martes, 2 de febrero de 2010

31 de Enero

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 71

“A ti, mi Señor, me acojo,
¡no sea confundido jamás!
¡Por tu justicia sálvame, libérame!
tiende hacia mí tu oído y sálvame!
¡Sé para mí una roca de refugio,
alcázar fuerte que me salve,
pues mi roca eres tú y mi fortaleza.
¡Dios mío, líbrame de la mano del impío,
de las garras del perverso y del violento!
Pues tú eres mi esperanza, Señor,
mi Señor, mi confianza desde mi juventud.
En ti tengo mi apoyo desde el seno,
tú mi porción desde las entrañas de mi madre;
¡en ti sin cesar mi alabanza!

Soy el asombro de muchos,
mas tú eres mi seguro refugio.
Mi boca está repleta de tu loa,
de tu gloria todo el día.

A la hora de mi vejez no me rechaces,
no me abandones cuando decae mi vigor.
Porque de mí mis enemigos hablan,
los que espían mi alma se conciertan:
‘¡Dios le ha desamparado, perseguidle,
apresadle, pues no hay quien le libere!’
¡Oh Dios, no te estés lejos de mí,
Dios mío, ven pronto en mi socorro!
¡Confusión y vergüenza sobre aquellos
que acusan a mi alma;
cúbranse de ignominia y de vergüenza
los que buscan mi mal!

Y yo, esperando sin cesar,
más y más te alabaré;
publicará mi boca tu justicia,
todo el día tu salvación.
Y vendré a las proezas de mi Señor,
recordaré tu justicia, tuya sólo.
¡Oh Dios, desde mi juventud me has instruido,
y yo he anunciado hasta hoy tus maravillas!
Y ahora que llega la vejez y las canas,
¡oh Dios, no me abandones!,
para que anuncie yo tu brazo a todas las edades venideras,
¡tu poderío y tu justicia, oh Dios, hasta los cielos!

Tú que has hecho grandes cosas,
¡oh Dios!, ¿quién como tú?
Tú que me has hecho ver tantos desastres y desgracias,
has de volver a recobrarme.
Vendrás a sacarme de los abismos de la tierra,
sustentarás mi ancianidad, volverás a consolarme,

Y yo te daré gracias con las cuerdas del arpa,
por tu verdad, Dios mío;
para ti salmodiaré a la cítara,
oh Santo de Israel.

Exultarán mis labios cuando salmodie para ti,
y mi alma, que tú has rescatado.
También mi lengua todo el día
musitará tu justicia:
porque han sido avergonzados, porque han enrojecido,
los que buscaban mi desgracia.” Amén.
Curiosidades

¿Quién era la viuda de Sarepta?

La viuda de Sarepta era una mujer que tenía un hijo, y que aparte de su condición de viuda, era muy pobre. Dios había enviado al profeta Elías a Sarepta, para encontrarse con esta mujer. A pesar de que no tenía más que un poco de harina y un poco de aceite para amasarse el último pan, ante el pedido de Elías, amasó el pan, pero para dárselo a él. A partir de ese momento tanto la tinaja del pan como la orza de aceite nunca se vaciaron.
Después de esto, el hijo de la viuda cayó enfermo, y al poco tiempo murió, porque la enfermedad era muy fuerte. Entonces ella se enojó con Elías y con su Dios. Elías tomó al niño y subió a la habitación de arriba donde él vivía, y lo acostó en su cama; después clamó Dios pidiendo ayuda, se tendió tres veces sobre el niño, e invocó a Dios que lo volviera a la vida, y así fue. Elías tomó al niño, lo bajó de la habitación y se lo dio a su madre. Entonces la mujer reconoció que Elías era un hombre de Dios y que de su boca salían palabras también palabras de Dios.
Si querés leer esta historia en la Biblia, la podés encontrar en 1 Reyes 17:7-24.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 4:16-30

Vino a Nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito:
‘El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor’.
Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: ‘Esta Escritura, que acaban de oír, se ha cumplido hoy’. Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca.
Y decían: ‘¿No es éste el hijo de José?’
Él les dijo: ‘Seguramente me van a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria’. Y añadió: ‘En verdad les digo que ningún profeta es bien recibido en su patria’.
‘Les digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio’.Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira;y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Sólo puede ser ayudada aquella persona que busca y quiere ayuda. Sólo escucha el que quiera escuchar, lo mismo que sólo el que quiere ver la realidad, la ve.
Es muy difícil llegar a alguien que está encerrado en sus ideas y teoría. Por más que le hables, le expliques o le argumentes, no te va a escuchar, no va a reaccionar. Sólo cuando le haga el “click”.
Muchas veces una persona está mal, y los integrantes de la familia le hablan y buscan que los escuchen de diferentes maneras, pero no logran nada; y después, viene una persona de afuera diciendo lo mismo, y ahí ella la escucha, y todo se resuelve como mágicamente. Es muy común esto que te digo, y seguro que conocés algún caso. Tal vez sea el tuyo.
Parecería que es más fácil escuchar a un extraño o contarle algo, que admitir algunas cosas a personas que nos conocen desde siempre o peor todavía, a personas a las que vimos crecer, como es el caso de los hijos.
Es muy difícil tener autoridad entre las personas que nos conocen desde siempre, y esto tiene que ver con el orgullo, la ignorancia, el miedo. ¿Por qué prefiero ir a un médico que vino a afuera y no a quien se crió en el pueblo, se fue a estudiar y vuelve para ejercer su profesión en el lugar donde nació? ¿No es también un profesional serio o tengo miedo que mezcle las cosas? ¿No seré yo quien está mezclando las cosas?
Yo creo que depende de uno, depende de vos, por ejemplo, que tengas una cabeza abierta como para no dejarte llevar por los preconceptos o por los sentimientos. El orgullo, la ignorancia, el miedo suelen ser nuestros enemigos, y los que nos vuelven ciegos. El dar la oportunidad a cada persona a demostrar quién es y qué es lo que vale, es muy importante. No juzgar a una persona por sus padres, por lo que hizo en su adolescencia… darle una oportunidad, ésa que me va a hacer bien a mí, no sólo al otro.
La sabiduría de Jesús era reconocida en todos lados, pero en su lugar, en Nazaret, en donde se había criado, no podían despegar su persona de su origen. Dicen: ‘¿No es este el hijo de José?’, ¡y qué importa, si sus palabras te conmovieron, te llegaron al corazón!
¡Cuántas veces nos pasa esto! ¡Cuántas veces te pasa a vos! Te escuchás a vos mismo diciendo este tipo de cosas. Pero cuántas otras, por esta misma razón vos no has sido escuchado, no te han tenido en cuenta.
Por eso, te propongo desde hoy: ‘No más la frase: nadie es profeta en su tierra’, sino ‘Vamos a escucharlo, vamos a darle la oportunidad que nos muestre quién es y qué puede hacer, qué es lo que puede aportar para mejorar nuestro entorno’. Amén.

Querido Jesús: ¡Qué complicados que somos! Somos demasiado desconfiados: que si no lo conozco, que lo conozco demasiado… ¡Cuándo voy a dejar de lado mis preconceptos, esa costumbre mía de desconfiar y de dejarme llevar por los comentarios de los demás! A veces es mi orgullo, a veces la envidia, a veces ¡ni yo sé por qué tengo estas actitudes, por qué desconfío! Ayudame a darle oportunidades a la gente, a esa gente que conozco pero no tan bien. Que sé donde vive, sé de su familia, pero eso no debería ser una razón para relativizar sus conocimientos o la ayuda que pudiera darme. Ayudame, Señor, a conocer los corazones de las personas que me rodean y a tener buenos pensamientos acerca de ellas. Sé que vos me vas a ayudar y a alertar si algo no está bien, y que puedo dejar en tus manos la justicia. Sólo te pido sabiduría y mente abierta, lo demás te lo dejo a vos, mi guía y protector. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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