viernes, 19 de agosto de 2011

21 de Agosto

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:


Salmo 138


“Te doy gracias, mi Señor, de todo corazón,

por haber escuchado las palabras de mi boca.

En presencia de los ángeles salmodio para ti,

Me postraré en dirección a tu santo Templo.


Te doy gracias por tu amor y tu verdad,

pues tu promesa supera tu renombre.

El día en que grité, me escuchaste,

aumentaste la fuerza en mi alma.


Te dan gracias, mi Señor, todos los reyes de la tierra,

porque oyen las promesas de tu boca;

y cantan los caminos de mi Señor:

‘¡Qué grande la gloria de mi Señor!

¡Excelso es mi Señor, y ve al humilde,

al soberbio le conoce desde lejos!’


Si camino entre angustias, me das la vida,

frente a la cólera de mis enemigos, extiendes tu mano

y tu diestra me salva:

mi Señor lo hará todo por mí.

¡Oh mi Señor, es eterno tu amor,

no abandones la obra de tus manos!” Amén.


Curiosidades


¿Qué significa el término Hijo del Hombre?


Es indudable que los evangelios dan la impresión de que Jesús prefirió utilizar la expresión Hijo del Hombre para hablar de sí mismo. Esta extraña expresión griega sólo puede haber surgido como consecuencia de la traducción de una frase idiomática semítica aplicada, ya sea a un determinado miembro de la especie “hombre” o a la humanidad en general. En Daniel 7:13 s la frase describe a “uno como un hijo de hombre” (figura humana) o “algo semejante a un ser humano”, que viene con las nubes ante el Anciano de días y recibe de él dominio eterno sobre todos los pueblos. En el lenguaje de la época de Jesús aparentemente era posible emplear la frase como una modesta manera de referirse a uno mismo en ciertas situaciones, se lo usaba para darle veracidad a una declaración que se aplicaba a la humanidad en general, y, en consecuencia, también al que hablaba, o una afirmación que solamente se aplicaba a la persona que hablaba.

Encontramos la frase con bastante frecuencia en labios de Jesús, y su uso en los evangelios sinópticos ha dado lugar a mucha discusión.


Evangelio


Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:


Mateo 16:13-20


Al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo:

_ ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?

Ellos dijeron:

_ Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas.

Él les preguntó:

_ Y ustedes, ¿quién decen que soy yo?

Respondiendo Simón Pedro, dijo:

_ Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

Entonces le respondió Jesús:

_ Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no la dominarán. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos: todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos.

Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijeran que él era Jesús, el Cristo.” Amén.


Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:


¿Cuál es la diferencia entre una persona que tiene fe y una que no?

En realidad a simple vista nada se puede ver. Es más, muchas veces, al ver una persona de fe no tiene una presencia tan fuerte y avasallante.

Siempre recuerdo a un profesor de Antiguo Testamento de la Facultad de Teología en donde estudié. Era una persona sencilla, recuerdo que tenía un pullover que casi siempre se lo ponía. Andaba de zapatillas o zapatos cómodos, de jeans… no parecía para nada un profesor de Biblia, ni una eminencia, cosa que era.

Él me enseñó muchas cosas, él sabía mucho. Pero lo que más enseñó fue su ejemplo de cristiano. Un hombre de una profunda fe, vivía la vida con alegría a pesar de las grandes dificultades que había tenido que atravesar. En él no se veía el paso del tiempo… nadie sabía su edad.

Hablar con él era un placer y a diferencia de muchos “científicos” de la Palabra, cuanto más escudriñaba en las Escrituras, cuanto más veía en ella las influencias de los pueblos vecinos de Israel o de diferentes manos por las que atravesaron, más veía la mano de Dios allí. A diferencia de muchas personas, el no leer la Biblia literalmente, sino descubrir que hasta llegar a nosotros pasó por siglos y siglos de personas que pusieron allí también sus ideas, más veía allí la mano y el Espíritu de Dios.

Una fe que a pesar de los muchos sufrimientos y sinsabores no disminuía. Una fe que a pesar del conocimiento y el mundo catedrático, salía por todos los poros, en cada clase, en cada charla “de pasillo”.

Mi profesor me dejó una gran enseñanza, un gran amor por el estudio, me abrió un espacio en el cual logro transitar entre la fe, el conocimiento, las experiencias de la vida… aunque a veces no sean tan buenas.

El saber que Jesús, ese hombre que vivió hace más de 2000 años en el Medio Oriente, que nos dejó tantas enseñanzas es el Cristo, el Hijo de Dios, el que vino para que conozcamos a Dios, pero también para morir por nosotros y resucitar para que tengamos vida en abundancia. Eso hace la diferencia, me permite descansar en el mundo de las apariencias para disfrutar el mundo de la vida sabrosa, la verdadera, la que no se ve por afuera, pero se vive intensamente en el interior. Que se desborda transformando el entorno por la luz que emanan aquellas personas que creen en Jesucristo y lo tienen como centro de sus vidas.

Tal vez todo esto sea algo extraño para vos que estás escuchando, pero son cosas que se viven, que se experimentan. Cualquier persona lo puede hacer, si acepta construir su vida sobre la fe. Yo ya lo estoy haciendo… tal vez vos te sientas “tentado”. Está bueno, vale la pena. Amén.


Querido Jesús, vos sos el Cristo, el Hijo de Dios, creo en vos, sé que estás junto a mí para dar testimonio de esta maravillosa noticia. En un mundo en donde la gente quiere sobresalir, ser diferente, ser reconocido, vos me estás llamando a que me deje de lado y te reconozca a vos… y lo hago. Te invoco, te aclamo y te adoro todos los días de mi vida, a vos que junto al Padre y el Espíritu Santo reinas por toda la eternidad. Amén.

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