viernes, 7 de agosto de 2015

9 de Agosto

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 34

Bendeciré a mi Señor en todo tiempo;
su alabanza estará de continuo en mi boca.
En mi Señor se gloriará mi alma;
lo oirán los mansos y se alegrarán.
Engrandezcan a mi Señor conmigo
y exaltemos a una su nombre.

Busqué a mi Señor, y él me oyó
y me libró de todos mis temores.
Los que miraron a él fueron alumbrados
y sus rostros no fueron avergonzados.
Este pobre clamó, y lo oyó mi Señor
y lo libró de todas sus angustias.
El ángel de mi Señor acampa alrededor de los que lo temen
y los defiende.
Gusten y vean que es bueno mi Señor.
¡Bienaventurado el hombre que confía en él!
Teman a mi Señor ustedes sus santos,
pues nada falta a los que lo temen.
Los leoncillos necesitan, y tienen hambre;
pero los que buscan a mi Señor no tendrán falta de ningún bien.

Vengan, hijos, óiganme;
el temor de mi Señor les enseñaré.
¿Quién es el hombre que desea vida,
que desea muchos días para ver el bien?
Guarda tu lengua del mal
y tus labios de hablar engaño.
Apártate del mal y haz el bien;
busca la paz y síguela.

Los ojos de mi Señor están sobre los justos
y atentos sus oídos al clamor de ellos.
La ira de mi Señor está contra los que hacen mal,
para eliminar de la tierra la memoria de ellos.
Claman los justos, y mi Señor oye
y los libra de todas sus angustias.
Cercano está mi Señor a los quebrantados de corazón
y salva a los contritos de espíritu.

Muchas son las aflicciones del justo,
pero de todas ellas lo librará mi Señor.
Él guarda todos sus huesos;
ni uno de ellos será quebrado.
Matará al malo la maldad
y los que aborrecen al justo serán condenados.
Mi Señor redime el alma de sus siervos.
¡No serán condenados cuantos en él confían!”
Amén.

Curiosidades

¿Cómo era el maná o pan del cielo?

El maná es la sustancia que fue el principal alimento de los israelitas durante los cuarenta años que pasaron en el desierto. Cuando Israel se quejó por la falta de alimentos en el desierto de Sin, Dios les envió “pan del cielo”, provisión que no cesó hasta que entraron en Canaán y comenzaron a comer los alimentos de esa tierra, a pesar de sus quejas. Los israelitas debían recoger un gomer durante cinco días, y el doble el sexto día para que les alcanzara para el día de reposo, ya que es día no caía. Generalmente no duraba de un día para e otro, y criaba gusanos y hedía si se lo guardaba, pero el maná que debía guardarse para el día de reposo se preservaba cocinándolo u horneándolo con antelación. Se lo encontraba cada mañana después de haberse disipado el rocío, “una cosa menuda, redonda, menuda como la escarcha sobre la tierra”, “su color como color de bedelio”, y “como semillas de culantro, blanco, y su sabor como hojuela de miel”; se lo podía moler y utilizar para cocinar y hornear. El pueblo preguntó, “¿Qué (hebreo man) es esto?” y lo llamó maná (man).
El maná fue empleado por Dios para instrucción espiritual, como así también para sostén físico. Israel recibió el mensaje de que, a falta de otro alimento, la provisión divina de maná fue “para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el ser humano, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová”. Dios utilizó la provisión de maná durante seis días, y no el séptimo, para enseñar obediencia a Israel, y los condenó por su desobediencia. Jesucristo emplea el maná, “el pan del cielo” dado por Dios, como tipo de sí mismo, el verdadero pan de vida, y traza un contraste entre la sombra y la sustancia.
(Nuevo Diccionario Bíblico, 1º Edición – Ediciones Certeza - pág.854)

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Juan 6:41-52

Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: «Yo soy el pan que descendió del cielo», y decían:
—Éste, ¿no es Jesús el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo dice ahora: “Del cielo he descendido”?
Jesús respondió y les dijo:
—No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí, si el Padre, que me envió, no lo atrae; y yo lo resucitaré en el día final. Escrito está en los Profetas: “Y todos serán enseñados por Dios.” Así que, todo aquel que oye al Padre y aprende de él, viene a mí. No que alguien haya visto al Padre; sólo aquel que viene de Dios, ése ha visto al Padre. De cierto, de cierto les digo: El que cree en mí tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Sus padres comieron el maná en el desierto, y aun así murieron. Éste es el pan que desciende del cielo para que no muera quien coma de él. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguien come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.
Entonces los judíos discutían entre sí, diciendo:
—¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” Amén. 

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Vivir para siempre…
Un deseo de muchas personas a lo largo de los siglos.
Muchos mitos y leyendas han surgido alrededor de poseer la vida eterna, y con ella, la eterna juventud… pero nada de eso lo hemos podido experimentar. El santo grial, el árbol de la vida, y tantas otras historias que han llevado a los aventureros a buscarlos en los lugares más recónditos del mundo.
Lo cierto es que conforme vamos llegando a viejos, la idea se va alejando de nuestras mentes, porque el cuerpo se cansa, porque llega un momento en que se ansia la muerte, no como algo negativo, sino como el descanso, la paz.
De todas maneras la fe en que no todo termina con la muerte es nuestro consuelo a la hora en que fallece un ser querido, y es ahí cuando esto que Jesús comparte con nosotros hoy, comienza a tener sentido: si alguien come de este pan, vivirá para siempre”.
La vida eterna es la esperanza del reencuentro con aquellos que ya partieron. Es la recompensa de una vida en el sufrimiento, la injusticia y el dolor. Es saber que existe la plenitud en Cristo y todos podemos acceder a ella tan solo en la fe en el.
En la celebración de la Santa Cena vivimos el anticipo, comemos del pan y la copa y compartimos el cuerpo y la sangre de Cristo para el perdón de nuestros pecados y la vida eterna. Allí nos fortalecemos para seguir adelante en la esperanza de que existe algo más pleno y más justo que lo que nos toca vivir aquí, y lo creemos porque son las palabras de Jesús mismo.
¿Cómo pude Jesús darnos de comer su cuerpo, su carne? No lo podemos explicar, pero como cristianos creemos que está presente en el pan y la copa, y esto mismo es lo que da fuerzas a este ritual tan importante para nosotros desde el principio.
Vivir para siempre, no tener miedo ni al dolor, la enfermedad y la muerte… un regalo de Jesús. Amén.

Querido Jesús, gracias porque me has dado la vida en abundancia, esa vida que supera todo sufrimiento, toda injusticia. Gracias por tu amor y tu entrega. Gracias por hacerme tu hermana e hija de Dios. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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