sábado, 26 de diciembre de 2015

27 de Diciembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 128

“Dichosos todos los que le temen a mi Señor,
los que van por sus caminos.

Del trabajo de sus manos comerás,
¡dichoso tú, que todo te irá bien!
Tu esposa será como parra fecunda
en el secreto de tu casa.
Tus hijos, como brotes de olivo
en torno a tu mesa.

Así será bendito el hombre
que teme a mi Señor.
¡Bendígate mi Señor desde Sión,
que veas en ventura a Jerusalén
todos los días de tu vida,
y veas a los hijos de tus hijos!

¡Paz a Israel!” Amén.

Curiosidades

¿Por qué cada año las familias iban a celebrar la Pascua a Jerusalén?

En la época neotestamentaria, todo los israelitas varones debían concurrir a Jerusalén tres veces por año, para la fiesta de la pascua, la de las semanas o Pentecostés, y la de los tabernáculos. Incluso los judíos de la dispersión a veces cumplían; la población temporaria de la ciudad santa podía llegar a casi 200.000 habitantes. Después de buscar a la luz de las velas rastros de la levadura prohibida, además de otros preparativos minuciosos, la cena pascual misma se comía en posición reclinada. Incluía los elementos simbólicos siguientes: cordero asado, pan sin levadura, hierbas amargas, algunos condimentos menores, y cuatro copas de vino en momentos determinados.
Hasta el año 70 d.C. la pascua se celebró en Jerusalén, en cualquier casa dentro de los límites de la ciudad, y en grupos pequeños; al cordero se lo mataba ritualmente en el recinto del templo. Cuando tanto el templo como la nación palestina fueron destruidos por la guerra, la pascua inevitablemente se convirtió en ceremonia doméstica.
(Nuevo Diccionario Bíblico, 1º Edición – Ediciones Certeza - pág.1046-1047)

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 2:41-52

“Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta, y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día en el camino, y lo buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
Y sucedió que, al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándolos y preguntándoles; todos los que lo oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando lo vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: ‘Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando’. Él les dijo: ‘Y ¿por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debía estar en las cosas de mi Padre?’ Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio.
Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.” Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Siempre me ha llamado la atención la reacción de los padres al encontrar a un hijo o hija que se ha perdido. Es una de las cosas que ocurren con frecuencia cuando hay muchas personas juntas y distendidas, por ejemplo, en la playa, en un lugar recreativo, en eventos de cualquier tipo. Primero se los ve desesperados, y al encontrarlo, lo reprenden… igual que María en este episodio.
La tensión que viven los padres en la búsqueda del niño es tan grande que se transforma en enojo cuando lo encuentran ¡por qué nos hiciste esto!
¿No cabe más bien expresar la alegría del encuentro y asumir la responsabilidad que como adultos nos compete?
Es verdad que es una actitud muy humana, pero sería bueno que aprendiéramos a reaccionar de otra manera. El enojo con el otro en vez de asumir la propia responsabilidad, y sobre todo cuando hablamos de los más débiles, no es la forma, puede ser entendible, pero no es la forma.
Es que los seres humanos tenemos dificultades de expresar nuestras emociones, muchas veces respondemos con violencia cuando en realidad quisiéramos llorar, porque nos da menos vergüenza enojarnos que llorar… ¿qué hay de malo en el llanto?
Tanto el llanto como el enojo son una reacción ante la impotencia, pero como adultos sentimos que es muy infantil llorar ¿y enojarse no?
Cuando veo a la gente que al enojarse rompe cosas o las tira por el aire o golpea a la persona que tiene que ver con esos sentimientos de impotencia, a veces me parece ridículo, otras me da miedo y otras, indignación. Porque responder con violencia es ocultar la sensibilidad, y la sensibilidad es lo más hermoso que tenemos como seres humanos, porque es una de las características de Dios, en esto de ser semejantes a él.
Seguramente el mundo sería muy diferente si lloráramos ante la angustia o la impotencia en ver de enojarnos y violentarnos, sería un mundo más pacífico, menos violento, más abierto al diálogo.
Cuando expresamos nuestra impotencia con enojo, por ejemplo al retar a nuestros hijos cuando se pierden, en vez de celebrar el encuentro y luego hablar con ellos sobre el peligro de perderse y asumir, también, nuestro descuido, pudiendo perdón, les estamos dando un pésimo ejemplo, una malísima forma de resolver nuestras frustraciones y angustias.
La próxima vez que te sientas así, pensá en esto que estoy compartiendo con vos. La violencia desequilibra, mientras que la tristeza y el llanto liberan, sale y se vuelve de una manera más íntegra, sin descontrol ni daños. Amén.

Querido Jesús, no sé si te querías quedar en el templo o si te olvidaron tus padres, sólo sé que te quedaste ahí y tus padres volvieron desesperados a buscarte, con sentimiento de culpa, seguramente. Vos le llevaste tranquilidad siendo así un espejo. Ayudame a aprender a asumir mis errores y responsabilidades, y a controlar mi enojo. Ayudame a vivir lo que siento sin vergüenza de que me crean débil o ridícula. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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