martes, 24 de abril de 2012

22 de Abril

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 4

“¡Respóndeme cuando clamo, Dios, justicia mía!
Cuando estaba en angustia, tú me diste alivio.
Ten misericordia de mí y oye mi oración.

Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo volverán mi honra en infamia,
amarán la vanidad y buscarán la mentira?

Sepan, pues, que mi Señor ha escogido al piadoso para sí;
mi Señor oirá cuando yo a él clame.

¡Tiemblen y no pequen
Mediten en sus corazones estando en sus camas, y callen.

Ofrezcan sacrificios de justicia
y confíen en mi Señor.

Muchos son los que dicen:«¿Quién nos mostrará el bien?»
Alza sobre nosotros, mi Señor, la luz de tu rostro.

Tú diste alegría a mi corazón,
mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto.

En paz me acostaré y asimismo dormiré,
porque sólo tú, mi Señor, me haces vivir confiado.” Amén.

Curiosidades


El Nuevo Testamento registra varias ocasiones en las que Jesús fue invitado a cenar. La boda de Caná fue una ocasión festiva para la que se había hecho invitaciones formales, como también lo fue el caso de la parábola del rey que preparó una fiesta para las bodas de su hijo. En la ocasión en que Mateo ofreció un banquete se siguió el estilo más formal correspondiente al período grecorromano del s.I d.C. Jesús estaba reclinado a la mesa en compañía de sus discípulos, los publicanos, y otros invitados. Es probable que el comedor diera a la calle, con cortinas cerca de la entrada a fin de proteger, hasta cierto punto, a los comensales de las miradas curiosas de la gente que pasaba. Sin embargo, las costumbres de esos días permitía que la gente mirara a través de las cortinas e hiciera comentarios acerca de los que compartían la fiesta. Fue esta práctica la que impulsó a los fariseos a poner en tela de juicio el hecho de que Jesús cenara con publicanos y pecadores.
En otra ocasión, en un comedor similar, una mujer que pasaba vio a Jesús y volvió con un frasco de alabastro, del cual sacó ungüento que derramó sobre los pies de Cristo. Se interpretó su acción como el ofrecimiento del tradicional ungüento de la hospitalidad, cosa que el anfitrión había olvidado hacer en honor de su huésped. También parecería que no había colocado el recipiente con agua en el que su invitado pudiera lavarse los pies, omisión que constituía una gran falta de cortesía en esos días. La comida que Zaqueo ofreció a Jesús en Jericó probablemente se realizó con gran prodigalidad. Más modestas eran las reuniones familiares en Betania; y la cena inconclusa en Emaús el primer día de la pascua. Ocasionalmente Cristo omitió el tradicional lavado de manos antes de las comidas a fin de enseñar un importante principio espiritual.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 24:35-48

Entonces ellos contaron las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Mientras aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos y les dijo:
- ¡Paz a ustedes!
Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu. Pero él les dijo:
- ¿Por qué están desconcertados y vienen a sus corazones estos pensamientos? Miren mis manos y mis pies, que yo mismo soy. Palpen y vean, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como ven que yo tengo.
Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Pero como todavía ellos, de gozo, no lo creían y estaban maravillados, les dijo:
- ¿Tienen aquí algo de comer?
Entonces le dieron un trozo de pescado asado y un panal de miel. Él lo tomó y comió delante de ellos. Luego les dijo:
- Estas son las palabras que les hablé estando aún con ustedes: que era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos.
Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras; y les dijo:
- Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día; y que se predicara en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Ustedes son testigos de estas cosas.” Amén.


Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Ya en varias ocasiones me han sorprendido personas que se dicen cristianas y creen en la reencarnación. Esto es que nuestro espíritu, alma, pasa por diferentes cuerpos a lo largo de los tiempos. Hablan de otras vidas, vidas pasadas, vidas futuras, que también le pertenecen como algo natural y que puede convivir con la fe cristiana. Incluso me han dicho que es un desperdicio que es un desperdicio aprovechar para una sola vez la gran perfección del cuerpo y el alma, sobre todo del alma, por el poder y la energía que tiene.
Pero hay algo que no es compatible bajo ningún punto de vista con la reencarnación: es la resurrección de los muertos, teniendo a Jesús como el primero.
Al recitar el Credo Apostólico decimos: “creo en la resurrección de la carne y la vida perdurable”. Esto significa que dentro de nuestra fe incluimos la certeza de que vamos a resucitar en todo nuestro ser (incluso el cuerpo) y que nuestra vida es eterna. Una vida para siempre en un mismo cuerpo.
Es verdad que para nuestra limitación humana es imposible pensar en una vida que no se deteriora, que no envejece. Pero en varios relatos de la resurrección, como por ejemplo el que acabamos de escuchar, Jesús está dentro de un cuerpo material, concreto y la prueba está en que tiene hambre y come.
Ahora ¿qué importancia tiene la resurrección del cuerpo?
Si pensamos en cada uno de nosotros como seres únicos e irrepetibles, creados por Dios especialmente, con todo su amor y dedicación, con una armonía integral, cuerpo, alma, espíritu. Si pensamos en las palabras de Jesús cuando nos habla del mandamiento principal en donde dice: “Ama al Señor tu Dios con toda tu corazón, con toda tu alma, con toda tus fuerzas y con toda tu mente”, podemos ver la insistencia por parte de Jesús de que comprendamos que los seres humanos somos seres integrales y convivimos con nuestras dimensiones armónicamente. No podemos separar el cuerpo del alma, ni la mente del corazón, porque no estaríamos completos, nos faltaría una parte y no seríamos nosotros mismos.
Como cristianos creemos en que en la fe en Cristo vamos resucitar aunque el cuerpo se haya transformado (como pasó con Jesús, por eso no lo reconocían sus amigos en un primer momento), pero vamos a ser los mismos. La fe en la vida eterna es nuestra esperanza y nuestro consuelo a la hora del dolor, la enfermedad y la muerte. Una fe que nos sostiene y nos mantiene alegres a pesar de todas las adversidades que nos tocan atravesar. Una fe que defiende la vida integral y respeta a cada persona como un ser único creado por Dios. Amén.

Querido Jesús, hay muchas teorías y propuestas religiosas que nada tienen que ver con tus enseñanzas, pero que muchas veces me confunden y no logro responder ante las agresiones que recibo por mi fe en vos. Ayudame a ser fuerte, a permanecer esta fe que lucha por la dignidad de la vida como parte de tu creación. Ayudame a comprender que tu resurrección es el que da el sentido a mi fe y que, aunque a veces es difícil de explicar, es el mejor sostén que puedo encontrar en esta vida y este mundo que tantas veces predica la muerte. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario