viernes, 28 de marzo de 2014

30 de Marzo

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 23

“Mi Señor es mi pastor, nada me faltará.
En lugares de delicados pastos me hará descansar;
junto a aguas de reposo me pastoreará.
Confortará mi alma.
Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.

Aunque ande en valle de sombra de muerte,
no temeré mal alguno,
porque tú estarás conmigo;
tu vara y tu cayado me infundirán aliento.

Aderezas mesa delante de mí
en presencia de mis angustiadores;
unges mi cabeza con aceite;
mi copa está rebosando.
Ciertamente, el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,
y en la casa de mi Señor moraré por largos días.” Amén.

Curiosidades

¿Qué significa “luz” en las Escrituras?

La palabra “luz” está relacionada con el gozo, la bendición y la vida, en contraste con el dolor, la adversidad y la muerte. En tiempos primitivos ya significaba la presencia y el favor de Dios, en contraste con el juicio de Dios. De estas y otras fuentes surge el dualismo ético muy marcado entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal, en el NT. Algunos entendidos, han considerado que los paralelos helenísticos resultan significativos a este respecto, pero la presencia de este uso en el judaísmo, por ej., la guerra de los hijos de la luz y los hijos de la tinieblas, hace innecesaria tal inferencia, y nos ofrece un comentario más pertinente sobre los conceptos neotestamentarios.
La santidad de Dios se expresa en términos de luz, por ej. en 1 Ti.6, donde se dice que habita “en luz inaccesible”; en 1 Jn.1, donde se dice que “Dios es luz”, y otros pasajes en esa misma epístola, en los que explican las consecuencias de este hecho para el creyente. Podemos ver el mismo pensamiento en la típica expresión hebrea “hijos de luz”, que dos veces emplea Pablo.
En el evangelio de Juan el término luz se refiere, no tanto a la santidad de Dios, como la revelación de su amor en Cristo y la penetración de dicho amor en vidas entenebrecidas por el pecado. Es así que Cristo se refiere a sí mismo como “la luz del mundo”, y en el Sermón del monte aplica esta expresión a sus discípulos. En forma semejante, Pablo puede referirse a “la luz del evangelio de la gloria de Cristo”, y a Dios como el que “resplandeció en nuestros corazones”.
 

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Efesios 5:6-20

Nadie les engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No sean, pues, partícipes con ellos, porque en otro tiempo eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor; anden como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando lo que es agradable al Señor. Y no participen en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien denúncienlas, porque vergonzoso es aun hablar de lo que ellos hacen en secreto. Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas, porque la luz es lo que manifiesta todo. Por lo cual dice:
Despiértate, tú que duermes,
y levántate de los muertos,
y te alumbrará Cristo.
Miren, pues, con diligencia cómo anden, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no sean insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. No se embriaguen con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sean llenos del Espíritu, hablando entre ustedes con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en sus corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

 “Vivir con alegría significa vivir más”, decía una canción de Palito Ortega hace muchos años atrás. Palabras muy ciertas.
La alegría de vivir hace de nuestras vidas algo hermoso. Porque hay dos formas de tomar la vida: con amargura y pesadez o con alegría y esperanza.
Una persona alegre es una luz que ilumina, la luz atrae siempre. Nada más observar en la naturaleza: las plantas buscan la luz, a veces se estiran para alcanzarla, los bichos vuelan alrededor de la luz, nuestros ojos van a la luz en la oscuridad. La luz llama, la luz nos da vida, la luz nos da esperanza.
Como cristianos somos llamados a ser luz, hijos e hijas de la luz, somos llamados a vivir con alegría en medio de todas las situaciones que nos toquen vivir.
A diario vemos en la televisión una serie de programas en donde los animadores sonríen todo el tiempo, se ríen, la onda es que todo sea divertido y lo peor que nos puede pasar es el aburrimiento.
Esto nada tiene que ver con la alegría de la que hablamos desde la fe cristiana. Cuando decimos que Dios nos llama a vivir con alegría, tiene que ver con ser optimistas, buscar lo positivo incluso de las situaciones más dolorosas y complicadas, tiene que ver con la esperanza de saber que Dios está a nuestro lado y no quiere nuestro sufrimiento para siempre.
La alegría del cristiano tiene que ver con poner el corazón en lo que perdura y no en lo que podemos obtener con el dinero. Se trata de disfrutar los momentos simples de la vida y valorar a cada persona por lo que es y lo que puede brindar más allá de sus capacidades o dones.
La alegría tiene que ver con la plenitud en la que vivimos a partir de saber que ni la enfermedad, ni el sufrimiento, ni la muerte nos puede hacer daño, ya que como hijos e hijas de Dios tenemos vida más allá de la muerte, que somos coherederos de Cristo. Amén.


Querido Jesús, cuando me pongo a pensar los muchos beneficios que tengo como cristiana no puedo más que agradecerte. En medio de una sociedad en donde hay tanta soledad, angustia, envidia y miedo, yo puedo aferrarme a vos y sentir que nada más necesito. Sé que estás pendiente de mis necesidades por lo que no me queda más que agradecerte y alabarte. ¡Gracias! En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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