jueves, 28 de octubre de 2010

31 de Octubre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 10

“¿Por qué, mi Señor, te quedas lejos,
te escondes en las horas de la angustia?
Por el orgullo del impío es perseguido el desdichado,
queda preso en la trampa que le ha urdido.
Sí, el impío se jacta de los antojos de su alma,
el avaro que bendice menosprecia a mi Señor,
el impío, insolente, no le busca:
‘¡No hay Dios!’, es todo lo que piensa.
En todo tiempo se afianzan sus caminos,
allá arriba tus juicios muy lejos de él están,
a todos sus rivales da soplidos.
Dice en su corazón: ‘¡Jamás dudaré!’
porque en desgracia no se ve, maldice.

De fraude y engaño está llena su boca,
bajo su lengua sólo maldad e iniquidad;
al acecho se aposta entre las cañas
en los recodos mata al inocente.

Todo ojos, espía al desvalido,
al acecho escondido como león en su guarida,
al acecho para atrapar al desdichado,
atrapa al desdichado arrastrándole en su red.
Espía, se agazapa, se encoge,
el desvalido cae en su poder;
dice en su corazón: ‘Dios se ha olvidado,
tiene tapado el rostro, no ha de ver jamás.’
¡Levántate, mi Señor, alza tu mano, oh Dios!
¡No te olvides de los desdichados!
¿Por qué el impío menosprecia a Dios,
dice en su corazón: ‘No vendrás a indagar?’
Lo has visto ya, que la pena y la tristeza
las miras tú para tomarlas en tu mano:
el desvalido se abandona a ti,
tú socorres al huérfano.
¡Quiebra el brazo del impío, del malvado;
indaga su impiedad sin dejar rastro!
¡Mi Señor es rey por siempre, por los siglos;
los gentiles han sido barridos de su tierra!
El deseo de los humildes escuchas tú, mi Señor,
su corazón confortas, alargas tus oídos,
para hacer justicia al huérfano, al ultrajado:
¡cese de dar terror el hombre salido de la tierra!” Amén.

Curiosidades

¿Qué es una bienaventuranza?

Por bienaventuranza se entiende fortuna y felicidad. Para los cristianos es un estado de felicidad y gracia eterna. Pero también son cada uno de los ocho motivos expresados por Jesucristo según los cuales una persona puede ser considerada bienaventurada: en el Evangelio de san Mateo se recogen las ocho bienaventuranzas que Jesucristo pronunció en el sermón de la montaña.
Los escolásticos, entre los cuales la figura destacable era Tomás de Aquino, reconocían diversas especies de bienaventuranza: 1.º Natural que conviene a la naturaleza racional, que el hombre puede alcanzar con sus propias fuerzas y que tiene por objeto los bienes naturales. 2.º Sobrenatural que excede todas las facultades de la criatura y se alcanza por el auxilio de la gracia. Esta se subdividía en bienaventuranza imperfecta, en virtud de la cual el hombre se une al Sumo bien del modo que es posible en esta vida mortal; y bienaventuranza perfecta, que consiste en la posesión del Sumo bien, de un modo perfectísimo, según toda la capacidad de la criatura, y se obtiene en la vida futura. Esta bienaventuranza era nuevamente subdividida en esencial, que se refiere al objeto primario y principal de la beatitud; y accidental que se extiende a otros objetos secundarios compatibles con aquella. Además la dividían en perfecta, que es la que disfruta el alma sola separada del cuerpo, y completa, que es la que se goza en el cielo después de la resurrección por todo el supuesto hombre, compuesto de alma y cuerpo, asignando particularmente a este la felicidad accidental que hemos indicado.
Para mayor claridad distinguían la bienaventuranza en objetiva y formal. Aquella es el objeto mismo que constituye la dicha; la segunda es la posesión de dicho objeto, o la operación de la criatura racional al conseguir y poseer el bien Sumo. Esta bienaventuranza formal o subjetiva se completa por medio de tres actos, que son la visión, el amor y el gozo o fruición.
Si nos remitimos a los textos de la Biblia, vemos que el Sermón del monte o de la montaña fue, de acuerdo al Evangelio según Mateo, un sermón dado por Jesús de Nazareth a sus discípulos y a una gran multitud. La tradición dice que la alocución se desarrolló en la ladera de una montaña (de ahí su nombre). Algunos cristianos contemporáneos creen que se trataba de un monte al norte del Mar de Galilea, cerca de Capernaum.
El Sermón del Monte puede ser considerado como similar (pero más sucinto) al Sermón del Llano como se menciona en el Evangelio según Lucas. Algunos comentaristas creen que puede tratarse de versiones distintas del mismo texto, mientras que otros dicen que Jesús predicaba frecuentemente temas similares en diferentes lugares. En tercer lugar, hay quienes creen que ninguno de los sermones realmente existió, sino que ambos son compilaciones de las primeras enseñanzas de Jesús tal como se muestran en Mateo y Lucas.
Probablemente la porción más conocida son las Bienaventuranzas que se encuentran al inicio. También contiene el Padrenuestro, así como la versión de Jesús de la Regla de Oro. Otros versículos citan a menudo la referencia de "sal de la tierra", "luz del mundo" y otras. Para muchos, el Sermón del Monte contiene las disciplinas principales del cristianismo y es considerado como tal por muchos pensadores morales y religiosos como Tolstoy y Gandhi.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Mateo 5:2-10

“Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:
‘Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia,
porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Cambiar los códigos, cambiar la consigna: lo bueno es malo, lo malo es bueno, lo triste es alegre y lo alegre, triste. Esta es la paradoja cristiana.
Ser felices en medio del dolor, del sufrimiento, la ilógica del mensaje de Jesús.
Lo curioso es que es así, cuando se vive en la fe, confiando en que Dios nos protege y nos acompaña, los momentos más duros y más tristes los vivimos con esperanza.
Recuerdo los tiempos en donde con mi esposo vivíamos la incertidumbre con respecto a la vida de Jonás, nuestro pequeño mellizo, que ya cumplió cuatro años. Los médicos no nos prometían nada, su vida dependía absolutamente de la voluntad de Dios.
Recuerdo que en dos ocasiones tuvimos que firmar un papel en donde los médicos y el hospital se deshacían de toda responsabilidad, para evitar que les hiciéramos juicio, en caso de que hubiera algún problema. Incluso recuerdo que pedían permiso para utilizar su cuerpo para estudios en caso de no sobrevivir a la operación. ¡Algo muy duro para cualquier padre! Y también para nosotros. Lo firmamos y oramos, oramos en silencio… esperanzados en que Dios guiaba la mano de los médicos, esperanzados que ese pequeño, muy pequeño ser de menos de kilo y medio, iba a ser los suficientemente fuerte, que Dios lo iba a cuidar y lo íbamos a poder llevar a casa.
El dolor y la esperanza, la tristeza y la confianza en Dios, la alegría de tener un Dios todopoderoso para quien nada es imposible, eso nos sostuvo.
Yo te estoy contando una experiencia de fe, algo que se siente, se vive, se comparte pero que es personal, parte del convencimiento profundo de algo. Eso es ser bienaventurado, el dejar que Dios sea quien dirija mi vida, no el que siempre le va bien en todo. Bienaventurado es el que logra resistir los embates y los obstáculos que se le presentan porque ya tiene el triunfo seguro: Dios siempre lo va a acompañar.
¿Te gustaría ser una persona bienaventurada? Lo podés ser ya, Jesús te está llamando a serlo, a confiar en que nunca vas a estar solo que vas a poder reír, que no vas a pasar hambre, que tendrás justicia. Y no es algo que te espera a la hora de tu muerte. Es algo que empieza ahora, desde el momento en que aceptes a Jesús en tu corazón. Amén.

Querido Jesús, gracias por hacer de mí una persona bienaventurada, una persona bendecida, sin otro trámite que confiar en vos, que aceptar tu propuesta de vivir en el amor. Gracias porque me sostenés, me das fuerzas para darle para adelante y hacés milagros en mi vida que no sé cómo agradecértelos. Gracias, Señor, por tu amor, tu misericordia y tu bondad infinitas. Te lo elevo a vos que junto al Padre y el Espíritu Santo reinan por toda la eternidad. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario