sábado, 3 de mayo de 2014

4 de Mayo

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 16

“Guárdame, Dios,
porque en ti he confiado.

Alma mía, dijiste a mi Señor:
«Tú eres mi Señor;
no hay para mí bien fuera de ti.»

Para los santos que están en la tierra
y para los íntegros es toda mi complacencia.
Se multiplicarán los dolores de aquellos
que sirven diligentes a otro dios.
No ofreceré yo sus libaciones de sangre
ni en mis labios tomaré sus nombres.

Mi Señor es la porción de mi herencia y de mi copa;
tú aseguras mi suerte.
Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos
y es hermosa la heredad que me ha tocado.

Bendeciré a mi Señor que me aconseja;
aun en las noches me enseña mi conciencia.
A mi Señor he puesto siempre delante de mí;
porque está a mi diestra, no seré conmovido.

Se alegró por tanto mi corazón y se gozó mi alma;
mi carne también descansará confiadamente,
porque no dejarás mi alma en el seol,
ni permitirás que tu santo vea corrupción.
Me mostrarás la senda de la vida;
en tu presencia hay plenitud de gozo,
delicias a tu diestra para siempre.” Amén.

Curiosidades

¿Qué significado tiene la sangre en la Escritura?

La cuestión principal que hay que determinar es si “sangre” en el sentido bíblico se relaciona básicamente con la vida o la muerte. Hay quienes sostienen que en el régimen de sacrificios del AT “sangre” representa la vida liberada de las limitaciones del cuerpo y disponible para otros fines. Según este punto de vista el uso ceremonial de la sangre representa la solemne presentación de la vida a Dios: vida entregada, dedicada, transformada. La muerte ocupa un lugar subordinado o, incluso, no ocupa lugar alguno. Según esta opinión “la sangre de Cristo” significaría poco más que “la vida de Cristo”. No obstante, las evidencias no parecen apoyar este parecer.
En primer lugar  están las pruebas estadísticas. De los 362 pasajes en que aparece la palabra hebrea dam en el AT, 203 se refieren a muerte con violencia. Sólo siete pasajes relacionan la vida y la sangre (17 se refieren al acto de comer carne con su sangre). De esto se deduce claramente que la asociación más probable que genera el uso del término es muerte.
Luego está la falta de pruebas para apoyar la teoría de la vida. Los que defienden este punto de vista lo consideran evidente por sí mismo y se apoyan en pasajes tales como Lv.17: “la vida de la carne en la sangre está”. Pero los pasajes escriturales pueden interpretarse como que se trata de la vida que se entrega al morir, tanto como que se trata de la vida que se libera.
Es innegable que en algunos lugares se afirma que se ha conseguido la expiación por medio de la muerte, por ej. Nm.35 “esta sangre amancillará la tierra, y la tierra no será expiada de la sangre que fue derramada en ella, sino por la sangre del que la derramó”.
Por lo tanto, el AT no da pie para las afirmaciones tan rotundas que a veces se hacen. La expiación se consigue por la muerte de una víctima más bien por su vida. Esto se proyecta al NT. Allí, como en el AT, la sangre se usa más frecuentemente en el sentido de muerte por violencia que en ningún otro sentido. Cuando consideramos la sangre de Cristo encontramos algunos pasajes que indican del modo más claro posible que representa su muerte. Así, por ej., las referencias al ser “justificados en su sangre”, “la sangre de su cruz”, la referencia del hecho de que “vino mediante agua y sangre”, y otros.
A veces se piensa en la muerte de Cristo como un sacrificio, pero un cuidadoso análisis de todos los pasajes, indica que el término se emplea en el mismo sentido que en el AT. Vale decir. Se sigue considerando que los sacrificios eficaces en virtud de la muerte de la víctima. “La sangre de Cristo” ha de entenderse, por consiguiente, como la muerte expiatoria del Salvador.
(Nuevo Diccionario Bíblico, 1º Edición – Ediciones Certeza - pág.1249)

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

1 Pedro 1:17-21

Si invocan por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, condúzcanse en temor todo el tiempo de su peregrinación, pues ya saben que fueron rescatados de su vana manera de vivir (la cual recibieron de sus padres) no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación. Él estaba destinado desde antes de la fundación del mundo, pero ha sido manifestado en los últimos tiempos por amor de ustedes. Por medio de él creen en Dios, quien lo resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que su fe y esperanza sean en Dios.” Amén.
 Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Yo nací y crecí dentro de la Iglesia Luterana Danesa. Una de las particularidades de los templos es que en medio de la nave cuelga un barco. Una de las preguntas que el pastor siempre hacía a los confirmandos es porqué está ese barco colgado en medio del templo. La mayoría de los jóvenes (y luego descubrí que también muchos mayores) creían que recordaba el origen de nuestros antepasados simbolizado en un barco, ya que vinieron como todos los inmigrantes, navegando desde Europa. Y ahí venía la sorpresa porque su significado tenía que ver con nuestra teología, no con un medio de transporte.
El barco simboliza nuestro paso por la vida, como pasajeros que compartimos un mismo espacio con un comienzo (nuestro nacimiento) y un final (nuestra muerte). De alguna manera representa lo efímero de la vida, el hecho de que nada más estamos de paso, y en ese tiempo, así como en un viaje, podemos procurar que sea ameno, agradable o tortuoso e insoportable. Depende en gran parte de nosotros y nuestra actitud, porque como en todo viaje siempre hay imprevistos, tropiezos, esperas, pérdidas y demás. El paisaje puede ser bonito o aburrido y árido, pero quien hace de ese viaje algo especial e inolvidable somos los que compartimos el viaje.
Pedro aquí no habla de viaje, sino de peregrinación, personas que caminamos y cambiamos de escenario, saliendo de un lugar rumbo a otro, buscando en ese andar un sentido en nuestras vidas. Porque el peregrino es diferente del nómada o del mercader. El peregrino sale de su hogar en un viaje con una búsqueda espiritual, a lo largo del camino conoce gente, tiene diferentes experiencias y dificultades, pero va rumbo a un destino relacionado con su fe. Así, en los tiempos de Jesús la gente peregrinaba a Jerusalén en los tiempos de las fiestas judías, como lo hacían los cristianos de la Edad Media, hacia algún santuario o directamente a Roma.
Lo interesante es esta conciencia de que en la vida todo pasa incluso nosotros que a la vez nos ubica en una fragilidad y una insignificancia con respecto al tiempo de Dios.
A través de los siglos pasamos millones y millones de personas que nos sentimos únicas e irremplazables, pero la realidad es que al final somos como la arena de la playa, en donde cada granito, cada piedrita es tan insignificante, pero que juntas hacen la arena. Cada uno de nosotros no somos nada, pero juntos somos la humanidad. Y en medio de todo esto, de tanto anonimato, Jesús nos valora al punto de dar su Vida por nosotros y nos permite comprender que, aunque minúsculos, somos agentes de cambio, podemos hacer la diferencia, siendo él el primero, para mostrarnos el camino.
Vos y yo estamos de paso, pero podemos dejar huellas. Nuestro tiempo es reducido, por eso no hay tiempo que perder ¿te animás a cambiar el mundo desde vos mismo? Amén.

Querido Jesús, ayudame a verme como parte de la humanidad, especial, pero pequeña, muy pequeña. Ayudame a darme cuenta que mi tiempo es reducido y que no puedo perder el tiempo quejándome o esperando que otras personas que solucionen mi vida. Mi vida es una sola, es ahora, y la tengo que aprovechar al máximo porque el tiempo pasa y no se puede volver atrás. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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