viernes, 7 de junio de 2013

9 de Junio

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 30

“Te ensalzaré, oh Señor, porque me has elevado,
Y no has permitido que mis enemigos se rían de mí.
Oh Señor, Dios mío,
A Ti pedí auxilio y me sanaste.
Oh Señor, has sacado mi alma del Seol;
Me has guardado con vida, para que no descienda al sepulcro.

Canten alabanzas al Señor, ustedes Sus santos,
Y alaben Su santo nombre.
Porque Su ira es sólo por un momento,
Pero Su favor es por toda una vida.
El llanto puede durar toda la noche,
Pero a la mañana vendrá el grito de alegría.

En cuanto a mí, en mi prosperidad dije:
“Jamás seré conmovido.”
Oh Señor, con Tu favor has hecho que mi monte permanezca fuerte;
Tú escondiste Tu rostro, quedé intranquilo.

A Ti, oh Señor, clamé,
Y al Señor dirigí mi súplica:
“¿Qué provecho hay en mi sangre (mi muerte) si desciendo al sepulcro?
¿Acaso Te alabará el polvo? ¿Anunciará Tu fidelidad?

Escucha, oh Señor, y ten piedad de mí;
Oh Señor, sé Tú mi ayuda.”
Tú has cambiado mi lamento en danza;
Has desatado mi ropa de luto y me has ceñido de alegría;
Para que mi alma Te cante alabanzas y no esté callada.
Oh Señor, Dios mío, Te daré gracias por siempre.” Amén.

Curiosidades

¿Por qué Dios tiene la necesidad de revelarse al ser humano?

La Biblia da por sentado en todo momento que Dios tiene que darse a conocer antes que los seres humanos puedan conocerlo. La idea aristotélica de un Dios inactivo a quien el ser humano puede descubrir mediante el razonamiento es totalmente antibíblica. Hace falta la iniciativa revelatoria, primero, porque Dios es trascendente. Está tan lejos del ser humano en su modo de ser que el ser humano no puede verlo, ni descubrirlo escudriñando, ni leer sus pensamientos mediante hábiles conjeturas. Aun si el ser humano no hubiera pecado, por lo tanto, no hubiera conocido a Dios sin la revelación. De hecho, vemos que Dios le habla a Adán no caído en el Edén. Hay, sin embargo, una segunda razón que hace que el conocimiento de Dios por parte del ser humano deba depender de la iniciativa reveladora divina. El ser humano es pecador. Su poder de percepción en el reino de lo divino se ha embotado tanto por influencia de Satanás y el pecado, y su mente está tan ocupada con su propia y fantasiosa “sabiduría”, que se desenvuelve en sentido contrario al verdadero conocimiento de Dios, que con sus facultades naturales no puede aprehender a Dios, cualquiera sea la forma en que le sea presentado. En efecto, según Pablo, Dios se presenta constantemente a sí mismo a todos los seres humanos por medio de sus obras de creación y providencia, y por la acción espontánea de la conciencia natural; y sin embrago no es reconocido ni conocido. La presión de esta constante autorrevelación de parte de Dios produce idolatría, por cuanto en su perversidad la mente caída procura apagar la luz, transformándola en oscuridad, pero no lleva al conocimiento de Dios, ni a la santidad de vida. La “revelación general” de su eternidad, su poder, y su gloria, de su bondad para con los seres humanos, de su ley moral, de su demanda de culto y obediencia, y de su ira para con el pecado, sirve, por lo tanto, sólo para que el ser humano “no tenga excusa” por toda su “impiedad e injusticia”.
Esto demuestra que a necesidad que tiene el ser humano caído de la revelación va más allá de la de Adán en dos sentidos. Primero, necesita una revelación de Dios como redentor y restaurador, alguien que evidencie misericordia para con los pecadores. La revelación de Dios a través de la creación y la conciencia habla de ley y juicio, pero no de perdón. Segundo, suponiendo que Dios otorgue esa revelación, el ser humano caído todavía necesita iluminación espiritual antes de que pueda entenderla; de otro modo la ha de prevenir, así como ha pervertido la revelación natural. Los judíos recibieron revelación de la misericordia divina en el AT, que los orientaba hacia Cristo, pero sobre el corazón de la mayoría de ellos había un velo que les impedía entenderla, y por esto fueron víctimas de un entendimiento legalista y erróneo de ella. Hasta Pablo, que llama la atención a estos hechos, había él mismo conocido el evangelio cristiano antes de su conversión, y había tratado de eliminarla; sólo cuando “agradó a Dios… revelar a su Hijo en mí” la reconoció como palabra de Dios. Ocasionalmente se hace alusión en el AT a la necesidad de la iluminación divina para que le sea revelada al individuo la realidad, la autoridad, y el significado de la revelación dada objetivamente, para que conforme a ella su vida; en el NT Pablo es quien destaca más, como también lo hace la enseñanza de Cristo.
Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Gálatas 1:11-19

“Pues quiero que sepan, hermanos, que el evangelio que fue anunciado por mí no es según el hombre. Pues ni lo recibí de hombre, ni me fue enseñado, sino que lo recibí por medio de una revelación de Jesucristo. Porque ustedes han oído acerca de mi antigua manera de vivir en el Judaísmo, de cuán desmedidamente perseguía yo a la iglesia de Dios y trataba de destruirla. Yo aventajaba en el Judaísmo a muchos de mis compatriotas (entre los de mi raza) contemporáneos, mostrando mucho más celo por las tradiciones de mis antepasados.
Pero cuando Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por Su gracia, tuvo a bien revelar a Su Hijo en mí para que yo Lo anunciara entre los Gentiles, no consulté enseguida con carne y sangre, ni subí a Jerusalén (Ciudad de Paz) a los que eran apóstoles antes que yo, sino que fui a Arabia, y regresé otra vez a Damasco.
Entonces, tres años después, subí a Jerusalén para conocer a Pedro (Cefas), y estuve con él quince días. Pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo (Santiago), el hermano del Señor.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Nosotros como cristianos nos consideramos la comunidad de los elegidos.
Esto suena como arrogante, como que nos sentimos superiores a los demás a los que no fueron elegidos.
En realidad cuando decimos esto, más que una razón para enorgullecernos y sentirnos más que otros, es un llamado al servicio, a estar a disposición del otro, estar atentos a la necesidad del otro.
La elección de Dios al mismo tiempo es una exigencia a responsabilizarnos de las demás personas, las que creen en Cristo y las que no, sin esperar nada a cambio.
Dios elige a los suyos, pero en muchas ocasiones pasa como con Pablo, que se pasó la mayor parte de su vida sin conocer a Cristo, y más todavía, se dedicó a perseguir a sus seguidores, los cristianos.
Eso también nos permite ver que la comunidad de los elegidos es un grupo dinámico, ilimitado no sólo en la cantidad, sino en la edad de los ingresantes. Cada persona llega cuando siente el llamado de Dios, aunque, como dice Pablo, hemos sido elegidos desde el vientre de nuestra madre.
Dentro de la comunidad no hay jerarquías, no hay privilegios. Hay funciones y dones que cada uno desarrolla seguir el mandato divino, y esa es la forma de dar testimonio, del ser cuerpo de Cristo en la tierra.
No es un grupo de personas perfectas, todo lo contrario, cada una de las personas que formamos parte de la comunidad cristiana, tenemos nuestras debilidades, imperfecciones y vicios, porque somos seres humanos imperfectos. Unimos nuestras debilidades y flaquezas y nos hacemos fuertes para dar testimonio, para que cada vez más personas se sientan atraídas por este camino en el Señor.
Dios tiene ya pensados nuestros caminos, y nos conoce en nuestras virtudes y defectos, él mismo nos creó y tiene una misión especial para cada uno de nosotros, sus elegidos. Pero no nos toca a nosotros diferenciarnos ni creernos mejores que nadie, sólo tenemos que escuchar su voz, estar atentos a su llamado y seguir su voluntad.
A veces suena muy alejado de nuestras vidas todo esto que digo, pero se trata de algo simple y cotidiano, de elecciones y prioridades. Lo importantes es estar atentos, para que cuando nos llame, podamos seguirlo. Amén.

Querido Jesús, ¡cuántas veces discutimos entre nosotros sobre quién es el que tiene autoridad! Nuestro egoísmo y nuestra necesidad de figurar no nos permiten ver la esencia de las cosas, el meollo de tu mensaje. Ayudame a tomar conciencia de que ser elegida no significa otra cosa que ponerme a tu disposición, como vos lo hiciste en tu paso por la tierra. Dame claridad, sensibilidad y entereza para seguirte, Señor. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario