viernes, 26 de mayo de 2017

28 de Mayo

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 27

“Mi Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién he de temer?
Mi Señor, el refugio de mi vida,
¿por quién he de temblar?

Cuando se acercan contra mí los malhechores
a devorar mi carne,
son ellos, mis adversarios y enemigos,
los que tropiezan y sucumben.

Aunque acampe contra mí un ejército,
mi corazón no teme;
aunque estalle una guerra contra mí,
estoy seguro en ella.

Una cosa he pedido a mi Señor,
una cosa estoy buscando:
morar en la Casa de mi Señor,
todos los días de mi vida,
para gustar la dulzura de mi Señor
y cuidar de su Templo.

Que él me dará cobijo en su cabaña
en día de desdicha;
me esconderá en lo oculto de su tienda,
sobre una roca me levantará.

Y ahora se alza mi cabeza
sobre mis enemigos que me hostigan;
en su tienda voy a sacrificar,
sacrificios de aclamación.

Cantaré, salmodiaré a mi Señor.

Escucha, mi Señor, mi voz que clama,
¡tenme piedad, respóndeme!
Dice de ti mi corazón:
‘Busca su rostro’.
Sí, Mi Señor, tu rostro busco:
No me ocultes tu rostro.

No rechaces con cólera a tu siervo;
tú eres mi auxilio.
No me abandones, no me dejes,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre me abandonan,
mi Señor me acogerá.

Enséñame tu camino, mi Señor,
guíame por senda llana,
por causa de los que me asechan;
no me entregues al ansia de mis adversarios,
pues se han alzado contra mí falsos testigos,
que respiran violencia.

¡Ay, si estuviera seguro de ver la bondad de mi Señor
en la tierra de los vivos!
Espera en mi Señor, ten valor y firme corazón,
espera en mi Señor.” Amén

Curiosidades

¿Quién fue Catarina von Bora?

Catalina von Bora, de monja en un convento llegó a ser esposa del reformador Martín Lutero, madre de sus hijos y administradora de su hogar. La suya es un buen ejemplo de lo que podía ser la vida de una mujer en tiempos de la Reforma protestante.
El reformador Martín Lutero selló definitivamente su ruptura con el antiguo estilo de vida religiosa, monástica y célibe, cuando en junio de 1525, siendo ya un cuarentón, decidió casarse con Catalina von Bora, una joven de 26 años.
Como ya lo habían hecho antes otros protagonistas de la Reforma protestante, mediante el matrimonio manifestó de manera visible su convicción de que no se debía seguir sosteniendo la distinción entre personas religiosas y personas laicas.
Mediante el casamiento, los sacerdotes que adherían a la Reforma se convertían en laicos, y disolvían la separación tajante, característica de la sociedad medieval, entre un ámbito de vida "profano" y otro "sagrado". Terminaba así la distinción elitista entre una vida consagrada a Dios (supuestamente superior), y una vida común orientada hacia el mundo (de menor valor religioso).
Este era uno de los pilares de la mentalidad eclesiástica medieval, y su demolición tuvo una repercusión inmediata. Al casarse, los sacerdotes no sólo lograban el beneplácito y apoyo de amplios sectores de la población urbana: también ponían de manifiesto que la vida matrimonial era la única opción de vida valida, resaltándola como agradable a Dios en su triple dimensión de comunión erótica, ética y religiosa entre los cónyuges.
Adiós al convento
Esta profunda transformación tuvo, además, otra importante consecuencia: un gran número de personas dedicadas a la vida monástica decidió abandonarla, fugándose de los conventos.
Entre quienes decidieron seguir este camino se contó un grupo de doce monjas cistercienses, que la noche de Pascua (del 5 al 6 de abril) de 1523 huyó del monasterio Marienthron (Trono de María), en Nimbschen, ayudadas por el adepto y amigo de Lutero Leonardo Koppe, un comerciante mayorista y concejal en Torgau, la capital política de Sajonia.
De las monjas, tres pudieron regresar con sus familias, pero las restantes nueve siguieron viaje a Wittenberg, donde arribaron el 9 de abril, confiadas en que quienes las habían inspirado para llevar a cabo semejante acción, también les brindarían apoyo y refugio.
La espectacular huida de las monjas causó gran revuelo y tuvo una amplísima difusión, ya que Lutero mismo asumió su defensa y justificación (el robo de monjas se castigaba con la pena capital).
En un panfleto, el reformador explicó por qué "las vírgenes pueden abandonar los conventos con la aprobación de Dios". Afirmando que "es imposible que el don de la continencia esté tan difundido como lo están los conventos", recomendó que la mujer, que "no fue creada para ser virgen, sino para concebir niños", siguiera siendo mujer "y no tratara de hacer las cosas mejor de lo que Dios las hizo".
Alejandro Zorzin, "Catalina von Bora: La monja que se casó con Lutero"

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Juan 17:1-11a

“Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo:
«Padre, ha llegado la hora;
glorifica a tu Hijo,
para que tu Hijo te glorifique a ti.
Y que según el poder que le has dado sobre toda carne,
dé también vida eterna
a todos los que tú le has dado.
Esta es la vida eterna:
que te conozcan a ti,
el único Dios verdadero,
y al que tú has enviado, Jesucristo.
Yo te he glorificado en la tierra,
llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar.
Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado
antes que el mundo fuese.
He manifestado tu Nombre a los hombres
que tú me has dado tomándolos del mundo.
Tuyos eran y tú me los has dado;
y han guardado tu Palabra.
Ahora ya saben
que todo lo que me has dado viene de ti;
porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos,
y ellos las han aceptado
y han reconocido verdaderamente que vengo de ti,
y han creído que tú me has enviado.
Por ellos ruego;
no ruego por el mundo,
sino por los que tú me has dado,
porque son tuyos;
y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío;
y yo he sido glorificado en ellos.
Yo ya no estoy en el mundo,
pero ellos sí están en el mundo,
y yo voy a ti.
Padre santo,
cuida en tu nombre a los que me has dado,
para que sean uno como nosotros.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Pedir por otra persona, orar, rezar por otra persona. No pensar en uno mismo… salirse de uno mismo para pensar más allá de nuestra propia necesidad y ansiedad, para ver que otra persona necesita más que uno.
¡Qué gran cosa!
Cuando el ser humano logra ver más allá de su nariz o su propio horizonte, el cambio empieza a activarse.
En el momento más duro de Jesús, momentos antes de ser entregado por uno de los suyos, habla con el Padre, habla con Dios, y no pide por lo que se le viene, sino por quienes quedan… porque siempre es más difícil para quien queda… quien se va tiene suficiente con su nuevo camino, no siente tan fácilmente la ausencia.
Cuando logramos salir de nuestras preocupaciones y “mambos”, cuando logramos ver a otras personas y sus realidades, al mismo tiempo miramos nuestra vida desde otra perspectiva, y muchas veces aquello que considerábamos imposible o terrible, pasa a ser algo menor, hasta incluso, sin importancia.
No siempre es tan fácil este ejercicio, porque estamos desbordados, llenos de nosotros mismos. Por eso la oración, momento de gran concentración y conexión con Dios, nos ayuda a salir de nosotros mismos y focalizarnos a los problemas de otras personas.
¡Ni hablar cuando oramos en grupo, compartiendo nuestras alegrías, tristezas y preocupaciones!
En el espacio del culto, lo llamamos oración de intercesión, porque en ese momento intercedemos, intermediamos entre Dios y las personas que están necesitando la ayuda.
Muchas veces nos conformamos con rezar un Padrenuestro, que no está mal, pero es muy personal. Yo les propongo que al menos en intenciones o pensamientos, aun rezando el Padrenuestro, tengamos esa apertura de pedir por aquellas personas que sabemos que necesitan la ayuda de Dios, y de nuestra ayuda también, pero que a veces no sabemos cómo hacerlo. Es un buen ejercicio. Amén.

Querido Jesús, siempre me sorprendés por tu capacidad de amor. En un momento en donde yo estaría pidiendo por mí, vos te acordás de nosotros y pedís por nosotros, para que Dios nos proteja. Ayúdame a hacer lo mismo, a pedir menos por mí y más por los demás. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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