miércoles, 30 de diciembre de 2015

31 de Enero

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 71

“A ti, mi Señor, me acojo,
¡no sea confundido jamás!
¡Por tu justicia sálvame, libérame!
tiende hacia mí tu oído y sálvame!

¡Sé para mí una roca de refugio,
alcázar fuerte que me salve,
pues mi roca eres tú y mi fortaleza.
¡Dios mío, líbrame de la mano del impío,
de las garras del perverso y del violento!

Pues tú eres mi esperanza, Señor,
mi Señor, mi confianza desde mi juventud.
En ti tengo mi apoyo desde el seno,
tú mi porción desde las entrañas de mi madre;
¡en ti sin cesar mi alabanza!

Soy el asombro de muchos,
mas tú eres mi seguro refugio.
Mi boca está repleta de tu loa,
de tu gloria todo el día.

A la hora de mi vejez no me rechaces,
no me abandones cuando decae mi vigor.
Porque de mí mis enemigos hablan,
los que espían mi alma se conciertan:

‘¡Dios le ha desamparado, perseguidle,
apresadle, pues no hay quien le libere!’
¡Oh Dios, no te estés lejos de mí,
Dios mío, ven pronto en mi socorro!

¡Confusión y vergüenza sobre aquellos
que acusan a mi alma;
cúbranse de ignominia y de vergüenza
los que buscan mi mal!

Y yo, esperando sin cesar,
más y más te alabaré;
publicará mi boca tu justicia,
todo el día tu salvación.

Y vendré a las proezas de mi Señor,
recordaré tu justicia, tuya sólo.
¡Oh Dios, desde mi juventud me has instruido,
y yo he anunciado hasta hoy tus maravillas!

Y ahora que llega la vejez y las canas,
¡oh Dios, no me abandones!,
para que anuncie yo tu brazo a todas las edades venideras,
¡tu poderío y tu justicia, oh Dios, hasta los cielos!

Tú que has hecho grandes cosas,
¡oh Dios!, ¿quién como tú?

Tú que me has hecho ver tantos desastres y desgracias,
has de volver a recobrarme.
Vendrás a sacarme de los abismos de la tierra,
sustentarás mi ancianidad, volverás a consolarme,

Y yo te daré gracias con las cuerdas del arpa,
por tu verdad, Dios mío;
para ti salmodiaré a la cítara,
oh Santo de Israel.

Exultarán mis labios cuando salmodie para ti,
y mi alma, que tú has rescatado.
También mi lengua todo el día
musitará tu justicia:
porque han sido avergonzados, porque han enrojecido,
los que buscaban mi desgracia.” Amén.

Curiosidades

¿Quién era la viuda de Sarepta?
La viuda de Sarepta era una mujer que tenía un hijo, y que aparte de su condición de viuda, era muy pobre. Dios había enviado al profeta Elías a Sarepta, para encontrarse con esta mujer. A pesar de que no tenía más que un poco de harina y un poco de aceite para amasarse el último pan, ante el pedido de Elías, amasó el pan, pero para dárselo a él. A partir de ese momento tanto la tinaja del pan como la orza de aceite nunca se vaciaron.
Después de esto, el hijo de la viuda cayó enfermo, y al poco tiempo murió, porque la enfermedad era muy fuerte. Entonces ella se enojó con Elías y con su Dios. Elías tomó al niño y subió a la habitación de arriba donde él vivía, y lo acostó en su cama; después clamó Dios pidiendo ayuda, se tendió tres veces sobre el niño, e invocó a Dios que lo volviera a la vida, y así fue. Elías tomó al niño, lo bajó de la habitación y se lo dio a su madre. Entonces la mujer reconoció que Elías era un hombre de Dios y que de su boca salían palabras también palabras de Dios.
Si querés leer esta historia en la Biblia, la podés encontrar en 1 Reyes 17:7-24.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 4:16-30

“Vino a Nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito:

‘El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva,
me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos,
para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor’.

Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: ‘Esta Escritura, que acaban de oír, se ha cumplido hoy’. Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca.
Y decían: ‘¿No es éste el hijo de José?’
Él les dijo: ‘Seguramente me van a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria’. Y añadió: ‘En verdad les digo que ningún profeta es bien recibido en su patria’.
‘Les digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio’.
Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira;
y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

 “Quien quiere oír, que oiga” o “no hay peor sordo que el que no quiere oír”, dos frases muy conocidas y que utilizamos con frecuencia cuando nos enojamos o fastidiamos con aquellas personas que no quiere escuchar o darse cuenta de la realidad.
Lo mismo pasa con el mensaje del evangelio, sólo llega a quien está dispuesto, está abierto a escuchar, a dejarse seducir por el mensaje de Cristo.
Pasó en aquel tiempo, porque lo conocían, conocían a su familia y lo vieron crecer, pasa ahora porque nos miran a nosotros, sus seguidores, y ven la apariencia o nuestra historia, en vez de escuchar las palabras de esperanza que nos da Jesús y que queremos compartir.
“Médico, cúrate a ti mismo”, dice Jesús, como una referencia a la incredulidad, a la incapacidad de oír más allá de la persona, a juzgar sobre todas las cosas, por una visión negativa de la vida y de Dios también.
En estos tiempos hay mucha mirada negativa de la gente que nos rodea, incluso de cristianos y cristianas que hablan de un mundo perdido. No logran ver y escuchar las muchas señales de esperanza, personas que dejan su vida en sus proyectos por creer que uno hace la diferencia, que no es posible solucionar todos los problemas que hay en el mundo, por eso hacen lo posible y se alegran con lo poco. Trabajan como el albañil, piedra por piedra, sin contar las que faltan, sino disfrutando de la construcción que va creciendo.
También es más fácil pensar que es imposible cambiar el mundo porque hay demasiado por hacer. Es cansarse antes de empezar, porque se cree que nadie se va a sumar, pensar negativamente.
Somos llamados a cuidar de nuestro planeta desde la creación, pero como humanidad lo estamos destruyendo, porque decimos “¿qué le va a hacer este papelito que tiro?” Si no hay basura, por ejemplo, o “¿qué diferencia hace un papel más?” si la hay tirada. Nuestra actitud es todo.
¿Vos te sumás al cambio? ¿a creer que uno vale la pena? ¿en qué espacio te sumarías? Fijate que ya hay muchos grupo que están trabajando: con jóvenes, niños, mujeres… en la prevención o la asistencia en drogas, violencia, ecología… Es verdad, hay mucho por hacer, pero la actitud receptiva, el asumir que hay realidades muy duras que se pueden cambiar de a poco, es el primer paso. Amén.

Querido Jesús, vos me mostraste que aún cuando la multitud te llevó al borde del precipicio te mantuviste calmo, y que eso mismo le quitó el valor para arrojarte, ayudame a actuar de esa manera, mostrando mi convicción para ser escuchada. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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