viernes, 11 de mayo de 2012

13 de Mayo

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 98

“¡Cantemos al Señor un cántico nuevo 
por las proezas que ha realizado! 
¡Con su diestra, con su santo brazo, 
ha alcanzado la victoria!

El Señor ha dado a conocer su salvación; 
¡ha revelado su justicia ante todas las naciones! 
Se ha acordado de su misericordia y su verdad 
en favor del pueblo de Israel; 
¡Todos los confines de la tierra son testigos 
de que nuestro Dios nos ha salvado!

¡Canten alegres al Señor, 
habitantes de toda la tierra! 
¡Levanten la voz, aplaudan y canten salmos! 
¡Canten salmos al Señor al son del arpa! 
¡Al son del arpa eleven sus cantos! 
¡Vengan a la presencia del Señor, nuestro Rey, 
y aclámenlo al son de trompetas y cuernos!

¡Que brame el mar y su plenitud, 
y el mundo y todos sus habitantes! 
¡Que aclamen al Señor los ríos, 
y que todos los montes se regocijen! 
El Señor viene a juzgar la tierra, 
y juzgará al mundo con justicia, 
y a los pueblos con rectitud.” Amén.

Curiosidades


El término griego más común para todas las formas de amor en el Nuevo Testamento es agapé, agapao. Esta es una de las palabras menos comunes en el griego clásico, donde expresa, en las pocas ocasiones en que aparece, esa forma suprema y noble del amor que ve algo infinitamente precioso en su objeto. Su uso en el Nuevo Testamento no deriva directamente del griego clásico sino de la LXX, en la que aparece en el 95% de los casos en que el hebreo se traduce por “amor”, y en todos los casos en que está relacionado con el amor de Dios hacia el ser humano, del ser humano hacia Dios, y del ser humano hacia su prójimo. La dignidad que posee este término en el Nuevo Testamento se debe a su uso como vehículo de la revelación del Antiguo Testamento. Está cargada de relaciones veterotestamentarias.
Filao es la voz que alterna con agapao. Se usa más naturalmente para el afecto íntimo, y para el placer de hacer las cosas que resultan agradables, aunque encontramos una considerable superposición en el uso de ambos términos. Buena parte de la exégesis de Jn.21 ha girado en torno a la disposición de Pedro de decir filo se (yo soy tu amigo, te aprecio) y su aparente resistencia a decir agapo se (contraste entre “amar” y “querer”). Resulta difícil comprender por qué un escritor como Juan, cuyo griego es tan simple, habría de usar las dos palabras en este contexto a menos que deseara hacer una clara distinción.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Juan 15:9-17

Así como el Padre me ha amado, así también yo los he amado a ustedes; permanezcan en mi amor.
Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor; así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
Estas cosas les he hablado, para que mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea completo.
ȃste es mi mandamiento: Que se amen unos a otros, como yo los he amado.
Nadie tiene mayor amor que éste, que es el poner su vida por sus amigos.
Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando.
Ya no los llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; yo los he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, se las he dado a conocer a ustedes.
 »Ustedes no me eligieron a mí. Más bien, yo los elegí a ustedes, y los he puesto para que vayan y lleven fruto, y su fruto permanezca; para que todo lo que pidan al Padre en mi nombre, él se lo conceda. Éste es mi mandamiento para ustedes: Que se amen unos a otros.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Hay una canción que dice:

“Una gota de rocío en el borde de una flor,
una estrella sobre el río: ¡eso es el amor!
Una mano que yo ansío por su fuerza y su calor,
tres llamitas en el frío ¡eso es el amor!
Y tu risa si yo río,
y mi llanto en tu dolor,
tu camino con el mío ¡eso es el amor!
Un arco iris que te envío,
tres perdones sin rencor,
un amigo en el gentío: ¡eso es el amor!”

A veces nos complicamos la vida buscando ser felices, corriendo atrás de no sé qué, que ni nosotros sabemos muy bien. Pero en el fondo lo que todos ansiamos y necesitamos es amar y ser amados.
No estoy hablando de la pareja, estoy hablando del amor entre las personas más allá incluso de conocerlas personalmente o en profundidad.
El amor en las pequeñas cosas, tan simples como las que enumera esta canción de Homero Perera, que en varias ocasiones la cantamos en la iglesia. El amor como lo que nos alegra, nos sostiene, que nos permite tratar siempre bien al otro, tenerlo en cuenta, sufrir porque está sufriendo, conmoverme. Ese amor que nos hace luchar por un mundo más justo y menos violento. Ese amor que va más allá del grupo de personas que son nuestra contención, nuestra familia y amigos.
El amor es bello y embellece hasta los espacios más sórdidos. Lo podemos encontrar en las guerras y en las catástrofes. Personas que incluso arriesgan sus vidas para salvar a otras, para ayudar a otras. De esto es lo que nos habla Jesús. Algo tan simple y hermoso, y que vos, que estás escuchando ahora, podés vivir también. Amén.

Querido Jesús, vos me mandaste que nos amaramos los unos a los otros, más allá de nuestras emociones y nuestras afinidades. Ayudame a amar, ayudame a dar mi vida por los demás, a no quedarme en mi egoísmo, mis prejuicios y temores. Te lo pido a vos que reinas junto al Padre y al Espíritu Santo por toda la eternidad. Amén.

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