viernes, 16 de julio de 2010

18 de Julio

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 15

“Mi Señor, ¿quién vivirá en tu tienda?,
¿quién habitará en tu santo monte?
El que anda sin tacha,
y obra la justicia;
que dice la verdad de corazón,
y no calumnia con su lengua;

que no daña a su hermano,
ni hace ofensa a su prójimo;
con menosprecio mira al maldito,
mas honra a los que temen a mi Señor;

que jura en su perjuicio y no retracta,
no presta a usura su dinero,
ni acepta soborno en daño de inocente.
Quien obra así jamás titubeará.” Amén.

Curiosidades

¿Qué lugar ocupaban las mujeres en los tiempos de Jesús?
Estela Ramírez, en “La experiencia misionera de las mujeres en el Nuevo Testamento”, nos cuenta que la característica sociocultural y religiosa general de Israel, en la época del A.T. y principios del siglo I, era el patriarcalismo, donde la condición de la mujer era de notable inferioridad, marginación y opresión.
En tiempos de Jesús, época helenística y romana, la situación de la mujer era mucho más rígida para la mujer que en el AT. Al respecto, el teólogo alemán Hans Küng manifiesta que "en la sociedad de aquel tiempo las mujeres no contaban para nada, debían incluso evitar en público la compañía masculina. Las fuentes judías contemporáneas están llenas de animosidad contra la mujer, quien según Josefo, vale en todos los aspectos menos que el hombre. Hasta con la propia mujer, así se aconsejaba, ha de hablarse poco, y absolutamente nada con la extraña. Las mujeres vivían en lo posible retiradas de la vida pública".
En la vida religiosa la mujer también era considerada como un ser inferior que no podía dedicarse al estudio de la Escritura, como decía un rabino del siglo I: "antes sea quemada la Torá que la lea una mujer". En el templo la mujer sólo tenía acceso hasta el patio reservado para ellas, una regla que contradecía la Sagrada Escritura y en la sinagoga sólo podía escuchar. La mujer no estaba obligada a peregrinar a Jerusalén, aunque participaba voluntariamente; y respecto a la obligación de la plegaria, estaba equiparada a los esclavos.
El ámbito familiar era patriarcal. El padre era el elemento principal, mientras la mujer se encontraba en condiciones de inferioridad. La mujer tenía como primera tarea atender las labores de la casa incluso hasta los trabajos más duros. En la relación con su esposo era de esclava a su dueño, considerada como parte de su propiedad y la esposa estéril era despreciada por la fecunda.
La mujer, eterna menor de edad, en su niñez está sometida a la plena jurisdicción del padre, y luego a la de su marido, padre y marido que, entre otras cosas, tienen que ratificar al menos tácitamente los votos pronunciados por ella, así como invalidarlo cuando quieran.
Ella tenía que soportar las injusticias de la poligamia, el repudio o divorcio y el levirato que iban en contra de su dignidad de mujer y esposa. La poligamia era permitida, aunque muy poco practicada, no por razones de fidelidad a la esposa sino por motivos económicos. Estos tres aspectos fueron derechos exclusivos de los varones, y generaron una mayor opresión de la mujer.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 10:38-42

"Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: ‘Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.’ Le respondió el Señor: ‘Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada’." Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Hay momentos y momentos.
Momentos para trabajar, momentos para descansar, momentos para disfrutar de las personas que amamos.
Vivimos en un tiempo en donde justamente el tiempo parece que nunca nos alcanza. Corremos y corremos todo el día y cuando nos damos cuenta hemos pasado meses sin hacer una visita a la gente que queremos. Personas amadas a las cuales no les dedicamos de nuestro tiempo, siempre lo dejamos para otro momento.
Una de las herencias que me dejó mi madre es la de parar y dejar mis cosas cuando alguien venía a visitarla. Mi madre era una persona muy querida porque tenía el don de que todos se sentían especiales con ella. No importa lo que estaba haciendo, lo dejaba y se sentaba a conversar, a dedicar su tiempo a la persona que había dejado sus cosas por ir a verla.
Mi madre me decía que lo que no lográs hacer hoy, lo harás mañana, pero la persona que hoy está a tu lado, tal vez mañana ya no esté. Lo mismo pasa conmigo, hoy estoy aquí con toda mi energía y ganas de luchar, pero mañana seré polvo en el polvo y todo mi trabajo ni se verá. Lo que queda en el recuerdo y calienta nuestros años de ancianidad son los momentos que pasamos con nuestros seres queridos. Las charlas que compartimos.
Algo para tener en cuenta ¿no?
Recuerdo que de chica veía las casas de algunas de mis tías: impecables, ordenadas y brillosas, ¡podían salir en alguna revista de interiores! Pero estaban vacías. Mi casa era todo lo contrario, nuestros juguetes desparramados, revistas, libros por la casa, ¡pero había vida! A todos les gustaba venir a nuestra casa y todos se sentían cómodos.
Mi madre me enseñó que lo más importante son las personas que nos rodean y a darles el tiempo. Nunca pensé que esta actitud tuviera algo que ver con Jesús (mi madre no se asumía demasiado cristiana), pero en el relato de Marta y María, él tiene la misma forma de pensar y de llevar adelante su vida.
Tal vez sea hora que vos también priorices los afectos, las personas. El trabajo nunca se acaba. Las personas están con nosotros sólo por un tiempo limitado. Amén.

Querido Jesús, ayudame a parar, a frenar, a darme el tiempo y dar de mi tiempo a la gente que amo. Es verdad que vivimos acelerados y que la plata no alcanza, ¿pero qué es el trabajo, qué es el dinero si no tengo a las personas que amo? Jesús, hoy quiero cambiar mi vida y analizar mis prioridades. Sé que eso va a ser bueno para mí y para los seres que amo. Te lo pido a vos, que junto al Padre y el Espíritu Santo reinan por toda la eternidad. Amén.

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