viernes, 23 de septiembre de 2011

25 de Septiembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:


Salmo 25


A ti, mi Señor, levantaré mi alma.


Dios mío, en ti confío;
no sea yo avergonzado.
¡No se alegren de mí mis enemigos!


Ciertamente, ninguno de cuantos esperan en ti será confundido;
serán avergonzados los que se rebelan sin causa.


Muéstrame, mi Señor, tus caminos;
enséñame tus sendas.


Encamíname en tu verdad y enséñame,
porque tú eres el Dios de mi salvación;
en ti he esperado todo el día.


Acuérdate, mi Señor, de tus piedades y de tus misericordias,
que son perpetuas.


De los pecados de mi juventud y de mis rebeliones no te acuerdes.
Conforme a tu misericordia acuérdate, mi Señor, de mí,
por tu bondad.


Bueno y recto es mi Señor;
por tanto, él enseñará a los pecadores el camino.


Encaminará a los humildes en la justicia
y enseñará a los mansos su carrera.


Todas las sendas de mi Señor son misericordia y verdad
para los que guardan su pacto y sus testimonios.


Por amor de tu nombre, mi Señor,
perdonarás también mi pecado, que es grande.


¿Quién es el hombre que teme a mi Señor?
Él le enseñará el camino que ha de escoger.


Gozará él de bienestar
y su descendencia heredará la tierra.


La comunión íntima de mi Señor es con los que lo temen,
y a ellos hará conocer su pacto.


Mis ojos siempre se dirigen hacia mi Señor,
porque él saca mis pies de la red.


Mírame y ten misericordia de mí,
porque estoy solo y afligido.


Las angustias de mi corazón se han aumentado;
sácame de mis congojas.


Mira mi aflicción y mi trabajo
y perdona todos mis pecados.


Mira mis enemigos, cómo se han multiplicado
y con odio violento me aborrecen.


¡Guarda mi alma y líbrame!
No sea yo avergonzado, porque en ti he confiado.


Integridad y rectitud me guarden,
porque en ti he esperado.


¡Redime, Dios, a Israel
de todas sus angustias!”
Amén.


Curiosidades


¿Qué era un publicano?


El término griego telones significa recaudador de impuestos o de aduana por cuenta de los romanos, empleado por un arrendatario o contratista. Ya en el s.212 a.C. había en Roma una clase de hombres que concertaba contratos estatales de diversos tipos. Estaban estrechamente relacionados con la orden ecuestre, y eran apoyados por ella; y en fecha posterior actuaron en una cantidad de provincias, donde sus tareas incluían el cobro de los diezmos y de diversas tasas indirectas. El sistema se prestaba mucho para el abuso, y aparentemente los publicani se prestaron a la extorción y las prácticas deshonestas desde el principio, de modo que, si bien el gobierno controlaba los excesos más groseros, y en algunos casos llevó a la justicia a los culpables, en general el cargo adquirió la mala reputación que conocemos. Cicerón consideraba vulgares las ocupaciones de los funcionarios de aduanas a causa del odio que despertaban, y Livio registra la opinión expresada en 167 a.C. de que donde hay un publicanus los aliados no gozan de libertad. A menudo los contratistas centrales no eran de las provincias cuyos impuestos recaudaban, aunque nada impedía que fueran nativos, y podían emplear subcontratistas nativos. Pero los recolectores generalmente provenían de la población local, porque era necesario conocer a las personas de la localidad y sus modalidades a fin de evitar el engaño. Sus prácticas generalmente extorsivas los convertían en una clase especialmente odiada y despreciada, de modo que nuestro Señor pudo referirse a ellos como ejemplos típicos de una actitud egoísta. Para el judío estricto, sin embargo, esta actitud tan natural de odio se veía agravada y alterada en su carácter por la consideración religiosa de que el publicano era ceremonialmente impuro, por su continuo contacto con los gentiles, y porque debía trabajar en el día de reposo. Esta impureza, junto con la enseñanza de los rabinos de que los discípulos no debían comer con esa clase de personas, explica la actitud evidenciada por la expresión publicanos y pecadores y publicanos y rameras.


Evangelio


Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:


Mateo 21:28-32


»Pero ¿qué les parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero le dijo: "Hijo, vete hoy a trabajar en mi viña". Respondiendo él, dijo: "¡No quiero!" Pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro le dijo lo mismo; y respondiendo él, dijo: "Sí, señor, voy". Pero no fue.

¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?

Dijeron ellos:

_ El primero.

Jesús les dijo:

_ De cierto les digo que los publicanos y las rameras van delante de ustedes al reino de Dios, porque vino a ustedes Juan en camino de justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las rameras le creyeron. Pero ustedes, aunque vieron esto, no se arrepintieron después para creerle.” Amén.


Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:


Quedarme en el amague… ¿cuántas veces me pasa? ¿cuántas veces te pasa a vos?

Tenemos planes, buenos deseos, sueños… pero quedan ahí, esperando.

Tiene que ver con la voluntad, la convicción, el estar dispuesto a renunciar a otras cosas que tal vez nos traen placer o simplemente nos tienen apresados.

Si miramos a nuestro alrededor hay mucho por hacer. Si pensamos cómo mejorar nuestro entorno: nuestro pueblo, el barrio, la escuela, la plaza… hay mucho por hacer y tiene que ver con hacer la voluntad de Dios.

Dios nos ha creado como seres comunitarios que nos complementamos y ayudamos mutuamente. El hacer cosas en función del bienestar común es voluntad de Dios, y cuando lo hacemos nos hace bien y hacemos bien… pero requiere un esfuerzo, un compromiso.

Mucho nos quejamos de que nada funciona ¿pero hacemos algo por cambiar eso? Nadie quiere formar parte ni de las cooperadoras, ni de las comisiones, ni de la Iglesia… ¡nadie quiere comprometerse!

Cuando se hacen las asambleas no se logra renovar siquiera los miembros mínimos de las comisiones… de lo que sea: escuelas, clubes, hospitales, Iglesias…

Esto sólo tiene una explicación: que cada vez más decimos “si, si”, pero cada vez menos pensamos en el bienestar común y pensamos sólo en nosotros mismos. Y el resultado está a la vista: si hay un baldío, una plaza, una calle en malas condiciones, a lo sumo podemos llegar a hacer una queja a la municipalidad… pero arreglarlo entre todos ¡ni hablar!

Meses atrás la ciudad de Bariloche nos dio un ejemplo: una pueblada para limpiar la ciudad ¡qué buena iniciativa! Tal vez vos me digas “y bueno, es por interés”, y yo te digo “es por el trabajo para el sustento de muchas familias”. Tal vez las cenizas volcánicas no hicieron tanto desastre por estos lugares, pero las bolsas de plástico que vuelan por todos lados… la basura que llena la ciudad de todo tipo de roedores y demás bichos…

Lo que afecta a nuestra ciudad, a la larga (o a la corta) nos afecta a nosotros. El trabajar nosotros por mejorar nuestro entorno puede ser contagioso, no sólo ayuda a los demás, sino que también nos sirve a nosotros, nos beneficia. ¿No sería hora de que nos pongamos en marcha, que dejemos de ideas y buenas intenciones y hagamos algo por mejorar nuestro entorno?

Es el momento de decir “si, ya voy” e ir. Es algo bueno para vos, para los demás y una alegría para Dios. Amén.


Querido Jesús, ayudame a salir de mí misma y a dejar de decirte “ya voy” y quedarme en la nada. Dame voluntad y creatividad para poder realizar la obra a la que me has llamado a favor de tu Reino. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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