viernes, 8 de junio de 2012

10 de Junio

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 130

“A ti clamo, Señor, 
desde el fondo de mi angustia. 
¡Escucha, Señor, mi voz! 
¡Que no se cierren tus oídos 
al clamor de mi súplica!

Señor, si te fijaras en nuestros pecados, 
¿quién podría sostenerse en tu presencia? 
Pero en ti hallamos perdón, 
para que seas reverenciado.

Señor, toda mi vida he esperado en ti, 
y he confiado en tus promesas. 
Yo te espero, Señor, con toda el alma, 
como esperan los centinelas la mañana, 
como esperan los vigilantes el nuevo día.

Israel, confía en el Señor, 
porque el Señor es misericordioso; 
¡en él hay abundante redención! 
El Señor salvará a Israel 
de todos sus pecados.” Amén.

Curiosidades


Satanás es el nombre del príncipe del mal y significa “adversario”. Las referencias en el A.T. son pocas, pero se lo ve constantemente dedicado a actividades contrarias al bien del ser humano.
La mayor parte de la información que tenemos proviene del N.T., donde el ser supremamente malo se conoce como Satanás o “el diablo” indistintamente, empleándose ocasionalmente Belzebú. Otras expresiones como “príncipe e este mundo” o “príncipe de la potestad del aire”, también aparecen. Siempre se lo pinta como hostil para con Dios, y obrando en contra de los planes de Dios.
Mateo y Lucas nos dicen que cuando comenzó su ministerio Jesús ue sometido a una severa prueba cuando Satanás lo tentó a llevar a cabo su misión con espíritu inadecuado. Cuando se completó el período de prueba el diablo lo dejó “por un tiempo”, lo cual indica que la lucha volvió a entablarse posteriormente. El propósito expreso de la venida de Jesús al mundo fue el de “deshacer las obras del diablo”. En todas partes el N.T. ve un gran conflicto entre las fuerzas de Dios y el bien, por una parte, y las del mal, al mando de Satanás, por otra. Este no es el concepto de uno u otro de los escritores aisladamente, sino compartido por todos.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Marcos 3:20-35

»Jesús entró en una casa, y de nuevo se juntó tanta gente, que ni siquiera podían comer él y sus discípulos. Cuando sus familiares lo supieron, fueron para llevárselo, porque pensaban que estaba fuera de sí.
Pero los escribas que habían venido de Jerusalén decían: «A éste lo domina Beelzebú. Y expulsa a los demonios por el poder del príncipe de los demonios.»
Entonces Jesús los llamó, y en parábolas les dijo: «¿Y cómo puede Satanás expulsar a Satanás?
Si un reino se divide contra sí mismo, no puede permanecer.
Si una casa se divide contra sí misma, tampoco puede permanecer.
Y si Satanás se subleva contra sí mismo, y se divide, tampoco puede permanecer. Su fin habrá llegado. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y robarle sus pertenencias, si antes no lo ata. Entonces sí podrá saquear su casa.
»De cierto les digo que a todos ustedes se les perdonará todo pecado y toda blasfemia, pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo jamás será perdonado, sino que será culpable de un pecado eterno.»
Y es que ellos habían dicho: «Éste tiene un espíritu impuro.»
Llegaron entonces la madre y los hermanos de Jesús, pero se quedaron afuera y mandaron a llamarlo. La muchedumbre sentada a su alrededor le dijo: «Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están allí afuera, y te buscan.»
Jesús les respondió: «¿Y quién es mi madre, y mis hermanos?»
Miró entonces a los que estaban sentados a su alrededor, y dijo: «Mi madre y mis hermanos están aquí. Porque todo el que hace la voluntad de Dios es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.» Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Yo pertenezco a una familia grande: somos 6 hermanos, pero además me crié en una casa en donde siempre había lugar para uno más, o para tres o cuatro más…
Ahora soy madre de 6 hijos también, y mi casa está abierta para todos. Ya voy teniendo al menos una tres hijas, que buscan en mí el consejo y la compañía de una madre, pero además la familia se extiende entre mis nueras, mis yernos, los amigos y amigas de mis hijos, pero también los de mi esposo y míos.
Adoro la mesa grande con muchos platos y una olla llena de comida. La iglesia es mi familia extendida y ya muchas personas de la congregación y de otras iglesias han compartido mi mesa.
Todo esto tiene que ver con mi historia familiar, pero a la vez con mi fe. Estoy convencida de que los cristianos y cristianas formamos una gran familia en donde Dios es nuestro Padre y Madre, y Jesús nuestro hermano mayor que nos guía y nos protege.
Es interesante cuando uno logra vivir de esa manera porque se logra una intimidad muy especial. Se empieza a valorar las cosas simples de la vida y nos damos cuenta de que en la olla y en la casa ocurre una cosa muy extraña: nunca le falta nada a nadie, ni comida, ni lugar para el descanso. Es increíble porque tampoco interfiere mayormente en la economía hogareña, porque siempre se llega a fin de mes igual. ¡Y ni hablar de esas veces en donde cada uno trae un poquito!
Cuando el Espíritu de Dios inunda una casa, cuando se instala ahí, cuando el Espíritu de Dios impregna una comunidad, se forma la gran familia, esa familia a la que hemos sido llamados en Jesús. Y ya los lazos sanguíneos no importan, porque el amor de Dios es el que está presente. Vivir la experiencia de la familia extendida, de la que Jesús habla cuando dice: «Mi madre y mis hermanos están aquí. Porque todo el que hace la voluntad de Dios es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.» s lo más hermoso que hay, y vos podés vivir esa experiencia. Animate. Amén.

Querido Jesús, hermano mío, ¡gracias por aceptarme como miembro de tu familia! ¡Gracias porque a través de tu muerte y resurrección, Dios me ha hecho su hija! ¡Gracias, porque a través del Espíritu Santo puedo conocerte a vos y al Dios Padre! En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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