martes, 2 de febrero de 2010

7 de Febrero

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 138

“Te doy gracias, mi Señor, de todo corazón,
pues tú has escuchado las palabras de mi boca.
En presencia de los ángeles salmodio para ti,
hacia tu santo Templo me prosterno.

Doy gracias a tu nombre por tu amor y tu verdad,
pues tu promesa ha superado tu renombre.
El día en que grité, tú me escuchaste,
aumentaste la fuerza en mi alma.
Te dan gracias, mi Señor, todos los reyes de la tierra,
porque oyen las promesas de tu boca;
y cantan los caminos de mi Señor:
‘¡Qué grande la gloria de mi Señor!
¡Excelso es mi Señor, y ve al humilde,
al soberbio le conoce desde lejos!’
Si ando en medio de angustias, tú me das la vida,
frente a la cólera de mis enemigos, extiendes tú la mano
y tu diestra me salva:
mi Señor lo acabará todo por mí.
¡Oh mi Señor, es eterno tu amor,
no dejes la obra de tus manos!” Amén.

Curiosidades

¿Cómo era la venta y la preparación del pescado en los tiempos de Jesús?

En Jerusalén existía una puerta de Pescado (probablemente en el lado N de la ciudad) por la que pasaban los mercaderes para introducir los pescados que vendían a la población. Por Nehemías 13:16 sabemos que después del exilio vivían en la ciudad vendedores de pescado tirios. En los tiempos bíblicos, los métodos más comunes de preparar el pescado para comer eran asarlo, salarlo y dejarlo secar.
El pescado que vendían los tirios en Jerusalén probablemente era salado, como también los pequeños pescados que se usaron en la alimentación de los 5.000 y los 4.000.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 5:1-11

Estaba él a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre.Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: ‘Boga mar adentro, y echen sus redes para pescar’. Simón le respondió: ‘Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes’. Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían.
Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: ‘Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador’. Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: ‘No temas. Desde ahora serás pescador de hombres’. Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

¿Ha llegado Jesús a tu vida?
¿Te sentís demasiado “pecador” para que esto ocurra?
¿Te sentís indigno de que entre en tu vida?
Pensá en el criterio que Jesús tuvo para elegir a sus discípulos: eran hombres simples, sin preparación, personas como vos y como yo, que trabajaban, sufrían, luchaban, se decepcionaban, pero cuando Jesús les propuso intentar una vez, más, en su nombre lo hicieron, en el nombre de Jesús, intentaron suerte una vez más, y la pesca fue como jamás en la vida habían visto.
Lo que hizo de aquellos pescadores, discípulos de Jesús, fue su confianza, el creer que tal vez, si él lo pedía, a pesar de una larga noche sin suerte, en un momento totalmente inusual, se embarcaron. Y el resultado fue increíble.
Jesús hace posible lo que el esfuerzo de muchas horas de trabajo y develo no lograron, y eso cambia el corazón de los discípulos, hasta el punto de dejar todo y seguirlo.
¿No te pasa que tu vida te está resultando pesada? ¿no te pasa que muchas veces sentís que estás tirando y empujando del carro y no lográs avanzar? ¿Qué todo tu esfuerzo no lleva a nada y sólo vivís frustración tras frustración?
¿Nunca se te ocurrió pedirle una mano a Jesús? ¿no se te ha ocurrido hacer las cosas, lo que sea, en su nombre, dejando que obre en tus asuntos cotidianos?
Fijate que no hace falta que seas “especial”. No hace falta que seas una persona muy “religiosa” o muy allegada a la iglesia. Lo que Jesús necesita es que le des una oportunidad para manifestarse en tu vida. Y hoy es el momento, hoy es el día en que, si vos querés, te cambie la vida y te ayude a cargar con todo aquello que te pesa, que te agobia.
Un pescador que vuelve a la costa con la barca vacía, después de haber lidiado con el mar, el viento, la marea… un pescador que llega agotado a la costa, agotado y decepcionado por volver con las redes vacías, sólo puede aceptar la propuesta de ir mar adentro nuevamente porque confía en que quien se lo está ordenando, sabe lo que dice.
Y Jesús sabe lo que te dice: “¡Dale, animate, hacé un esfuerzo más, yo te voy a recompensar y mucho!” Jesús está esperando que le permitas entrar en tu vida, y te invita a hacer todo en su nombre, porque ahí va a estar a tu lado, bendiciéndote. Amén.

Querido Jesús, hoy te pido que me ayudes a aferrarme a vos, en esos momentos en que parece que todo se viene abajo, que siento que nada vale la pena; en esos ratos que me dan ganas de tirar todo…
¡Dame fuerzas, confianza, contagiame de optimismo, de valentía, de ánimo! para creer que si lo intento nuevamente, con tu ayuda es posible lograr lo que me proponga; hacé que recuerde a los discípulos echando las redes nuevamente y de esta manera pueda yo hacer lo mismo.
Te lo pido en tu nombre y en el del Padre y el Espíritu Santo que reinan junto a vos por siempre. Amén.

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