viernes, 5 de agosto de 2011

7 de Agosto

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:


Salmo 85


Fuiste propicio a tu tierra, mi Señor;
volviste la cautividad de Jacob.


Perdonaste la maldad de tu pueblo;
todos los pecados de ellos cubriste.


Reprimiste todo tu enojo;
te apartaste del ardor de tu ira.


Restáuranos, Dios de nuestra salvación,
y haz terminar tu ira contra nosotros.


¿Estarás enojado contra nosotros para siempre?
¿Extenderás tu furia de generación en generación?


¿No volverás a darnos vida,
para que tu pueblo se regocije en ti?


¡Muéstranos, mi Señor, tu misericordia
y danos tu salvación!


Escucharé lo que hablará mi Señor Dios,
porque hablará paz a su pueblo y a sus santos,
para que no se vuelvan a la locura.


Ciertamente cercana está su salvación a los que lo temen,
para que habite la gloria en nuestra tierra.


La misericordia y la verdad se encontraron;
la justicia y la paz se besaron.


La verdad brotará de la tierra
y la justicia mirará desde los cielos.


Mi Señor dará también el bien
y nuestra tierra dará su fruto.


La justicia irá delante de él
y sus pasos nos pondrá por camino.”
Amén.


Curiosidades


¿A qué mar se refiere en la Biblia al decir mar?


El mar que predomina en el A.T. es, naturalmente el Mediterráneo. Más aún, la voz yam, quiere decir también “oeste”, por la posición geográfica en relación con Palestina. Se llama al Mediterráneo “el gran mar”, “el mar occidental”, y “el mar de los filisteos”.

Otros mares que menciona el A.T. son el Mar Rojo o “Mar de las cañas”; el mar Muerto o “mar de la sal”; el mar de Galilea o “mar de kinneret”. También emplea la voz yam para los ríos particularmente anchos, como el Éufrates y el Nilo. Se la usa para el gran recipiente en el atrio del templo.

Como sería de esperar la palabra thalassa se aplica a los mismos mares mencionados en el A.T.

Los hebreos mostraban poco interés o entusiasmo por el mar. Probablemente su miedo al océano se originó en la antigua creencia semítica de que la profundidad personificaba el poder que luchaba contra la deidad. Pero para Israel el Señor era el creador de los mares, y por tanto el que lo controlaba. Él lo obliga a actuar para el bien del hombre y a alabar a Dios. En el lenguaje figurado de Isaías y Jeremías, el mar está completamente sujeto a Dios. Muchas manifestaciones del poder milagroso del Señor estuvieron relacionadas con el mar. Así también, cuando Cristo caminó sobre el mar y calmó la tormenta.


Evangelio


Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:


Mateo 14:22-33


En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Después de despedir a la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas, porque el viento estaba en contra. Pero a la cuarta vigilia de la noche, Jesús fue a ellos andando sobre el mar. Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar, se desconcertaron, diciendo:

_ ¡Un fantasma!

Y gritaron de miedo.

Pero en seguida Jesús les habló, diciendo:

-¡Tengan ánimo! Soy yo, no teman.

Entonces le respondió Pedro, y dijo:

_ Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.

Y él dijo:

_ Ven.

Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús.

Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó:

_ ¡Señor, sálvame!

Al momento Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo y le dijo:

_ ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

En cuanto ellos subieron a la barca, se calmó el viento.

Entonces los que estaban en la barca se acercaron y lo adoraron, diciendo:

_ Verdaderamente eres Hijo de Dios.” Amén.


Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:


Es difícil mantener la calma en medio de la tormenta, sobre todo cuando hablamos de las tormentas de la vida. A veces parece que uno entra en una racha en conde no paran de suceder cosas: muerte, enfermedad, problemas económicos… es como de repente todo se confluye para el no. A eso es que le llamo tormentas de la vida.

Recuerdo el año en que me separé de mi primer esposo, fue muy difícil esa decisión para mí. Mis padres me dijeron: “nosotros te vamos a cuidar y te vamos a ayudar para que vos puedas arrancar de nuevo y criar a tus pequeños”. No habías pasado más de dos meses, y mi madre se enferma, se descubre que es una enfermedad terminal. En un tiempo que no lograba sostenerme a mí misma, cuidé de mi madre y ella me decía: “mirá cómo son las cosas, nosotros te prometimos que te íbamos a cuidar y ayudar a salir adelante, y ahora, en vez vos me estás cuidando y nos estás ayudando”. En cuatro meses mi madre se murió y yo quedé al frente de la casa, siendo el sostén emocional de mi padre y mis dos hermanos. ¿De dónde saqué la fuerza”: de Dios. Y no porque no me enojara con él o no me hundiera de a ratos en el mar encrespado. Cuando no daba más le decía a Dios: “Ayudame, que no doy más”… y él lo hacía. Él estaba ahí.

Cuando nos toca a los cristianos hablar sobre la fe, a veces se nos hace difícil, porque la fe es algo difícil de explicar: se vive. Esa confianza de que a pesar de que sentimos que ya no podemos más, estamos convencidos que Dios nos da la fuerza, es algo muy personal.

Ojalá que mi pequeña historia de vida te ayude a vos, que ahora estás escuchando y que sentís que la vida te ha dado la espalda, porque salís de una para entrar en otra. Dios te ayuda, te da fuerzas, te anima. Pero vos tenés que permitirle el acceso, vos tenés que decirle como Pedro: “¡Señor, sálvame!”

La vida es bastante dura a veces, pero Jesús camina a nuestro lado para tomarnos de la mano y hasta levantarnos en sus brazos si hiciera falta. Dejalo que entre en tu vida. Amén.


Querido Jesús, ¡gracias por estar siempre conmigo! Por tomarme de la mano, mirarme a los ojos y decirme: “dale, es sólo un pasito más”. ¡Gracias porque me infundes la confianza de que en tu nombre todo es posible: hasta caminar sobre aguas tempestuosas! ¡Gracias, porque diste tu vida por mí, para que yo tenga más vida y no le tema a la muerte! Te lo digo en el nombre del Padre, que está en los cielos y del Espíritu Santo que he recibido de vos y que vive en mí y me da fuerzas. Amén.

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