viernes, 22 de agosto de 2014

24 de Agosto

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 138

“Te alabaré con todo mi corazón;
delante de los dioses te cantaré salmos.
Me postraré hacia tu santo Templo
y alabaré tu nombre
por tu misericordia y tu fidelidad,
porque has engrandecido tu nombre
y tu palabra sobre todas las cosas.
El día que clamé, me respondiste;
fortaleciste el vigor de mi alma.

Te alabarán, mi Señor, todos los reyes de la tierra,
porque han oído los dichos de tu boca.
Cantarán de los caminos de mi Señor,
porque la gloria de mi Señor es grande,
porque mi Señor es excelso, y atiende al humilde,
pero al altivo mira de lejos.

Cuando ando en medio de la angustia,
tú me vivificas;
contra la ira de mis enemigos extiendes tu mano
y me salva tu diestra.
Mi Señor cumplirá su propósito en mí.
Tu misericordia, mi Señor, es para siempre;
¡no desampares la obra de tus manos!” Amén.

Curiosidades

¿Qué se entiende por conocimiento en la Biblia?

El ideal griego de conocimiento giraba en torno a la contemplación de la realidad en su naturaleza estática y perdurable; los hebreos se interesaban principalmente en la vida en su desenvolvimiento dinámico, y en consecuencia concebían el conocimiento como una toma de contacto palpable con el mundo que le exige al ser humano no sólo comprensión sino también el ejercicio de la voluntad.
Es por ello que el AT habla de conocer lo que significa perder los hijos, el quebranto, el pecado, al mano de Dios y su poder, su venganza. Se habla de la relación sexual íntima como el acto de conocer a un hombre o una mujer. Sobre todo, conocer a Dios no es simplemente tener conciencia de su existencia; en general esto se da por sentado en los escritos hebreos. Conocerlo es reconocerlo como lo que es, el señor soberano que demanda obediencia del ser humano, y especialmente la de su pueblo Israel, con el que ha hecho un pacto. Él es el Dios cuya santidad y misericordia se “conocen” en la experiencia de la nación y el individuo. El criterio para ese conocimiento es la obediencia, y lo opuesto no s simplemente la ignorancia sino la rebelión, el darle las espaldas voluntariamente. Además, el reconocimiento de las demandas del Señor comprende el rechazo de los dioses paganos, que sabemos que no son dioses.
Del lado de Dios en su relación con el ser humano también hay conocimiento. Aquí, especialmente, no puede hablarse de observación teórica, porque el ser humano y todas las cosas son creación de Dios. De este hecho surge la omnisciencia de Dios: él conoce el mundo y al ser humano que lo habita, porque es por su mandato que ambos existen. En particular, Dios conoce a aquellos que ha elegido para que sean sus agentes: su conocimiento se menciona en términos de elección.
En el NT, hablar de conocimiento en esta forma resulta natural cuando se trata de un pueblo que formalmente cree que Dios existe pero que no reconoce sus demandas. En el uso que hacen el judaísmo helenístico y el NT de los vocablos ginoskein, eidenai, y sus derivados, encontramos el pensamiento hebreo modificado por el hecho de que os gentiles ignoraban hasta la existencia de Dios. En general, sin embargo, se retiene la concepción hebrea. Todos los seres humanos deberían responder a la revelación en Cristo que ha posibilitado un total conocimiento de Dios, no una mera captación intelectual, sino obediencia a su propósito revelado, aceptación de su amor revelado, y comunión con él. Este conocimiento de Dios es posible solamente porque Dios es su amor ha llamado a los seres humanos a conocerlo. Puede decirse que todo el proceso de iluminación y aceptación significa llegar al conocimiento de la verdad.
Tanto Pablo como Juan escriben por momentos en consciente contraste con los sistemas el supuesto conocimiento esotérico que ofrecen los cultos de misterio y la “filosofía” sincretista de su época. Para estos últimos el conocimiento es el resultado de una iniciación o iluminación que pone al iniciado en posesión de un discernimiento espiritual más allá de la mera razón o la fe. Contra esto Pablo y todos los escritos joaninos recalcan el hecho de que el conocimiento de Dios surge de la fidelidad al Cristo histórico; no se opone a la fe, sino que la completa. No necesitamos otra revelación que la que se da en Cristo.
(Nuevo Diccionario Bíblico, 1º Edición – Ediciones Certeza - pág. 277)

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Romanos 11:33-36

“¡Profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios!
¡Cuán insondables son sus juicios
e insondables sus caminos!,
porque, ¿quién entendió la mente del Señor?
¿o quién fue su consejero?
¿Quién le dio a él primero, para que le fuera recompensado?,
porque de él, por él y para él son todas las cosas.
A él sea la gloria por los siglos. Amén.” Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Comprender la lógica de Dios desde nuestra mente humana limitada es imposible. Pensar en cómo comenzó todo el universo y por qué, siempre se desemboca en un ser supremos, al que nosotros, como cristianos, llamamos Dios.
De todas maneras, el reconocer a Dios como creador del universo no nos permite comprender por qué lo hizo, qué lo movió…
La única conclusión a la que finalmente llegamos es el amor como el motor, nuestro Dios aparte de creativo es generoso, tiene una necesidad de dar sin pedir nada a cambio, dar por el sólo hecho de ver la alegría de la vida.
Si a eso le sumamos el hecho de que también creemos en Jesucristo, Dios hecho un ser humano, una persona de carne y hueso como nosotros, ahí nuestra comprensión se complica un poco más. Dejar de ser Dios para tomar la forma humana, y con ella todas las limitaciones y sentimientos propios de las personas ¿qué necesidad hay?
Nuevamente llegamos a la conclusión de que el motor es el amor al sr humano. Ese deseo enorme de comprender nuestros sentimientos, nuestras dificultades, miedos, limitaciones, todo lo que nuestro cuerpo también experimenta desde el hambre, el cansancio, el fastidio, la alegría, la tristeza, el dolor, la impotencia… todo esto lo experimentó Dios en Jesús, con el sólo interés de comprendernos un poco más aún. ¡Y a eso se le suma su crucifixión y muerte! Sentir en carne propia la soledad, el abandono, lo más bajo del ser humano contra el otro, el sadismo de los torturadores y los espectadores… ¡para vencer a la muerte, derrotarla de una vez! Para que nosotros tampoco desaparezcamos para siempre, sino que tengamos vida después de la muerte… ¿cómo se entiende esto? ¿con qué finalidad sufrir, morir, para que nosotros, los seres humanos, que somos como el viento, que no logramos sostenernos firmes en la fe, seamos hijos e hijas de Dios?
Sólo por amor, sólo desde la lógica del amor desprendido, que se alegra con la alegría del otro y sufre con la infelicidad del otro. El amor que lleva a Jesús a ponerse en nuestro lugar para que nosotros estemos junto a él con el Creador.
¿Cómo entender esta lógica de amor?
¡Imposible!
Lo único que podemos hacer es creer en esta obra enorme de amor por los seres humanos, y en agradecimiento, vivir en amor desprendido, brindándonos a quien lo necesita… nada más.
Dios es generoso y se alegra si nosotros también lo somos… sólo esto espera de nosotros. Amén.

Querido Jesús: por más que lo pienso una y otra vez no puedo comprender tanto amor. Ese amor que nuestro Padre/Madre Dios nos da y vos también que entregaste tu vida para que yo tenga vida, junto con tantas personas que creen en vos. ¡Gracias por todo esto! ¡Gracias! En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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