseo, experto en leyes- a que el hecho estaba prohibido por la ley o por la costumbre.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Juan 11:1-45

“Estaba enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana. María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con sus cabellos. Enviaron, pues, las hermanas a decir a Jesús: ‘Señor, el que amas está enfermo’. Jesús, al oírlo, dijo: ‘Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella’.

Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro.

Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Luego, después de esto, dijo a los discípulos: ‘Vamos de nuevo a Judea’. Le dijeron los discípulos: ‘Rabí, hace poco los judíos intentaban apedrearte, ¿y otra vez vas allá?’ Respondió Jesús:

‘¿No tiene el día doce horas?

El que anda de día no tropieza,

porque ve la luz de este mundo;

pero el que anda de noche, tropieza,

porque no hay luz en él’.

Dicho esto, agregó: ‘Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo’. Dijeron entonces sus discípulos: ‘Señor, si duerme, sanará’. Jesús decía esto de la muerte de Lázaro, pero ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: ‘Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, para que crean; pero vamos a él’. Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos: ‘Vamos también nosotros, para que muramos con él’.

Llegó, pues, Jesús y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios, y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano. Entonces Marta, cuando oyó que Jesús llegaba, salió a encontrarlo, pero María se quedó en casa. Marta dijo a Jesús: ‘Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto’. Pero también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará’. Jesús le dijo: ‘Tu hermano resucitará’. Marta le dijo: ‘Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final’. Le dijo Jesús:

‘Yo soy la resurrección y la vida;

el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Y todo aquel que vive y cree en mí,

no morirá eternamente.

¿Crees esto?’

Le dijo: ‘Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo’.

Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: ‘El Maestro está aquí, y te llama’. Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y fue a él. Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado. Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: ‘Va al sepulcro, a llorar allí’.

María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verlo, se postró a sus pies, diciéndole: ‘Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano’. Jesús entonces, al verla llorando y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, y preguntó: ‘¿Dónde lo pusieron?’ Le dijeron: ‘Señor, ven y ve’. Jesús lloró. Dijeron entonces los judíos: ‘¡Miren cuánto lo amaba!’ Y algunos de ellos dijeron: ‘¿No podía este, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?’ Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: ‘Quiten la piedra’. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: ‘Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días’. Jesús le dijo: ‘¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?’ Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo:

‘Padre, gracias te doy por haberme oído.

Yo sé que siempre me oyes;

pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor,

para que crean que tú me has enviado’.

Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ‘¡Lázaro, ven fuera!’ Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: ‘Desátenlo y déjenlo ir’.

Entonces muchos de los judíos que habían ido para acompañar a María y vieron lo que había hecho Jesús, creyeron en él.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Las emociones son parte de nuestras vidas: lloramos, nos reímos, nos enojamos…

Pero hay algo muy importante, y es que a pesar de que las emociones son parte de nuestras vidas y que es bueno el dejar que afloren, existe un peligro: dejarse dominar por ellas.

Cuando una persona se deja dominar por las emociones pierde el control y puede llegar a hacer daño: a sí misma o a los demás. Cuando nos dejamos llevar por el enojo decimos o hacemos cosas de las cuales más tarde nos arrepentimos y es muy difícil remediar. Cuando nos dejamos llevar por la alegría, pronto se vuelve en euforia y pronto nos desbocamos y hacemos desmanes de los cuales después nos arrepentimos. Cuando dejamos que la tristeza nos invada y tome cuenta de nuestras vidas es cuando entramos en la depresión que pronto lleva a la desesperación y llegamos a hacer cosas de las cuales tan vez no tengamos tiempo para arrepentirnos, tal el caso del suicidio.

Las emociones son buenas y nos permiten sentir y percibir lo que sucede a nuestro alrededor, pero también nuestro propio estado emocional. Es bueno sentir, pero siempre en una medida que no nos impida actuar o buscar una solución.

Jesús estaba triste con la muerte de Lázaro, el ver a sus hermanas tan afligidas también lo conmovía, pero eso no impidió que actuara y lo resucitara, no se dejó desbordar por los sentimientos. Así también nosotros como cristianos debemos lograr controlar nuestras emociones, esto servirá de testimonio y también como una obra de bien en donde a la hora de enojo buscamos el diálogo y la conciliación, a la hora de la alegría nos acordamos de agradecer y alabar a Dios por su bendición, a la hora de la tristeza, buscamos el consuelo en la Palabra y en la comunión entre los hermanos y hermanas, con la conciencia de que ahí encontraremos la ayuda y contención.

Las emociones son un don que Dios nos ha dado para que podamos percibir y sentir lo que nos pasa y lo que le pasa a otras personas, pero nunca deben ser el centro de nuestras vidas, ni deben dominarla. Amén.

Querido Jesús, ayudame a ser consciente de cuando me dejo dominar por mis emociones, dejo de pensar, ayudame que mis emociones sean una herramienta para actuar, para servir a los demás, pero también para escuchar a mi corazón y percibir lo que me está pasando. Te lo pido a vos que reinás junto al Padre y al Espíritu Santo por toda la eternidad. Amén.

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