viernes, 9 de septiembre de 2016

11 de Septiembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 51

“Tenme piedad, oh Dios, según tu amor,
por tu inmensa ternura borra mi delito,
lávame a fondo de mi culpa,
y de mi pecado purifícame.

Pues mi delito yo lo reconozco,
mi pecado sin cesar está ante mí;
contra ti, contra ti solo he pecado,
lo malo a tus ojos cometí.

Por que aparezca tu justicia cuando hablas
y tu victoria cuando juzgas.
Mira que en culpa ya nací,
pecador me concibió mi madre.

Mas tú amas la verdad en lo íntimo del ser,
y en lo secreto me enseñas la sabiduría.
Rocíame con el hisopo, y seré limpio,
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.

Devuélveme el son del gozo y la alegría,
exulten los huesos que machacaste tú.
Retira tu faz de mis pecados,
borra todas mis culpas.

Crea en mí, oh Dios, un puro corazón,
un espíritu firme dentro de mí renueva;
no me rechaces lejos de tu rostro,
no retires de mí tu santo espíritu.

Vuélveme la alegría de tu salvación,
y en espíritu generoso afiánzame;
enseñaré a los rebeldes tus caminos,
y los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, Dios, Dios de mi salvación,
y aclamará mi lengua tu justicia;
abre, Señor, mis labios,
y publicará mi boca tu alabanza.

Pues no te agrada el sacrificio,
si ofrezco un sacrificio no lo aceptas.
El sacrificio a Dios es un espíritu arrepentido;
un corazón arrepentido y humillado, oh Dios, no lo desprecias.

¡Favorece a Sión en tu benevolencia,
reconstruye las murallas de Jerusalén!
Entonces te agradarán los sacrificios justos,
- sacrificio y oblación entera –
se ofrecerán entonces sobre tu altar novillos.” Amén.

Curiosidades

¿Cuáles fueron las causas Sociales - Económicas de la Reforma Protestante?

La Iglesia Católica, durante el periodo medieval, condenaba el lucro excesivo (la usura) y defendía el precio justo. Esa moral económica entraba en oposición con los principios económicos de la naciente burguesía. Gran número de comerciantes no se sentían libres de extraer la máxima ganancia a sus empresas, ya que vivían amenazados con el fuego del infierno eterno.
Los grandes comerciantes pertenecientes a la burguesía sentían la necesidad de una nueva ética religiosa, más adecuada a la época de la expansión comercial y de transición del feudalismo hacia el capitalismo. Es así, como surgiría más adelante la Ética Protestante que se identificaría con el espíritu de los tiempos modernos.
Fuente http://www.historialuniversal.com/2011/12/causas-de-la-reforma-protestante.html

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 15:1-32

“Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírlo, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: ‘Este acoge a los pecadores y come con ellos.’ Entonces les dijo esta parábola.
‘¿Quién de ustedes que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.’ Les digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión.
‘O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: ‘Alégrense conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.’ Del mismo modo, les digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.’
Dijo: ‘Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.’ Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
‘Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que lo envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.’ Y, levantándose, partió hacia su padre. ‘Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente.
El hijo le dijo: ‘Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.’ Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Traigan aprisa el mejor vestido y vístanlo, pónganle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traigan el novillo cebado, mátenlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.’ Y comenzaron la fiesta.
‘Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. El le dijo: ‘Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.’ El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: ‘Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!’
‘Pero él le dijo: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado." Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

¡Cómo nos cuesta ver, y alegrarnos sobre todo, cuando el otro es reconocido, premiado o agasajado! Sobre todo cuando sentimos que nosotros lo merecemos más que ese otro, esa otra.
Como grupo de hermanos lo justificamos, y reclamamos, diciendo que es el preferido, que la quieren más. Sentimos que la atención que le dan nuestros padres nos quita parte de lo que nos corresponde, y nos duele, nos frustra, y nos enojamos. A veces este sentimiento persiste a lo largo del tiempo, incluso cuando nuestros padres ya han fallecido.
Este sentimiento vuelve  a surgir en la escuela, en el trabajo, en el deporte: no logramos alegrarnos y disfrutar el premio al otro.
Y el problema no es el otro, somos nosotros, que nos sentimos el ombligo del mundo, que esperamos siempre que nos feliciten, nos nombren, nos alaguen, pero ¿por qué?
Seguramente está relacionado con nuestra autoestima, con cuanto nos valoramos a nosotros mismos. No podemos sentirnos amados si no nos amamos a nosotros mismos, no podemos ser valorados si no nos valoramos y nos enorgullecemos de lo que somos y lo que logramos hacer con nuestro propio esfuerzo, sin esperar el reconocimiento de los demás.
La fe en Dios, y el sabernos amados por él es una gran fuerza, es una ayuda para que aprendamos a amarnos y valorarnos. El pensar que está siempre atento a lo que nos pasa, como un pastor sus ovejas, como una mujer que busca su moneda o un padre que se alegra porque su hijo que se había ido regresa a casa, es algo que nos puede ayudar a sentirnos especiales. Eso mismo nos permitirá alegrarnos con las alegrías y los logros de los y las demás. Amén.

Querido Jesús, ayúdame a aceptar que el mundo no gira a mi alrededor, sino que soy parte de este mundo y que lo comparto con otras personas que tienen sueños, logros y frustraciones igual que yo. Haceme sensible ante los y las demás, a alegrarme con ellos y no sentir envidia o celos. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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