viernes, 10 de agosto de 2012

12 de Agosto

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 34

“Bendeciré al Señor en todo tiempo;
su alabanza estará siempre en mi boca.
Alabaré al Señor con toda el alma.

¡Escuchen, gente humilde, y alégrense también!
¡Únanse a mí, y reconozcan su grandeza!
¡Exaltemos a una voz su nombre!

Busqué al Señor, y él me escuchó,
y me libró de todos mis temores.
Los que a él acuden irradian alegría;
no tienen por qué esconder su rostro.
Este pobre clamó, y el Señor lo oyó
y lo libró de todas sus angustias.
Para defender a los que temen al Señor,
su ángel acampa alrededor de ellos.
¡Prueben ustedes mismos la bondad del Señor!
 
¡Dichoso aquél que en él confía!
Ustedes, sus fieles, teman al Señor,
pues a quienes le temen nunca les falta nada.
Los cachorros del león chillan de hambre,
pero los que buscan al Señor lo tienen todo.

Hijos míos, acérquense y escúchenme;
voy a enseñarles a honrar al Señor.
¿Quién de ustedes anhela vivir mucho tiempo?
¿Quién quiere vivir y llegar a ver el bien?
Eviten entonces que su lengua hable mal;
eviten que sus labios profieran mentiras.
Apártense del mal y practiquen el bien;
busquen la paz, y no la abandonen.

El Señor no aparta sus ojos de los justos;
sus oídos están siempre atentos a su clamor.
El Señor vigila a los que hacen el mal
 
Para borrar de la tierra su memoria.
Los justos gimen, y el Señor los escucha
y los libra de todas sus angustias.
Cercano está el Señor para salvar
a los que tienen roto el corazón y el espíritu.

El justo pasa por muchas aflicciones,
pero el Señor lo libra de todas ellas.
El Señor le cuida cada uno de sus huesos,
y ni uno solo de ellos se le quebrará.
Al malvado lo destruye su propia maldad;
y los que odian al justo recibirán condenación.
El Señor rescata el alma de sus siervos;
no serán condenados los que en él confían.” Amén.

Curiosidades

¿Qué era el maná que el pueblo de Israel comió durante 40 días en el desierto?
 

El maná es la sustancia que fue el principal alimento de los israelitas durante los cuarenta años que pasaron en el desierto. Cuando Israel se quejó por la falta de alimentos en el desierto de Sin, Dios les envió “pan del cielo”, provisión que no cesó hasta que entraron en Canaán y comenzaron a comer los alimentos de esa tierra, a pesar de sus quejas. Los israelitas debían recoger un gomer durante cinco días, y el doble el sexto día para que les alcanzara para el día de reposo, ya que ese día no caía. Generalmente no duraba de un día para el otro, y criaba gusanos y hedía si se lo guardaba, pero el maná que debía guardarse para el día de reposo se preservaba cocinándolo u horneándolo con antelación. Se lo encontraba cada mañana después de haberse disipado el rocío, “una cosa menuda, redonda, menuda como la escarcha sobre la tierra”, “su color como color de bedelio”, y “como semillas de culantro, blanco, y su sabor como hojuela de miel”; se lo podía moler y utilizar para cocinar y hornear. El pueblo preguntó, “¿Qué (man) es esto?”, y lo llamó maná (man).
Muchos han especulado sobre la naturaleza exacta de este maná, y se conocen varios paralelos parciales. Hasta el día de hoy en Sinaí ciertos insectos producen secreciones dulces sobre las ramas del tamarisco, en junio, durante varias semanas. Durante la noche las gotas caen de los árboles a la tierra, donde permanecen hasta que el calor del sol atrae las hormigas, que se las llevan. Son pequeñas gotas pegajosas de color claro y sabor azucarado, bastante similares a las descripciones bíblicas. En Sinaí, y en otras partes, hay insectos que producen secreciones dulzonas, por ejemplo ciertas clases de cigarras. No obstante, estos productos no concuerdan con la descripción bíblica en todos los detalles.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Juan 6:41-52

“Los judíos murmuraban acerca de él, porque había dicho: «Yo soy el pan que descendió del cielo.» Y decían: «¿Acaso no es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? Entonces ¿cómo puede decir: “Del cielo he descendido”?» Jesús les respondió: «No estén murmurando entre ustedes. Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no lo trae. Y yo lo resucitaré en el día final. En los profetas está escrito: “Y todos serán enseñados por Dios.” Así que, todo aquel que ha oído al Padre, y ha aprendido de él, viene a mí. No es que alguno haya visto al Padre, sino el que vino de Dios; éste sí ha visto al Padre. De cierto, de cierto les digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Los padres de ustedes comieron el maná en el desierto, y murieron. Éste es el pan que desciende del cielo, para que el que coma de él, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual daré por la vida del mundo.»
Los judíos discutían entre sí, y decían: «¿Y cómo puede éste darnos a comer su carne?»” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Hay conceptos dentro de la fe cristiana difíciles de entender, las aceptamos por fe. Pero cuando intentamos explicarlas la cosa se nos complica, porque no logramos responder a las preguntas que nos hacen.
¿Qué es esto de la vida eterna?
Nosotros sólo conocemos la vida que se acaba, lo que conocemos como el ciclo de la vida: nace, crece, se reproduce y muere. Nuestra mente humana no está diseñada para imaginarnos una vida que no esté dentro de este esquema.
Recuerdo una película que se llamaba “Por siempre joven”. Se trataba de una persona que era congelada como parte de un experimento y es olvidada en un galpón. Unos chicos lo descubren y se descongela. Ahí va en busca de su amor, pero los años pasaron. Lo interesante es que él despierta tal cual había sido congelado, pero de repente comienza a envejecer rápidamente y debe luchar contra eso mientras va al encuentro de su mujer.
Es como que la idea de algo que permanece igual a través del tiempo es un concepto difícil de aceptar y comprender, porque vivimos en el tiempo de la edad y la evolución. Y es lógico, porque esa es nuestra vida.
Por eso es que cuando Jesús plantea que vino a darnos la vida eterna no logramos salir de nuestros parámetros terrenales y cuando nos imaginamos el tiempo eterno no logramos ubicarnos en qué tiempo permaneceríamos en esa eternidad.
Y si es difícil imaginarnos esto a pesar de nuestra fe, ¡imagínense lo que significa explicarlo a personas que no creen en Jesús!
Lo increíble de todo esto es que han pasado 2.000 años y siguen apareciendo personas que creen en Jesús, que creemos en que por él podemos acceder a la vida eterna.
Sin duda la clave está en qué efecto tiene la confianza en que esta vida que vivimos en la tierra no es la única y que Dios tiene reservado una vida más plena que supera la muerte. Nos cambia la perspectiva y también nuestras expectativas, porque a la vez nos permite poner nuestras prioridades en intereses absolutamente diferentes a la que como seres humanos hemos impuesto en la sociedad.
El concepto de la vida eterna nos aleja de la valoración de lo material, y buscamos el encuentro con las personas, buscamos crecer en otra dimensión, y así descubrimos que el amor, la aceptación del otro, el acompañamiento mutuo, nos permiten mejorar nuestra calidad de vida y también la del otro. Y que esto mismo es la vida eterna que ya comienza a ser vivida en nuestro tiempo en la tierra. Amén.

Querido Jesús, ¡gracias por mostrarme un camino en donde la vida con el otro, en la paz y el desprendimiento ya es un anticipo de nuestra vida con Dios! ¡gracias porque a pesar de que no lo comprendo totalmente, me aferro a la vida eterna no como un refugio apartado del mundo, sino como una forma de vivir mi vida! ¡gracias por todo tu amor! En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario