viernes, 30 de noviembre de 2012

2 de Diciembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 25

“A ti, Señor, elevo mi alma.
Eres mi Dios, y en ti confío;

¡no permitas que mis enemigos
me avergüencen y se burlen de mí!
No permitas que sean avergonzados
los que en ti ponen su esperanza;
más bien, que sean puestos en vergüenza
los que sin razón se rebelan contra ti.

Señor, dame a conocer tus caminos;
¡Enséñame a seguir tus sendas!

Todo el día espero en ti;
¡enséñame a caminar en tu verdad,
pues tú eres mi Dios y salvador!
Recuerda, Señor, que en todo tiempo
me has mostrado tu amor y tu misericordia.

Tú, Señor, eres todo bondad.
Por tu misericordia, acuérdate de mí;
pero olvídate de que en mi juventud
pequé y fui rebelde contra ti.

El Señor es bueno y recto;
por eso enseña a los pecadores el camino.

El Señor muestra su camino a los humildes,
y los encamina en la justicia.
Misericordia y verdad son los caminos del Señor
para quienes cumplen fielmente su pacto.

Señor, muy grande es mi pecado,
pero haz honor a tu nombre, y perdóname.
¿Quieres tú servir al Señor?

Él te mostrará el mejor camino.
Te hará disfrutar de bienestar,
y tus descendientes heredarán la tierra.

El Señor es amigo de quienes le temen,
y confirma su pacto con ellos.

Señor, siempre dirijo a ti la mirada
porque tú me libras de caer en la trampa.
Mírame, y ten compasión de mí,
pues me encuentro solo y oprimido.

Crece en mi corazón la angustia;
¡líbrame de esta congoja!
¡Mira cómo sufro y me esfuerzo!
¡Perdóname todos mis pecados!

¡Mira cómo aumentan mis adversarios,
y cuán grande es su odio contra mí!
¡Sálvame! ¡Protégeme!
¡No me dejes quedar en vergüenza,
pues en ti he puesto mi confianza!
¡Protege mi integridad y rectitud,
pues en ti he puesto mi esperanza!

¡Salva, oh Dios, a Israel
de todas sus angustias!Amén.

Curiosidades

¿Qué significa la palabra "santo" en la Biblia cuando se refiere a las personas?

El AT aplica la palabra “santo” a los seres humanos en virtud de su consagración a fines religiosos, por ejemplo, a los sacerdotes consagrados por medio de ceremonias especiales, y a toda la nación de Israel, incluso, como pueblo separado de las naciones y consagrado a Dios. En consecuencia, fue su relación con Dios lo que hizo que Israel fuese un pueblo santo, y en este sentido la santidad fue la más alta expresión de la relación basada en el pacto. Este concepto no está totalmente ausente en el NT, en 1 Co.7:14, en donde se santifica al marido no creyente en virtud de su relación con la esposa creyente y viceversa.
Pero a medida que avanzó el concepto de la santidad, junto con su progresiva relación de Dios, de afuera hacia adentro, de lo ceremonial a la realidad, también adquirió fuerte significación ética, y esta es su connotación principal en el NT. Los profetas veterotestamentarios la proclamaron como lo más característico de la autorrevelación divina, como el testimonio que Dios ofrece de sí mismo, y como aspecto bajo el cual quiere que sus criaturas lo conozcan. Además, los profetas declararon que Dios resolvió expresamente comunicar su santidad a sus criaturas, y que, a su vez, exige santidad. Así como “yo soy santo” es la afirmación que pone Dios inmensurablemente por encima de sus criaturas, “sean santos” es el llamamiento divino a que sus criaturas comparten su santidad. Este impartir de la santidad divina es lo que se produce en el alma humana con la regeneración y se convierte en fuente y fundamento del carácter santo.
Con su vida y su carácter Cristo es ejemplo supremo de la santidad divina. En él la santidad consistió en algo más que una mera impecabilidad: consistió en una total consagración a la voluntad y el propósito de Dios, y con este fin Jesús se santificó a sí mismo. La santidad de Cristo es tanto la norma para el carácter cristiano como su garantía: “porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos”.
En el NT la designación apostólica para los cristianos es la de santos, y esta designación continuó usándose en sentido general por lo menos hasta los días de Ireneo y Tertuliano, aunque posteriormente se degeneró en el uso eclesiástico hasta convertirse en título honorífico. Aunque su significado primario era relacional, también servía para describir el carácter semejante al de Cristo. En todo el NT se hace incapié en la naturaleza ética de la santidad en contraste con toda suerte de impureza. Se la representa como la suprema vocación cristiana y como meta de su existencia.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

1 Tesalonisenses 3:13-4:2

“… para que se fortalezca su corazón y sean ustedes santos e irreprensibles delante de nuestro Dios y Padre, cuando venga nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos.
Por lo demás, hermanos, les rogamos y animamos en el Señor Jesús a que cada día su comportamiento sea más y más agradable a Dios, que es como debe ser, de acuerdo con lo que han aprendido de nosotros. Ustedes ya conocen las instrucciones que les dimos de parte del Señor Jesús.” Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Por alguna razón la palabra “santo” se ha tergiversado a lo largo de los tiempos, de manera tal que hoy día, es sinónimo de persona que casi no vive, que no sale, ni se divierte.
Pero bíblicamente el concepto es otro.
Tal vez el que en algún momento la Iglesia Romana fue haciendo categoría de personas, naciendo así la gran cantidad de santos a los que les rinden adoración y acuden según su necesidad. Personas que murieron mártires o que sufrieron por su fe en Cristo.
Cuando el apóstol Pablo de dice santos a los tesalonicenses, a lo que refiere es a que son seguidores de Cristo, templos del Espíritu Santo. Muy lejos de ser personas casi sin vida, son personas que viven intensamente su fe y que a través de esta carta, Pablo las anima a que sigan en esa vida, arriesgándose a causa de su fe.
Es verdad que aquella persona que entrega su corazón a Cristo se caracteriza por un comportamiento agradable, no sólo a Dios, sino a la gente que la rodea, porque el entregar el corazón a Cristo significa seguir la ley del amor, el mandamiento principal de Jesús.
El ser santo de ninguna manera significa dejar de ser humano, con las imperfecciones propias de cada uno de nosotros. Cada persona tiene cualidades positivas y negativas, y Dios nos ama y nos acepta así, con lo bueno y lo malo.
Ser santo o formar parte de la comunión de los santos, significa buscar seguir el camino que Jesús trazó y que tiene que ver con el compromiso, la aceptación y la solidaridad con el otro, con quienes nos rodean y necesitan de nuestra ayuda, de nuestros dones.
Ser santo, lejos de ser una persona casi sin vida, es alguien con energía, decisión, amor, compromiso, que está convencido de que a través del amor puede cambiar el mundo que lo rodea.
Por eso también, como dice la carta, es necesario fortalecer el corazón y que los demás fieles oren por él que a partir de su entrega a Cristo, corre peligro.
En los tiempos de la Iglesia primitiva, los cristianos corrían grandes riesgos, ya que su fe en Cristo era contraria a los dictámenes del Imperio Romano. Pero también hoy, si llevamos en serio nuestra fe, Jesucristo y su mensaje están en contra de los poderes que ahora nos dominan. Tanto la violencia en que vivimos, la trata y tráfico de personas, el desequilibrio ecológico, y tantas otras cosas, están en contra del mensaje de Jesús, pero al mismo tiempo, cualquiera que luche contra este sistema injusto corre riesgos, a veces de muerte, pero muchas de vivir hostigado y limitado por quienes son perjudicados en esta lucha por buscar un mundo más justo y equitativo. Quienes se animan a este desafío, son santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre. Amén.

Querido Jesús, hoy te quiero pedir perdón. Perdón porque no siempre me animo a vivir mi fe en el compromiso que requiere. Perdón porque al ver todo el trabajo que hay por hacer, me da fiaca y finalmente no hago nada, sólo critico la realidad, pero no hago nada por cambiarla. Perdón porque soy egoísta y como no padezco directamente la injusticia y el hambre, permanezco en la inercia de una sociedad que cada día se aleja más de vos. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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