viernes, 9 de noviembre de 2012

11 de Noviembre

Salmo 146

“Alaba, alma mía, al Señor.
Mientras yo viva, alabaré al Señor;
todos los días de mi vida le cantaré salmos.

No pongan su confianza en los poderosos,
ni en ningún mortal, porque no pueden salvar.
El día que mueren, vuelven a la tierra,
y ese mismo día todos sus planes se acaban.

¡Dichosos los que confían en el Dios de Jacob,
los que cuentan con la ayuda de Dios, el Señor!
El Señor creó los cielos y la tierra,
y el mar y todos los seres que contiene.
El Señor siempre cumple su palabra;
hace justicia a los oprimidos,
y da de comer a los que tienen hambre.

El Señor da libertad a los cautivos,
y les devuelve la vista a los ciegos;
El Señor levanta a los caídos;
y ama a los que practican la justicia.

El Señor protege a los extranjeros
y sostiene a las viudas y a los huérfanos,
pero tuerce el camino de los malvados.
El Señor reinará por siempre;
¡Sión, el Señor es tu Dios eterno!
¡Aleluya!Amén.

Curiosidades


En el s.Id.C. había sinagogas en todos los lugares en donde residían los judíos.las grandes ciudades como Jerusalén y Alejandría tenían numerosas sinagogas.
Los evangelios hablan de las sinagogas de Nazaret y Capernaum como lugares en donde ministró Jesús. El apóstol Pablo las encontró en todos los lugares que visitó: Palestina, Asia menor y Grecia. Según el Talmud, había que construir las sinagogas en terreno elevado o más alto que las casas que la circundaban. Los indicios arqueológicos confirman la práctica en palestina. Con toda probabilidad se construyeron las sinagogas según el modelo del templo de Jerusalén.
Había un arca portátil en la que se guardaban los rollos de la Ley y los Profetas, arca que se encontraba frente a la entrada del edificio. Se llevaba el arca en procesión en los días de ayuno. Ante el arca y frente a los fieles se encontraban “las primeras sillas” para los líderes religiosos y las autoridades de la sinagoga. Se leía la ley desde una plataforma. Los ornamentos de las sinagogas eran hojas de parra, el candelabro de siete brazos, el cordero pascual y el recipiente del maná. Los asientos ubicados cerca del pupitre desde el cual se leía eran los más honorables. Maimónides dice que “ponían una plataforma en el medio del edificio, de modo que pudiera subir a ella el que leía la ley, o el que pronunciaba palabras de exhortación al pueblo, y que todos pudieran oírlo”. Los hombres se sentaban aparte de las mujeres.
La “gran sinagoga” de la tradición puede haber sido organizada por Nehemías alrededor del año 400 a.C. Se dice que tenía 120 miembros, que se ocupaban de estudiar la Ley de Moisés y transmitirla.

Marcos 12:37-44

“Y si David mismo lo llama Señor, ¿cómo, entonces, puede ser su hijo?» Y una gran multitud lo escuchaba de buena gana.
En su enseñanza también les decía: «Cuídense de los escribas. Porque les gusta pasearse con ropas largas, y les encanta que los saluden en las plazas, y sentarse en las primeras sillas de las sinagogas, y ocupar los mejores asientos en las cenas. Además, se apoderan de los bienes de las viudas, y luego fingen hacer largas oraciones. ¡Pero peor será su condenación!»
Jesús estaba sentado frente al arca de las ofrendas, y miraba cómo la gente echaba sus monedas en el arca. Muchos ricos echaban mucho, pero una viuda pobre llegó y echó dos moneditas de muy poco valor. Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «De cierto les digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca, porque todos han echado de lo que les sobra, pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, ¡todo su sustento!»” Amén.

En todo mi tiempo de pastorado puedo afirmar con toda certeza que existe una regla que no falla: el que menos tiene siempre es más generoso que el rico.
Siempre recuerdo una señora muy mayor que vivía en una casita bastante precaria. Ella vivía junto a su hijo que tenía una discapacidad mental importante, era como un niño. Sus recursos eran escasos, pero ella siempre estaba al día con los aportes de la iglesia y le gustaba donar para las distintas causas o actividades especiales de la congregación.
Pero lo que me dejó una marca para toda la vida fue lo siguiente. Yo había vuelto a trabajar después de tener a mis mellizos, uno de ellos todavía la seguía peleando en el hospital, pero ya estaba bien. La señora me pidió que pasara por su casa porque tenía algo para mí. Cuando llego, me invita a pasar a su despensa. Tenía una caja de cartón llena de mercaderías para alimentar a mi familia. Mientras que me lo daba me decía: “Yo también tuve mellizos, pero uno de ellos se murió. Al igual que usted, tenía una familia grande para alimentar justo en ese tiempo. Yo sé lo que significa no tener para darle de comer a mi familia, y por eso pensé que esto al menos sería una pequeña ayuda para usted y es mi forma de demostrarle todo mi afecto”.
Ella me estaba dando toda esa comida de sus magros bolsillos y yo no podía más que aceptarlo con todo mi amor y mi respeto hacia ella.
También aprendí una lección: nunca debo tener miedo de dar, porque Dios me lo devuelve con creces…
¿Y los que son mezquinos?... ¡ellos se lo pierden! Se pierden de disfrutar la alegría de dar y de ver la alegría y el agradecimiento del que recibe.
Dios no pretende que demos de nuestro sustento, de lo que tenemos para vivir, sólo que compartamos lo que él mismo nos da. Nunca nos va a dejar pasar hambre, siempre algo vamos a tener para nuestro sustento básico.
El problema está en qué es lo que consideramos como sustento básico. Vivimos considerando como necesidad cosas que no lo son y que podemos vivir perfectamente sin ellas. Te invito a que hagas una lista de tus verdaderas necesidades básicas y verás lo mucho que tenés. ¿No te parece que podés ser algo más generoso de lo que sos? Vas a alegrar a otro y esto mismo te traerá alegría a tu corazón. Amén.

Querido Jesús, gracias por tu generosidad, gracias por mostrarme un camino más feliz en el desprendimiento. Dame siempre la fuerza y la determinación para llevar una vida sin tantas cosas, que no me aferre a lo superfluo. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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