viernes, 30 de julio de 2010

1 de Agosto

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 95

“Vengan, cantemos gozosos a mi Señor,
aclamemos a la Roca de nuestra salvación;
con acciones de gracias vayamos ante él,
aclamémosle con salmos.

Porque es mi Señor un Dios grande,
Rey grande sobre todos los dioses;
en sus manos están las profundidades de la tierra,
y suyas son las cumbres de los montes;
suyo el mar, pues él mismo lo hizo,
y la tierra firme que sus manos formaron.
Entren, adoremos, inclinémonos,
¡de rodillas ante mi Señor que nos ha hecho!
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros el pueblo de su pasto,
el rebaño de su mano.

¡Oh, si escucharan hoy su voz!:‘
No endurezcan sus corazones como en Meribá,
como el día de Massá en el desierto,
donde me pusieron a prueba sus padres,
me tentaron aunque habían visto mi obra.
‘Cuarenta años me asqueó aquella generación,
y dije: Pueblo son de corazón torcido,
que mis caminos no conocen.
Y por eso en mi cólera juré:
¡No han de entrar en mi reposo!" Amén.

Curiosidades

¿Cómo era el derecho a herencia en los tiempos antiguos?

La ley de la herencia era como sigue: La tierra pertenecía a la familia más que al individuo. Había, por consiguiente, un mayorazgo estricto. El hijo mayor recibía una porción doble y los demás partes iguales. Si un hombre moría sin dejar hijos la herencia pasaba a las hijas; si no tenía hijas, a sus propios hermanos; si no tenía hermanos, a los hermanos de su padre; si el padre no tenía hermanos, al pariente más cercano.
Si las hijas heredaban tenían que casarse dentro de su propia tribu. El énfasis de la palabra yaras está en la posesión, porque el heredero sucedía por derecho y no por disposición.
Los testamentos no se conocieron en Israel antes de la época de Herodes. Antes de que se diera a conocer la ley, los patriarcas podían saltear al primogénito, a favor de algún hijo menor. Abraham, Isaac y Jacob eran todos menores. José era preferido antes que Rubén, y Efraín antes que Manasés. El paso de los derechos del primogénito al primogénito de la segunda esposa favorita estaba prohibido en Dt.21. no obstante, en el caso de la sucesión real David fue preferido antes que sus hermanos mayores, y Salomón antes que Adonías, aunque lo corriente era que el primogénito sucediera.
Si un hombre moría sin dejar hijos su hermano debía casarse con su viuda. El primer hijo de esa unión debía considerarse como el primogénito del hermano muerto, y, por lo tanto, si había un solo hijo, el hermano que había sobrevivido no tenía heredero. Era posible, por consiguiente, que el hermano no se casase con la esposa del hermano, y entonces el derecho pasaba al pariente más cercano. En el libro de Rut, Rut representa el papel de Noemí, que había excedido la edad de casarse. La tierra no se podía vender a perpetuidad. Si se la vendía podía ser redimida por el pariente más cercano. Nabot sabía que el ofrecimiento de Acab era contrario a la ley.
Los levitas no debían tener territorio propio porque mi Señor era su herencia. Materialmente esto significaba que su porción consistía en los aportes y las primicias entregados por el pueblo de mi Señor. Espiritualmente la idea se extendía a todo Israel. Igualmente, Israel debía ser la herencia de mi Señor, como un pueblo que le pertenecía en forma especial.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 12:13-21

“Uno de la gente le dijo: ‘Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo.’ El le respondió: ‘¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre ustedes?’ Y les dijo: ‘Miren y guárdense de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes.’
Les dijo una parábola: ‘Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’ Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, festeja.’ Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’ Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios." Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

La vida de uno no está asegurada por sus bienes.
¿Quién cree en estas palabras? ¿Se puede conseguir todo con dinero?
Como pastora me toca acompañar a personas enfermas, personas que a veces tienen buenos recursos económicos, una buena obra social. El dinero les permite gozar de muchas comodidades, una atención preferencial… pero siguen enfermos, no pueden comprar la salud.
Es en esos momentos en donde estas palabras cobran sentido, porque la enfermedad es un espejo que les tira la verdad a la cara: el dinero no puede comprar todo. El dinero no puede comprar lo que más necesitás en esta vida: salud y amor.
Vivimos en un mundo en donde la gente corre atrás del dinero. Ese dinero que les permite acceder a lo necesario para vivir, pero también lo que les permite acceder a la larga lista de ofertas que va aumentando y aumentando, que promete que esto o aquello te va a hacer feliz. Las publicidades nos bombardean con innumerables productos de todas las gamas… ¿pero está la felicidad ahí?
Seguramente no, es más, si nos ponemos a pensar aunque sea por dos segundos… ¿de qué manera tomar este o aquel yogur, vestirnos con esta o aquella ropa, o tener este o aquel auto vamos a ser más felices?
¿Acaso no son otras las cosas que nos permiten vivir una vida feliz? ¿qué es la felicidad? ¿no tener problemas? ¿reírse todo el tiempo?
El que tiene siempre quiere más, hay algo de adictivo con el tener, comprar, adquirir. Nunca se está satisfecho. Pero quien pone su energía, su corazón en los afectos, en las personas, en el encuentro con los demás, siente paz en su corazón, y no se aflige si finalmente no logra tener una vida tan buena con respecto a su poder adquisitivo.
Es verdad que todos necesitamos del dinero para vivir, pero está en nosotros ponerle un límite a las cosas. Alguien dijo alguna vez que la mejor medida para la persona es ganar lo necesario para vivir una vida tranquila, pero sin alejarse demasiado de la pobreza.
Si, es difícil vivir así en la sociedad que nos impone el modelo del consumo por el consumo mismo. Ni hablar cuando estamos criando a nuestros hijos que son invadidos con este pensamiento consumista no sólo a través de las publicidades, sino a través de sus compañeros y amigos.
Aprender a dominar el dinero y no que el dinero nos domine a nosotros, que la codicia entre en nuestros corazones, es todo un desafío, pero vale la pena, porque ganamos mucho más de lo que nos quieren hacer creer que perdemos. Amén.

Querido Jesús: acá estoy, a veces renegando, a veces muy convencida de que el dinero no es todo en la vida, que hay cosas mucho más importantes, más sólidas. Ayudame a llevar una vida sin dejarme arrastrar por la locura de una sociedad que vive enferma por el tener, por cosas, por dinero. Ayudame a valorar los afectos, el amor, la familia, los amigos, los momentos gratos en compañía de las personas que me rodean. Ayudame a no sentir envidia por los que pueden comprarse tantas cosas. Perservá mi corazón para que cuando me llamés haya atesorado toda mi vida en las cosas que son para siempre. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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