viernes, 5 de noviembre de 2010

7 de Noviembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 17

Escucha, Señor, mi justa demanda,

atiende a mi clamor;

presta oído a mi plegaria,

porque en mis labios no hay falsedad.

Tú me harás justicia,

porque tus ojos ven lo que es recto:

si examinas mi corazón y me visitas por las noches,

si me pruebas al fuego, no encontrarás malicia en mí.

Mi boca no se excedió ante los malos tratos de los hombres;

yo obedecí fielmente a tu palabra, y mis pies se mantuvieron firmes

en los caminos señalados: ¡mis pasos nunca se apartaron de tus huellas!

Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes:

inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras.

Muestra las maravillas de tu gracia, tú que salvas de los agresores

a los que buscan refugio a tu derecha.

Protégeme como a la pupila de tus ojos;

escóndeme a la sombra de tus alas

de los malvados que me acosan,

del enemigo mortal que me rodea.

Se han encerrado en su obstinación,

hablan con arrogancia en los labios;

sus pasos ya me tienen cercado,

se preparan para derribarme por tierra,

como un león ávido de presa,

como un cachorro agazapado en su guarida.

Levántate, Señor, enfréntalo, doblégalo;

líbrame de los malvados con tu espada,

y con tu mano, Señor, sálvame de los hombres:

de los mortales que lo tienen todo en esta vida.

Llénales el vientre con tus riquezas;

que sus hijos también queden hartos

y dejen el resto para los más pequeños.

Pero yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro,

y al despertar, me saciaré de tu presencia.” Amén.

Curiosidades

¿Qué es la ley del levirato?

La palabra deriva de levir, que significa “hermano del esposo”. Cuando un hombre casado moría sin tener hijos, se esperaba que su hermano se casara con la mujer. Los hijos del matrimonio figuraban como del primer esposo. Esta costumbre existe en otros pueblos además de los hebreos.

En el libro de Deuteronomio 25 dice que la ley se aplica a los hermanos que habitan juntos, pero permite al hermano la opción de rehusar.

El libro de Rut muestra que la costumbre se había extendido más allá del hermano del esposo. Aquí vemos que un pariente al que no se menciona le correspondía el deber primario, y que s´lo cuando él rehusa Booz se casa con Rut. Otra ampliación de la costumbre en este caso es que es Rut, y no Noemí, la que se casa con Booz, presumiblemente debido a que Noemí era demasiado vieja para tener hijos. Se dice que “le ha nacido un hijo a Noemí” (4:7).

La ley de levirato no se aplicaba si habían nacido hijas, y se les da a las hijas de Zelofehad, en el libro de Números, reglamentaciones para la herencia de las hijas. Esta ley sólo se aplicaría cuando sólo hubiera hijas, cuando una mujer sin hijos hubiera muerto antes que su esposo, cuando el hermano del marido que hubiere muerto rehusara tomar a la viuda sin hijos, o cuando la esposa siguiera sin tener hijos después de haberse desposado con el hermano de su marido.

En Levítico 18 y 20 se le prohíbe al hombre casarse con la mujer de su hermano. A la luz de la ley del levirato, esto quiere decir claramente que no puede tomarla como su propia esposa, aunque ella hubiese sido divorciada durante la vida de su marido, o hubiera quedado con o sin hijos al morir su esposo. Juan el Bautista censuró a Herodes Antipas por haberse casado con la mujer de su hermano Herodes Felipe, que aún vivía.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 20:27-40

“Se le acercaron algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: "Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda". Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?».

Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él».

Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien». Y ya no se atrevían a preguntarle nada.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Muchas veces me pregunto por qué a nosotros los seres humanos nos interesa tanto la vida de los demás. Pero ese interés no parte de una preocupación sincera y un deseo que ayudar o acompañar, sino todo lo contrario. Nuestro interés por el otro en muchas ocasiones tiene bastante de morbosidad o de sadismo: nos gusta escudriñar la vida ajena, ver qué tiene de oscuro o de condenatorio.

¿Qué importancia tiene la vida del otro si no me afecta a mí, no me daña ni a mí ni a nadie? ¿qué me importa si mi vecina ha tenido más novios o esposos que los que puedo contar con mis dedos? ¿qué me importa la orientación sexual de esta o aquella persona? Es como si saber de la intimidad de las personas nos satisface una parte de nuestra vida que está vacía o que no nos animamos a vivir por temor al qué dirán.

Muchas veces ese interés del que hablo me suena más a envidia o falta de vida propia, esto de vivir la vida ajena y reprobarla, juzgarla, sentirnos mejores…

¿Pero lo somos?

¡No! En realidad todo lo contrario. Si pensamos en las enseñanzas de Jesús y en su ejemplo de vida vamos a ver que su interés pasa por otro lado. Pasa por ver a la otra persona con misericordia, amarla con todos sus defectos, ayudarla en sus necesidades.

Por lo que, al menos yo, descubro al leer la Biblia es que Jesús nunca se preocupó por la vida sexual ni amorosa de las personas. Lo que sí le preocupaba es que nadie hiciera mal a nadie ni siquiera a uno mismo. El cuidado del otro y de uno mismo es lo que tiene que ver con mi fe cristiana.

¿Y el juicio? Se lo dejo a Dios. Yo por ahora tengo un solo mandato de Jesús y es la de amarlo a Él, y a mi prójimo como a mí mismo. Y a la hora de pensar en el juicio y en la resurrección, más vale que me ocupe de la mía y no junto a quién va a resucitar la persona que está a mi lado o que conozco y repruebo. Amén.

Querido Jesús, ¿por qué soy tan necia? ¿por qué disfruto de la miseria ajena? ¿por qué tengo esa sed de conocer la intimidad de las personas que me rodean, sobre todo si son diferentes a mí? Ayudame a ser más auténtica, vivir de tal manera que no necesite nutrirme de otras vidas para suplir mis propios espacios vacíos, mis frustraciones, mis preconceptos y mis discriminaciones. Sé que vos siempre me has enseñado otras cosas y por eso te pido que me ilumines y me des la integridad de ser yo y defender mis principios e ideales. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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