viernes, 26 de agosto de 2011

28 de Agosto

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 63

¡Dios, Dios mío eres tú!
¡De madrugada te buscaré!
Mi alma tiene sed de ti,
mi carne te anhela
en tierra seca y árida
donde no hay aguas,


para ver tu poder y tu gloria,
así como te he mirado en el santuario.


Porque mejor es tu misericordia que la vida,
mis labios te alabarán.


Así te bendeciré en mi vida;
en tu nombre alzaré mis manos.


Como de médula y de grosura será saciada mi alma,
y con labios de júbilo te alabará mi boca,


cuando me acuerde de ti en mi lecho,
cuando medite en ti en las vigilias de la noche,


porque has sido mi socorro
y así en la sombra de tus alas me regocijaré.


Está mi alma apegada a ti;
tu diestra me ha sostenido.


Pero los que para destrucción buscaron mi alma
caerán en los sitios bajos de la tierra.


Los destruirán a filo de espada;
serán presa de los chacales.


Pero el rey se alegrará en Dios;
será alabado cualquiera que jura por él,
porque la boca de los que hablan mentira será cerrada.”
Amén.

Curiosidades

¿Quién es Satanás?

Satanás es el nombre del príncipe del mal, que significa básicamente “adversario”. En los dos primeros capítulos de Job leemos que Satanás se presentó ante Dios entre “los hijos de Dios”. Se afirma a veces que tales pasajes no se considera a Satanás como un ser particularmente malo, sino simplemente como uno más entre las huestes celestiales. Las referencias veterotestamentarias a Satanás son pocas, pero se lo ve constantemente dedicado a actividades contrarias al bien del hombre.

La mayor parte de la información que tenemos proviene del Nuevo Testamento, donde el ser supremamente malo se conoce como Satanás o “el diablo” indistintamente, empleándose también ocasionalmente Belzebú. Siempre se lo pinta como hostil para con Dios, y obrando en contra de sus planes. Mateo y Lucas nos dicen que cuando comenzó el ministerio Jesús fue sometido a una severa prueba cuando Satanás lo tentó a llevar a cabo su misión con espíritu inadecuado. Cuando se completó el período de prueba el diablo lo dejó “por un tiempo”, lo cual indica que la lucha volvió a entablarse posteriormente. Este conflicto no es incidental. El propósito expreso de la venida de Jesús al mundo fue el “deshacer las obras del diablo”.

No cabe duda de la seriedad del conflicto. Pedro recalca la ferocidad de la oposición cuando dice que el diablo “como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”. Pablo piensa más bien en la astucia empleada por el maligno.

Satanás se opone constantemente al evangelio, como podemos ver a lo largo del ministerio del Señor. Obraba a través de los seguidores de Cristo, como cuando Pedro rechazó el concepto de la cruz y tuvo que oir la represión, “¡quítate de delante de mí, Satanás!”. Obraba también por medio de los enemigos de Jesús, por cuanto Jesús pudo decir de los que se le oponían, “ustedes son de su padre el diablo”. Todo esto llega a su punto culminante en la pasión. La acción de Judas se atribuye a la actividad del maligno.

Satanás sigue tentando a los seres humanos. Leemos que obró en el caso de Ananías y en Elimas. El principio general aparece en 1 Jn. 3,8: “El que practica el pecado es del diablo”. El ser humano puede entregarse hasta tal punto a Satanás que en efecto le llega a pertenecer. Su actividad puede producir efectos físicos. Se lo pinta invariablemente como habilidoso y activo.

En el Nuevo Testamento ofrece seguridad en cuanto a sus limitaciones y su derrota. Su poder es derivado. Sólo puede ejercer su actividad dentro de los límites que Dios le ha fijado. Incluso puede ser usado para impulsar el bien. Satanás constituye una realidad maligna, siempre hostil a Dios y a su pueblo. Pero ya ha sido derrotado en la vida, la muerte y la resurrección de Cristo, y dicha derrota se hará obvia y completa al final de la era.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Mateo 16:21-28

Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho a manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirlo, diciendo:

_ Señor, ten compasión de ti mismo. ¡En ninguna manera esto te acontezca!

Pero él, volviéndose, dijo a Pedro:

_ ¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.

Entonces Jesús dijo a sus discípulos:

_ Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame, porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. ¿De qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de su alma?, porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte hasta que hayan visto al Hijo del hombre viniendo en su Reino.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

En un mundo en donde el egoísmo es la bandera de la mayoría de los países. En donde la búsqueda del bienestar personal está generalizada, no importa la manera: comprando todo lo más novedoso en electrónica, ropas, etc., formando parte de los grupos “espirituales” que hablan acerca de la energía positiva o negativa, o cualquier otro recurso que busca la “felicidad”. En este mundo capitalista, egocéntrico, del “sálvese quien pueda” y el “no te metás”, como cristianos hablamos de la entrega al otro, de compromiso a través de las propias palabras de Jesús que dicen: Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame, porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará”.

¿De qué está hablando Jesús? ¿no te suena algo raro “todo el que quiera salvar su vida, la perderá”? ¿cómo puede ser eso, si el mensaje que recibimos es el de cuidarnos para que nada nos pase? De hecho ante los problemas de inseguridad que existen actualmente ponemos rejas, cerrojos de todo tipo y alarmas en nuestras casas. Miramos con desconfianza a quien se acerca para hablarnos y desconfiamos de todos. ¡Claro que nos cuidamos para salvar nuestra vida, nuestra integridad! Pero al mismo tiempo vivimos una vida encerrados en nuestros lugares seguros, viviendo una vida para nosotros mismos, como si en los tiempos de Jesús la situación fuera diferente, en cuanto a la inseguridad, la violencia y los robos.

Jesús nos está llamando a que salgamos de nuestro encierro, que seamos críticos con los mensajes que nos envuelven. Que no nos dejemos llevar ni por el temor ni por la desconfianza. El cuidado y la precaución está bien, pero fácilmente puede transformarse en la mejor pantalla para no hacer nada por los demás, encerrarnos en nuestra campana de cristal.

Dar nuestra vida al que nos necesita. Dar de nuestro optimismo, nuestra esperanza, nuestra energía positiva al que está deprimido, decaído y siente que el mundo le dio la espalda. Comprometernos con aquellas personas que no han tenido la bendición y las posibilidades que nosotros, ése es el deafío al que Jesús nos invita.

La sociedad pos-moderna y neo-liberal en la que estamos viviendo, que ha creado nuevas religiones que justifican la comodidad de vivir para sí mismo no es voluntad de Dios ni es la única forma de vivir. Creer que ése es el único posible es un error, porque mismo dentro de la Biblia aparecen otros modelos económicos más justos. Por eso es importante que salgamos de nosotros mismos, que nos neguemos, en el sentido de dejar de mirarnos el ombligo, y nos pongamos a trabajar junto a Cristo, buscando la justicia, siendo partícipes y protagonistas de un cambio profundo en nuestra sociedad. Eso es lo que Jesús hoy te pide a vos y me pide a mí. Amén.

Querido Jesús, quiero confesarte que esto de renunciar a mi egoísmo muchas veces me resulta difícil, es más cómodo quedarme encerrada en mí misma y vivir la vida tranquila. Ayudame a comprometerme con tu evangelio a entregar mi vida y de esa manera encontrar la vida plena en vos. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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