Cada
latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios,
escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:
Salmo 103
“¡Bendice, alma mía, al Señor!
¡Bendiga todo mi ser su santo nombre!
¡Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides ninguna de sus bendiciones!
El Señor perdona todas tus maldades,
y sana todas tus dolencias.
El Señor te rescata de la muerte,
y te colma de favores y de su misericordia.
El Señor te sacia con los mejores alimentos
para que renueves tus fuerzas, como el águila.
¡Bendiga todo mi ser su santo nombre!
¡Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides ninguna de sus bendiciones!
El Señor perdona todas tus maldades,
y sana todas tus dolencias.
El Señor te rescata de la muerte,
y te colma de favores y de su misericordia.
El Señor te sacia con los mejores alimentos
para que renueves tus fuerzas, como el águila.
El Señor imparte justicia y defiende
a todos los que sufren por la violencia.
Dio a conocer sus caminos a Moisés;
los hijos de Israel vieron sus obras.
El Señor es misericordioso y clemente;
es lento para la ira, y grande en misericordia.
No nos reprende todo el tiempo,
ni tampoco para siempre nos guarda rencor.
No nos ha tratado como merece nuestra maldad,
Ni nos ha castigado como merecen nuestros pecados.
Tan alta como los cielos sobre la tierra,
es su misericordia con los que le honran.
Tan lejos como está el oriente del occidente,
alejó de nosotros nuestras rebeliones.
El Señor se compadece de los que le honran
con la misma compasión del padre por sus hijos,
pues él sabe de qué estamos hechos;
¡él bien sabe que estamos hechos de polvo!
a todos los que sufren por la violencia.
Dio a conocer sus caminos a Moisés;
los hijos de Israel vieron sus obras.
El Señor es misericordioso y clemente;
es lento para la ira, y grande en misericordia.
No nos reprende todo el tiempo,
ni tampoco para siempre nos guarda rencor.
No nos ha tratado como merece nuestra maldad,
Ni nos ha castigado como merecen nuestros pecados.
Tan alta como los cielos sobre la tierra,
es su misericordia con los que le honran.
Tan lejos como está el oriente del occidente,
alejó de nosotros nuestras rebeliones.
El Señor se compadece de los que le honran
con la misma compasión del padre por sus hijos,
pues él sabe de qué estamos hechos;
¡él bien sabe que estamos hechos de polvo!
Nuestros días son como la hierba:
florecemos como las flores del campo,
pero pasa el viento sobre nosotros
y desaparecemos, sin dejar ninguna huella.
Pero el Señor es eternamente misericordioso;
él les hace justicia a quienes le honran,
y también a sus hijos y descendientes,
a quienes cumplen con su pacto
y no se olvidan de sus mandamientos,
sino que los ponen en práctica.
El Señor ha afirmado su trono en los cielos,
y su reino domina sobre todos los reinos.
florecemos como las flores del campo,
pero pasa el viento sobre nosotros
y desaparecemos, sin dejar ninguna huella.
Pero el Señor es eternamente misericordioso;
él les hace justicia a quienes le honran,
y también a sus hijos y descendientes,
a quienes cumplen con su pacto
y no se olvidan de sus mandamientos,
sino que los ponen en práctica.
El Señor ha afirmado su trono en los cielos,
y su reino domina sobre todos los reinos.
¡Bendigan al Señor, ustedes, ángeles
poderosos
que cumplen sus órdenes y obedecen su voz!
¡Bendigan al Señor todos sus ejércitos,
todos ustedes, sus siervos, que cumplen su voluntad!
¡Bendigan al Señor ustedes, sus criaturas,
en todos los lugares de su dominio!
¡Bendice, alma mía, al Señor!” Amén.
que cumplen sus órdenes y obedecen su voz!
¡Bendigan al Señor todos sus ejércitos,
todos ustedes, sus siervos, que cumplen su voluntad!
¡Bendigan al Señor ustedes, sus criaturas,
en todos los lugares de su dominio!
¡Bendice, alma mía, al Señor!” Amén.
Curiosidades
El vocablo griego kosmos significa por derivación, “mundo organizado”. Se usa en el Nuevo Testamento, pero no en la
LXX, a veces para lo que deberíamos llamar el “universo”, el mundo creado,
descripto en el Antiguo Testamento como “todas las cosas”, o “cielo y tierra”. El
“mundo· en este sentido fue hecho por la Palabra o Verbo; y es de este “mundo”
del cual hablaba Jesús cuando dijo que no le aprovechaba nada al ser humano el
que ganase todo el mundo y perdiese su alma en procura de lograrlo.
En su última oración en el aposento alto, Jesús
no oró por el mundo, sino por aquellos que el Padre le había dado y que estaban
en este mundo. Mediante ese “regalo”, esos seres humanos a quienes Jesús
describió como “los que le fueron dados”, dejaron de tener las características
del mundo; y Jesús oró que fuesen guardados de sus malignas influencias, porque
sabía que después de su propia partida ellos iban a tener que soportar el
impacto del odio del mundo, que hasta ese momento estaba dirigido casi
exclusivamente contra él. Como el Cristo resucitado y ascendido sigue limitando
su intercesión a los que se acercan a Dios por medio de él; y sigue
manifestándose, no al mundo, sino a los suyos que están en el mundo.
Pero está claro que los discípulos de Cristo no
pueden ni deben intentar apartarse de este mundo. Él los envía al mundo,
justamente, a todo el mundo. Ellos
tienen que ser la luz de este mundo; y el “campo” en el cual la iglesia ha de
cumplir su obra de dar testimonio de la verdad, tal como se encuentra en Jesús,
no es menos abarcador que el mundo mismo. Porque el mundo sigue siendo el mundo
de Dios, aún cuando por el momento esté sometido al maligno. Al final, “la
verdadera hermosura de la tierra será restaurada”; y, una vez que todo el mal
haya sido destruido y los hijos de Dios sean manifestados, toda la creación
será “liberada de la esclavitud de la corrupción, a la libertad gloriosa de los
hijos de Dios”. Entonces Dios será “todo en todos”; en otras palabras, estará
“presente de un modo total en el universo”.
Evangelio
Desde el
interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos
sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:
Juan 17:11b-19
“Padre santo, a los que me has dado, cuídalos en
tu nombre, para que sean uno, como nosotros.
Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los
cuidaba en tu nombre; a los que me diste, yo los cuidé, y ninguno de ellos se
perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliera.
Pero ahora voy a ti; y hablo de esto en el mundo,
para que mi gozo se cumpla en ellos mismos.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los
aborreció porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
No ruego que los quites del mundo, sino que los
protejas del mal.
Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del
mundo.
Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.
Tal como tú me enviaste al mundo, así yo los he
enviado al mundo. Y por ellos yo
me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.”
Amén.
Los
textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos
podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:
Una
de las cosas que más me han impactado en mi experiencia en la fe es el mandato
de Jesús de seguir el camino que él comenzó. A pesar de haberlo repetido
durante años, de repente tomé conciencia de la magnitud de esto.
Cuando
leemos los evangelios y vemos ahí la vida de Jesús, su contacto con la gente,
sus reacciones, su forma de vivir, y nos damos cuenta de que, más allá del paso
del tiempo y de la tecnología, nada ha cambiado, y que nuestra responsabilidad
como cristianos es lograr lo que Jesús logró: que toda persona se sienta con la
libertad de buscarlo, de escuchar al que clama, de ver y percibir cuando
alguien nos necesita. Pero también reaccionar cuando algo no está bien, cuando
suceden cosas que afectan la integridad de las personas.
Seguir
a Jesús no es fácil, intentar caminar sobre sus pisadas a veces nos asusta, o
simplemente sentimos que nos supera, que nos faltan fuerzas, que estamos
demasiado solos en esta tarea.
Por
eso es importante saber que Jesús también ora por nosotros, para que podamos
cumplir la misión que él nos ha encomendado.
Vivir
siempre en contra de la corriente, no aceptando las imposiciones de los
sistemas que producen muerte. Buscar el contacto entre las personas, pensar en
los demás en un mundo cada vez más egoísta y egocéntrico, no es fácil.
Pero
a la vez es un camino de muchas satisfacciones porque las relaciones que
construimos son verdaderas y desinteresadas, porque han nacido de esta manera,
y eso también puede ser de auxilio y alivio en algún momento que necesitamos
contención.
Seguir
el camino de Jesús, continuar su tarea, su misión encomendada por Dios no es
fácil, pero nos hace bien a nosotros y a los que nos rodean. Vos podés formar
parte de ese equipo. Amén.
Querido
Jesús, me hace muy feliz pensar que estás orando por mí, para que tenga las
fuerzas y la integridad para seguir el trabajo que vos comenzaste en esta
tierra. Dame fuerzas, dame esperanza y amor para que pueda realizar esa misión
que vos iniciaste. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén.
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