viernes, 22 de noviembre de 2013

24 de Noviembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 122

““Yo me alegré con los que me decían:
«¡A la casa de mi Señor iremos!»
Nuestros pies estuvieron
dentro de tus puertas, Jerusalén.
Jerusalén, que ha sido edificada
como una ciudad que está bien unida entre sí.
Allá subieron las tribus,
las tribus de Jah,
conforme al testimonio dado a Israel,
para alabar el nombre de mi Señor,
porque allá están las sillas del juicio,
los tronos de la casa de David.

Pidan por la paz de Jerusalén;
¡sean prosperados los que te aman!
¡Sea la paz dentro de tus muros
y el descanso dentro de tus palacios!
Por amor de mis hermanos y mis compañeros
diré yo: «¡La paz sea contigo!»
Por amor a la casa de mi Señor, nuestro Dios,
buscaré tu bien.” Amén.

Curiosidades

¿Qué significa la primogenitura de Jesús?

Jesús fue el primogénito de su madre, frase que abre la posibilidad, aunque no lo exige, de que María haya tenido otros hijos posteriormente. Como tal, Jesús fue llevado al templo por María y José para ser presentado a Dios; como Lucas omite mencionar el precio pagado por la redención del niño, puede haber sido su intención mencionar el incidente como la dedicación del primogénito al servicio de Dios. Jesús es, también, el primogénito de su Padre celestial. Es el primogénito de toda la creación, no en el sentido de ser él mismo un ser creado, sino que, como Hijo de Dios, fue su agente en la creación y, en consecuencia, tiene autoridad sobre todas las cosas creadas. En forma similar, es el primogénito de la nueva creación, por haber sido el primero en ser levantado de entre los muertos, y por lo tanto es el Señor de toda la iglesia. De esta manera, es el primogénito de toda la familia de los hijos de Dios destinados a ser hechos conforme a su imagen. Puede haber un eco del Salmo 89 en Hechos 1, en el que el Hijo de Dios es objeto de la adoración de todos los ángeles con motivo de su venida al mundo. Finalmente, el pueblo de Dios, tanto los vivos como los muertos, pueden describirse como los primogénitos que están inscritos en los cielos, ya que participan de los privilegios del Hijo.
Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Colosenses 1:12-20

“…y, con gozo, darán gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz. Él nos ha librado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.
Cristo es la imagen del Dios invisible,
el primogénito de toda creación,
porque en él fueron creadas todas las cosas,
las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles;
sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades;
todo fue creado por medio de él y para él.
Y él es antes que todas las cosas,
y todas las cosas en él subsisten.
Él es también la cabeza del cuerpo que es la iglesia,
y es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia,
porque al Padre agradó que en él habitara toda la plenitud,
y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas,
así las que están en la tierra como las que están en los cielos,
haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.” Amén.


Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

¿Quién es el centro de mi vida? ¿a quién pertenezco?
Vivimos en una sociedad en donde somos bombardeados por frases como “sé tú mismo”, “tú puedes”, “just do it”, esto es hacelo. Frases en donde por un lado nos dicen que si nos lo proponemos, somos capaces de todos, cada persona tiene un potencial, si ponemos nuestro empeño podemos lograr todo lo que queramos. Pero al mismo tiempo, estas frases tienen un fuerte acento individualista. Yo puedo sola y hago lo que quiero, lo que me venga en ganas, porque yo soy el centro de mi vida y si alguien se interpone, lo hago a un lado. Lo importante es que yo disfrute, que yo gane, que yo me realice… los demás son obstáculos o escalones.
El resultado de tanto individualismo está a la vista: una sociedad despreocupada por lo que le pasa al otro, que no siente que tiene que ver con la situación del otro, una sociedad que no se hace cargo de las víctimas de un sistema claramente cruel y discriminatorio, que necesita de marginados para existir. Una sociedad que a nivel mundial está colapsando y que busca a través de guerras inventadas sobrevivir un poco más, pero que está en agonía, esperando un nuevo modelo más justo e inclusivo.
Para los cristianos y cristianas el centro de nuestras vidas debería ser Cristo, principio de todo y reconciliador del mundo a través de la propuesta del amor, del cual se desprende la justicia, la equidad, la misericordia y el perdón. Si tenemos a Cristo como centro de nuestras vidas, no vivimos ya para nosotros mismos y no podemos vivir indiferentes a la realidad de las personas que nos rodean. No podemos ser indiferentes ante las guerras, la explotación del planeta y del ser humano por el ser humano, ni de que diariamente millones de personas mueran de hambre y vivan en la miseria. Como cristianos debemos ser conscientes de que si alguien tiene de más a otro le va a faltar, y que éste es el principio del sistema perverso en el que vivimos, y lo más importante: no es un sistema absoluto y único, se puede cambiar, se puede pensar en un sistema político – económico diferente, que no necesite de sacrificios, de víctimas como el capitalismo posmoderno.
Vivamos buscando la armonía entre nosotros, tomemos conciencia de que somos parte de un todo y que a la larga todo lo que les pasa a las demás personas nos llega, nos rebota, porque no somos seres aislados. Es hora de buscar los cambios. Amén.

Querido Jesús, hoy quiero pedir perdón. Perdón por mi indiferencia, por creerme invencible, por creer que todo lo puedo pero si vos, que yo sola me basto. El mundo ha sido creado por Dios para que lo disfrutemos todos y no para que algunos tengan que ser el sacrificio de un sistema socioeconómico injusto y perverso. Ayudame a cambiar las cosas desde mí misma. Te lo pido a vos que junto al Padre y al Espíritu Santo reinas por toda la eternidad. Amén.

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