viernes, 26 de diciembre de 2014

28 de Diciembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 128

Bienaventurado todo aquel que teme a mi Señor,
que anda en sus caminos.
Cuando comas el trabajo de tus manos,
bienaventurado serás y te irá bien.
Tu mujer será como vid que lleva fruto
a los lados de tu casa;
tus hijos, como plantas de olivo
alrededor de tu mesa.
Así será bendecido el hombre
que teme a mi Señor.

¡Bendígate mi Señor desde Sión,
y que veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida,
y que veas a los hijos de tus hijos!

¡La paz sea sobre Israel!” Amén.

Curiosidades

¿Quiénes eran Simeón y Ana?
Simeón era un hombre que vivió en Jerusalén, que era justo y piadoso y “esperaba la consolación de Israel”. No debe ser confundido con el rabí Simón ben Hillel. Fue uno de los integrantes del remanente fiel que anhelaba la venida del Mesías, y había recibido una revelación directa de que no había de morir hasta que hubiese visto con sus propios ojos el Mesías. Cuando estaba a punto de realizarse la presentación de Jesús, fue guiado por el Espíritu para entrar en el templo. Al ver a Jesús, pronunció el himno de alabanza conocido como Nunc Dimittis. Percibió que el Mesías había de reivindicar a Israel ante la vista de los gentiles. Luego siguió hablando a la asombrada María acerca del papel de Cristo en el seno de Israel. Habría de ser como una piedra que sería causa de caída para unos y de levantamiento para otros. Habría de ser una señal que no sería atendida sino que más bien sería contradicha. El sufrimiento de María ante la contemplación de la vida y muerte de él habrían de ser como una espada que traspasaría su propia alma, y él habría de revelar los pensamientos más íntimos de los hombres. Habiendo dado su testimonio respecto al Cristo, Simeón desaparece silenciosamente de la escena.
Ana era una viuda anciana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Como Simeón, que también pertenecía al remanente que “esperaba la consolación de Israel”, tenía visión profética, y concurría regularmente a los servicios matutinos y vespertinos del templo. Al oír las palabras de Simeón cuando fue presentado Jesús, elogió al niño como el Mesías largamente esperado, y alabó a Dios por el cumplimiento de sus promesas.

(Nuevo Diccionario Bíblico, 1º Edición – Ediciones Certeza - pág.1300 y 55 respectivamente)

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 2:22-40

Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos conforme a la Ley de Moisés, lo trajeron a Jerusalén para presentarlo al Señor (como está escrito en la Ley del Señor: «Todo varón que abra la matriz será llamado santo al Señor»), y para ofrecer conforme a lo que se dice en la Ley del Señor: «Un par de tórtolas o dos palominos».
Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viera al Ungido del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo. Cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al Templo para hacer por él conforme al rito de la Ley, él lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios, diciendo:
«Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz,
conforme a tu palabra,
porque han visto mis ojos tu salvación,
la cual has preparado en presencia de todos los pueblos;
luz para revelación a los gentiles
y gloria de tu pueblo Israel».
José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él. Los bendijo Simeón, y dijo a su madre María:
—Éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.
Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada. Había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del Templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. Ésta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.
Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios era sobre él.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

El siglo XX fue un giro diametral con respecto a la fe, entre otras cosas. En otros tiempos cada grupo humano seguía sus tradiciones y rituales de generación en generación, sin demasiado cuestionamiento. Pero ya nada es así. Los hijos e hijas del siglo XX somos cuestionadores y buscamos romper las estructuras, a veces simplemente porque sí, sin medir las consecuencias.
Ahora vivimos otro tiempo. Un tiempo en donde todas las estructuras están en crisis, lo mismo que las autoridades. Las nuevas generaciones han mamado de esa rebeldía, hemos querido ser amigos de nuestros hijos e hijas, hemos pretendido ser “piolas”, hemos desautorizado a las maestras, los sacerdotes y pastores, los gobernantes, y el resultado está a la vista: nos hemos quedado sin tradiciones, muchísima gente buscando su propia espiritualidad, y montón de oportunistas que ven en esto una fuente de recursos.
Las tradiciones y los rituales por mucho tiempo han servido de marco, de contención, y el ser humano, ya desde pequeño necesita un marco de contención, algo sólido, permanente, para oponerse o cuestionarlo si quiere, pero que exista.
Muchas parejas han decidido no bautizar a sus hijos e hijas con la idea de que son ellos los que deben elegir su vida de fe, ya casi no hay ceremonias nupciales en nuestras iglesias, todo fruto de esa oposición a las estructuras por considerarlas opresoras o impositivas.
Creo que es bueno cuestionar las cosas, porque me hace pensar si realmente es valioso para mí, si tiene sentido y no seguir como autómata algo porque sí. Pero al mismo tiempo, el tener una tradición, enmarcarse dentro de una usanza o costumbre me hace ser parte de un grupo.
Tal vez en un momento está bueno tener una reacción opositora, pero después es bueno reflexionar y resignificar el ritual, la costumbre, para pertenecer al grupo y no exponer a nuestros hijos e hijas por ser diferentes.
Los padres de Jesús lo llevaron al templo como era la costumbre, aunque por ser Hijo de Dios, nada de eso le hacía falta. Era bueno para sus padres, era bueno para su entorno y para la comunidad a la que pertenecí: cumplir con los receptos de su fe. Eso no lo inhibió a cuestionar las estructuras, enfrentar aquello que significaba abuso de poder y discriminación hacia los sectores más necesitados.
Cambiar las cosas de adentro, darle el valor que corresponde y descubrir la importancia de los rituales y las costumbres. Esa es mi propuesta. Amén.

Querido Jesús, es lindo pensar en vos como quien respetó siempre el marco de contención que te ofrecieron tus padres terrenales, muchas veces te pienso y te imagino en la vida cotidiana, sobre todo antes de tu vida pública. Ayudame a ser una buena madre, una buena hija, una persona comprensiva y tolerante. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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