viernes, 8 de noviembre de 2013

10 de Noviembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 17

“Oye, mi Señor, una causa justa;
atiende a mi clamor.
Escucha mi oración
hecha de labios sin engaño.
De tu presencia proceda mi defensa;
vean tus ojos la rectitud.

Tú has probado mi corazón, me has visitado de noche;
me has puesto a prueba y nada malo hallaste.
He resuelto que mi boca no cometa delito.
En cuanto a las obras humanas,
por la palabra de tus labios
yo me he guardado de las sendas de los violentos.
Afirma mis pasos en tus caminos,
para que mis pies no resbalen.

Yo te he invocado por cuanto tú, Dios, me oirás;
inclina a mí tu oído, escucha mi palabra.
Muestra tus maravillosas misericordias,
tú que salvas a los que se refugian a tu diestra
de los que se levantan contra ellos.
Guárdame como a la niña de tus ojos;
escóndeme bajo la sombra de tus alas,
de la vista de los malos que me oprimen,
de mis enemigos que buscan mi vida.

Envueltos están en su gordura;
con su boca hablan arrogantemente.
Han cercado ahora nuestros pasos;
tienen puestos sus ojos para echarnos por tierra.
Son como león que ansía agarrar su presa
y como leoncillo que está en su escondite.

Levántate, mi Señor; sal a su encuentro, derríbalos;
libra mi vida de los malos con tu espada,
de los hombres, con tu mano, mi Señor,
de los hombres de este mundo,
para quienes lo mejor es esta vida,
y cuyo vientre está lleno de tus bienes.
Sacian a sus hijos
y aun les sobra para sus pequeños.

En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia;
estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza.” Amén.


Curiosidades

¿Qué es la esperanza según el Nuevo Testamento?

No hay referencias explícitas a la esperanza en las enseñanzas de Jesús. Pero él les enseña a sus discípulos que no deben sentir ansiedad con respecto al futuro, porque ese futuro está en las manos del Padre amante. También los alienta a esperar que después de su resurrección les enviará un poder espiritual renovado que les va a permitir hacer obras aun más grandes que las que él mismo hizo, vencer el pecado y la muerte, y esperara la participación en su propia gloria eterna. La resurrección de Jesús dio nuevas fuerzas a su esperanza. Fue el más portentoso de los actos de Dios en la historia. Ante él “el pánico y la desesperación huyen”. La fe cristiana es esencialmente fe en el Dios que resucitó a Jesús entre los muertos. Este Dios, a quien dirige el cristiano su fe, es “el Dios de esperanza” que puede llenar al creyente de gozo y paz, y capacitarlo para abundar en esperanza. Por la resurrección el cristiano se libra de la triste condición de tener que esperara en Cristo limitado a este mundo solamente. Cristo Jesús es su esperanza para el tiempo y la eternidad. El llamado a ser discípulo de Cristo lleva aparejada la esperanza de compartir finalmente su gloria. Su esperanza está guardada en los cielos, y se cumplirá cuando el Señor sea revelado.
La existencia de esta esperanza hace imposible que el cristiano se sienta satisfecho con los goces transitorios; y es también un acicate para vivir una vida pura, y le permite sufrir alegremente. Es digno de notar cuántas veces en el NT relaciona la esperanza con la “paciencia” o la “fidelidad”. Esta virtud es completamente diferente de la resistencia de los estoicos, precisamente porque se basa en una esperanza que ellos desconocían.
Por su relación con el amor, la esperanza cristiana está libre de todo egoísmo. El cristiano no espera bendiciones para sí sin desear al mismo tiempo que otros las disfruten también. Cuando ama a su prójimo desea que reciba todas las buenas cosas que sabe que Dios desea darle. Pablo dio pruebas de su esperanza, al igual que de su amor y de su fe, cuando devolvió al esclavo Onésimo, que había huido de su amo Filemón. La fe, la esperanza, y el amor son, por lo tanto, inseparables. La esperanza no puede existir sin la fe, y no es posible tener amor sin esperanza. Estas tres cosas permanecen, y juntas dan forma al modo de vida cristiano.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

2 Tesalonisenses 2:15-3:5

Así que, hermanos, estén firmes y retengan la doctrina que han aprendido, sea por palabra o por carta nuestra. Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia, conforte sus corazones y los confirme en toda buena palabra y obra.
Por lo demás, hermanos, oren por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre nosotros, y para que seamos librados de hombres perversos y malos, pues no es de todos la fe. Pero fiel es el Señor, que los afirmará y guardará del mal. Y tenemos confianza respecto a ustedes en el Señor, en que hacen y oren lo que les hemos mandado. Y el Señor encamine sus corazones al amor de Dios y a la paciencia de Cristo.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

En Septiembre de este año, viajé al Paraguay para dar un taller sobre violencia de género en la pareja junto a un grupo de mujeres de la Congregación. Fuimos de avión ya que son muchos kilómetros que nos separan de Katueté, en donde se hizo el Encuentro de Mujeres, es casi frontera con Brasil.
Tanto de ida como de vuelta fue un viaje por demás accidentado. Pero uno de los momentos de más tensión que tuvimos fue cuando el avión ya estaba aterrizando en el aeroparque en Buenos Aires y tomó vuelo enseguida en medio de un temporal de lluvia y viento, lo que le llaman “sudestada”. En el momento en que el avión cambió de rumbo y comenzó a subir rápidamente hubo un silencio sepulcral en todo el avión: claramente cada uno de los pasajeros se acordó de Dios, y aunque no nos hubiéramos puesto de acuerdo, todos estábamos orando, cada uno a su manera. Temíamos, claro, que no saliéramos de esa, porque la situación realmente fue peligrosa. Todos nos acordamos de Dios.
Y eso es típico. Nos acordamos de Dios en las situaciones de peligro, de dolor, de dificultades… y muchas veces hasta le echamos la culpa de la situación que estamos viviendo. Oramos por nosotros o por las personas que amamos… ¿pero cuándo oramos por aquellas personas que no conocemos?
Al final de cada culto hacemos la oración de intercesión, siempre explico que es el momento en donde oramos por otros, por personas y realidades y no por nosotros mismos. Pero la mayoría igualmente pide o agradece por la propia vida, su propia realidad. ¡Nos cuesta salir de nosotros mismos, pensar en que nuestras oraciones pueden ayudar a otros!
Creemos en el poder de la oración, por eso oramos. Creemos que Dios escucha nuestros ruegos, ¡por eso aquel día todos oramos en el avión, pedimos a Dios que nos libre del accidente que vimos tan cercano y que justamente gracias a Dios, le dio la destreza al piloto para hacer un segundo intento de aterrizaje porque el primero venía mal!
Los y las invito a que cada día oren también por otras personas. Tal vez al mirar el noticiero, tal vez al ver realidades que no podemos cambiar, tal vez al ver tanto sufrimiento e injusticia a nuestro alrededor. Amén.

Querido Jesús, hoy te pido por todas aquellas personas que no te conocen todavía y que no se aferran a vos. Ilumina sus corazones para que te descubran y puedan vivir una vida en paz, armonía y agradecimiento. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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