martes, 23 de noviembre de 2010

21 de Noviembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 122

¡Qué alegría cuando me dijeron:

«Vamos a la Casa del Señor»!

Nuestros pies ya están pisando

tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén, que fuiste construida

como ciudad bien compacta y armoniosa.

Allí suben las tribus, las tribus del Señor

–según es norma en Israel–

para celebrar el nombre del Señor.

Porque allí está el trono de la justicia,

el trono de la casa de David.

Auguren la paz a Jerusalén:

«¡Vivan seguros los que te aman!

¡Haya paz en tus muros

y seguridad en tus palacios!».

Por amor a mis hermanos y amigos,

diré: «La paz esté contigo».

Por amor a la Casa del Señor, nuestro Dios,

buscaré tu felicidad.” Amén.

Curiosidades

¿Quiénes eran condenados a morir crucificados y cómo era la crucifixión?

Los fenicios y los cartagineses practicaban la crucifixión, y más tarde los romanos la aplicaron ampliamente. Sólo los esclavos, los provincianos y los tipos más bajos de criminales se crucificaban, pero raramente se crucificaba a un ciudadano romano.

Aparte del poste vertical en el que se ataba a la víctima, existían tres tipos de cruz. La crux commissa o de san Antonio, tenía forma de una t mayúscula, que algunos creen derivada del símbolo del dios Tamuz; la crux decusata o de san Andrés, tenía la forma de la x; la crux immissa era la conocida cruz de dos barras, que según sostiene la tradición fue la cruz en la que Jesús murió.

Cuando se condenaba un criminal, era costumbre azotar a la víctima con el flagelum, que era un látigo con correas de cuero. Luego se le hacía llevar la viga transversal, como un esclavo, hasta el lugar de su tortura y muerte, siempre fuera de la ciudad, mientras un heraldo iba delante de él con el “título”, o sea la acusación escrita. Se desnudaba completamente al condenado, se lo colocaba en la tierra con la viga transversal debajo de los hombros, y se ataban o clavaban allí los brazos o las manos. Luego se levantaba esta viga y se la fijaba en un poste vertical hasta que los pies de la víctima, que entonces se ataban o clavaban, apenas dejaban de tocar el suelo, y no alto como se ve con frecuencia en las ilustraciones. Una clavija proyectada hacia adelante generalmente soportaba la mayor parte del peso del cuerpo del condenado, que se sentaba a horcajadas en la misma. Luego se dejaba a la víctima para que muriera de sed y agotamiento. A veces se aceleraba la muerte mediante el crucifragium o quebradura de las piernas.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 23:35-43

“El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!». También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!». Sobre su cabeza había una inscripción: «Este es el rey de los judíos».

Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino». Él le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso». Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Siempre me imagino el momento de la crucifixión de Jesús. Me lo imagino como un momento de gran confusión: personas deseosas de deshacerse de él, personas afectadas por su muerte tan cruenta porque lo querían, porque lo seguían, personas con dudas, personas que no sabían qué pensar, cómo reaccionar, personas que buscaban enardecer la multitud para justificar sus acciones y apagar el remordimiento que sin dudas da el hecho de saber que se condena a un inocente… aunque sea muy beneficiosa esa muerte.

Pero el escenario en realidad no es tan distinto al que vivimos hoy: personas que bajo el manto de una fe en Dios busca chivos expiatorios, personas que purguen los males de todos nosotros.

Personas que se ríen y se burlan de las que creen en Dios, que siguen a Cristo. Personas que se burlan y se ríen de aquellas que tienen principios, ideales y no quieren seguir la corriente.

También están las personas indecisas, que hoy están de un lado y mañana del otro…

Sí, no vivimos tiempos tan diferentes a los de Jesús. Han cambiado algunas cosas, pero en esencia los seres humanos seguimos iguales: indiferentes, fluctuantes, fallutos, angustiados, crueles y oportunistas, nada ha cambiado.

Pero todavía también hay quien piensa y le dice a Jesús: acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino”. Todavía estamos los que creemos que estamos en las manos de Dios y que sólo en Jesús podemos encontrar la paz.

¿Vos sos una de esas personas? ¡Me alegra! Tal vez algún día podamos hacer algo juntos para que cada vez más personas crean. Amén.

Querido Jesús, te imagino… te imagino en medio de toda la confusión, el dolor, los gritos… debe haber sido como que otra persona estaba pasando por algo así, como me pasa cuando vio algo que es tan difícil que quedo como con piloto automático y voy… y voy, hasta que todo termina… o empieza, cuando la sucesión de acontecimientos para y me voy buscando a mí misma. Ayudame a imitarte también en esto, ayudame a percibir al que me habla al corazón y encuentra en mí a una persona íntegra, valiosa, única. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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