viernes, 15 de noviembre de 2013

17 de Noviembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 98

“Canten a mi Señor cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas;
su diestra lo ha salvado
y su santo brazo.
Mi Señor ha hecho notoria su salvación;
a vista de las naciones ha descubierto su justicia.
Se ha acordado de su misericordia y de su verdad
para con la casa de Israel;
todos los términos de la tierra han visto
la salvación de nuestro Dios.

Canten alegres a mi Señor, toda la tierra.
Levanten la voz, aplaudid y cantad salmos.
Canten salmos a mi Señor con arpa;
con arpa y voz de cántico.
Aclamen con trompetas y sonidos de bocina,
delante del Rey, mi Señor.

Brame el mar y su plenitud,
el mundo y los que en él habitan;
los ríos batan las manos,
regocíjense todos los montes
delante de mi Señor,
porque vino a juzgar la tierra.
Juzgará al mundo con justicia
y a los pueblos con rectitud.” Amén.


Curiosidades

¿Qué dice la Biblia acerca del trabajo?

Resulta claro, debido al uso intercambiable de ciertas palabras para indicar la actividad de Dios y del ser humano, que el trabajo es en sí mismo algo ordenado por Dios. El trabajo es algo que Dios concibió para el ser humano desde el principio, y se menciona en varios textos como provisión de la sabiduría divina. La creación misma “trabaja”. La realidad del trabajo como parte integral del esquema del plan divino para el ser humano está implícitamente en el cuarto mandamiento. Pero la entrada al pecado hizo que el trabajo se convirtiese en carga en lugar de bendición y, cuando no es algo malo en sí mismo, ha perdido su verdadero valor. Se ha convertido en ocasión para pecar; se convierte en idolatría cuando se transforma en un fin en sí mismo. Para algunos se ha convertido en medio de explotación y opresión. Pero en la redención el trabajo vuelve a transformarse en medio de bendición. Desde el comienzo del cristianismo ha condenado la holgazanería, aun cuando para justificarla se haya invocado a veces a la religión. Nuestro Señor, al trabajar de carpintero, ha santificado el trabajo común, y Pablo ofreció un ejemplo de trabajo honesto. Virtualmente estableció una ley de la economía social en su anuncio de 2 Tes.3:10: “Les ordenábamos esto: si alguno no quiere trabajar, tampoco coma”. Por otra parte, el principio proclamado por nuestro Señor sigue siendo la base de la sociedad: “El obrero es digno de su salario”.
En la experiencia de la gracia las tareas humanas reciben nueva valoración y se vuelven más dignas. Se llevan a cabo por amor al nombre del Señor. Y en su cumplimiento en este contexto son triplemente benditas. El que trabaja recibe bendición él mismo al recibir la gracia divina para llevar a cabo sus labores para la gloria de Dios; los receptores de los resultados de tales tareas, realizadas con un nuevo valor, también benefician; y en todo Dios mismo es glorificado. Tales trabajos se realizan “en” y “para” el Señor. De este modo el ser humano se convierte en mayordomo de las riquezas de Dios y en servidor de su prójimo. La genuinidad de la fe del ser humano se demuestra al final por la calidad de sus obras. Mas al final la aceptación del que trabaja será un acto de la gracia divina.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

2 Tesalonisenses 3:6-12

Pero les ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se aparten de todo hermano que ande desordenadamente y no según la enseñanza que recibieron de nosotros. Ustedes mismos saben de qué manera deben imitarnos, pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre ustedes ni comimos de balde el pan de nadie. Al contrario, trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser pesados a ninguno de ustedes; no porque no tuviéramos derecho, sino por darles nosotros mismos un ejemplo que pueden imitar.  Y cuando estábamos con ustedes les ordenábamos esto: que si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Ahora oímos que algunos de entre ustedes andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entrometiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo que, trabajando pacíficamente, coman su propio pan.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Este invierno con el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, hablamos acerca de los Jóvenes y el Trabajo. En esa ocasión dos cosas sonaron muy fuerte: el derecho a un trabajo digno y la cultura del trabajo. Dos conceptos que a veces se unen y otras se contraponen.
Una de las cosas que tuvimos que asumir es que en nuestra sociedad se ha perdido el gusto por el esfuerzo, el “ganarse el pan con el sudor de la frente”. ¡Todos desean un trabajo que no implique un esfuerzo!
Cuando se habla de trabajo digno se confunde con trabajo categorizado y no se asume que todo trabajo, por más “sucio” o “bruto” que sea, es necesario y merece sí una paga que es lo que dignifica a la persona: el recibir lo que se merece por la tarea o trabajo realizado.
En estos tiempos hay muchas personas que creen que es una obligación que se les dé y muchas veces sin haber hecho nada más que presentarse a una ventanilla de alguna oficina gubernamental o estatal. Personas que pretenden vivir sin ningún esfuerzo del estado, de lo que entre todos los ciudadanos aportamos en forma de impuestos. Muchas veces exige de esa persona ser la “hinchada” del gobierno de turno, lo que se conoce como “clientelismo”, algo tan antiguo como el imperio romano.
¿Pero es digno recibir dinero a cambio de favores políticos? ¿o es más digno ganarse el pan como peón de campo o albañil, cavar zanjas o recoger la basura? Ganarse el pan por la tarea realizada y no recibir dinero a cambio de favores políticos…
Cuando la persona no está ocupada, cuando tiene demasiado tiempo para pensar, generalmente desemboca en cosas negativas. Como no sabe en qué ocupar su tiempo y no se le ocurre capacitarse, hacer algún hobby o algún voluntariado al servicio de la gente, surge el chisme, las intrigas, y demás iniciativas que no sólo no son positivas, sino que afectan, dañan y a veces destruyen a los demás.
Siempre me acuerdo la primera vez que recibí una paga por un trabajo realizado, recuerdo que tenía unos 13 ó 14 años, hice un bordado para una señora que tenía un taller de artesanías que las vendía muchas veces por encargo, y tenía un grupo de bordadoras, al que pertenecí durante varios años. Pero esa primera vez fue muy especial. Normalmente ya nos decía cuánto nos iba a pagar cuando nos entregaba el bordado, por lo que yo ya tenía en vista lo que quería comprar con ese dinero: un mantecol de 3 kg., y así lo hice. Me acuerdo la alegría que tenía cuando fui a la heladera del super, tomé el mantecol y luego lo pagué con mi dinero producto de horas de trabajo. Creo que nada se valora más que lo que se consigue con el esfuerzo, porque nos da también un derecho, una dignidad.
Es importante que como adultos podamos transmitir a nuestros hijos y a los jóvenes en general el valor del trabajo, el valor del esfuerzo, el conseguir las cosas con nuestras propias manos. Al mismo tiempo dejar de facilitarles todo, porque no estamos ayudando a su formación sino que estamos formando eternos desconformes que sólo van a exigir más y más. La dignidad está en la independencia, en valerse por uno mismo, y eso requiere un esfuerzo y a veces de hacer tareas que no nos gustan tanto, que no son el sueño de nuestra vida, pero que nos permite recibir un salario, una paga, para vivir realmente esa independencia tan necesaria para la autoestima de toda persona. Amén.

Querido Jesús, ayudame a transmitir lo importante que es valerse por uno mismo, vivir del producto del esfuerzo, vivir del producto de nuestras manos. Sé que esta sociedad nos bombardea con necesidades que no son reales, que son superfluas, ayudame y ayudá también a otras personas a discernir qué es lo que en realidad necesitamos, y que las necesidades básicas son casa, comida y vestimenta, y que lo demás son accesorios. Que lo que nos da una vida plena no son las cosas que podemos adquirir con dinero, sino los afectos y sobre todo la fe en vos. ¡Gracias, Señor, por todo lo que me das y le das a cada uno que trabaja dignamente! En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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