viernes, 13 de abril de 2012

15 de Abril

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 25

“A ti, mi Señor, levantaré mi alma.


Dios mío, en ti confío;
no sea yo avergonzado.
¡No se alegren de mí mis enemigos!


Ciertamente, ninguno de cuantos esperan en ti será confundido;
serán avergonzados los que se rebelan sin causa.


Muéstrame, mi Señor, tus caminos;
enséñame tus sendas.


Encamíname en tu verdad y enséñame,
porque tú eres el Dios de mi salvación;
en ti he esperado todo el día.


Acuérdate, mi Señor, de tus piedades y de tus misericordias,
que son perpetuas.


De los pecados de mi juventud y de mis rebeliones no te acuerdes.
Conforme a tu misericordia acuérdate, mi Señor, de mí,
por tu bondad.


Bueno y recto es mi Señor;
por tanto, él enseñará a los pecadores el camino.


Encaminará a los humildes en la justicia
y enseñará a los mansos su carrera.


Todas las sendas de mi Señor son misericordia y verdad
para los que guardan su pacto y sus testimonios.


Por amor de tu nombre, mi Señor,
perdonarás también mi pecado, que es grande.


¿Quién es el hombre que teme a mi Señor?
Él le enseñará el camino que ha de escoger.


Gozará él de bienestar
y su descendencia heredará la tierra.


La comunión íntima de mi Señor es con los que lo temen,
y a ellos hará conocer su pacto.


Mis ojos siempre se dirigen hacia mi Señor,
porque él saca mis pies de la red.


Mírame y ten misericordia de mí,
porque estoy solo y afligido.


Las angustias de mi corazón se han aumentado;
sácame de mis congojas.


Mira mi aflicción y mi trabajo
y perdona todos mis pecados.


Mira mis enemigos, cómo se han multiplicado
y con odio violento me aborrecen.


¡Guarda mi alma y líbrame!
No sea yo avergonzado, porque en ti he confiado.


Integridad y rectitud me guarden,
porque en ti he esperado.


¡Redime, Dios, a Israel
de todas sus angustias!” Amén.

Curiosidades

¿Qué implica decir que Jesús es el Cristo?

Según el discurso del día de Pentecostés que se atribuye a Pedro la significación de la resurrección radicaba en que Dios hizo Señor y Cristo al Jesús que los judíos habían crucificado. Este texto ofrece la clave en lo tocante a la formación de los títulos cristológicos. La resurrección es el acontecimiento decisivo que llevó a los seguidores de Jesús a hacer una estimación nueva de su persona, la que les fue confirmada por el don proveniente del Jesús exaltado. Dios había vindicado la afirmación de Jesús de ser, en algún sentido, una figura “mesiánica” al haberlo resucitado de entre los muertos, con lo que corroboró la validez de dichas afirmaciones. El que había muerto bajo el letrero sarcástico que había hecho poner Pilato, “Rey de los judíos”, ahora resultaba ser rey en un sentido más profundo. Aparentemente el título de “Rey” no se usó mucho. Es verdad que el rey reemplazó al “reino” en la predicación apostólica, pero es probable que el término resultara políticamente peligroso, por lo que se restringió su uso; nótese que se utilizaba frecuentemente el título de “Señor”, que era igualmente peligroso desde el punto de vista político. Se reemplazó el término “Mesías”, sin significado alguno fuera de los círculos hebreoparlantes, no tanto por “Rey” sino por “Cristo”. De esta manera el título tendió a perder su significado original de “ungido” y a adquirir más bien el sentido de “Salvador”. Se empleó particularmente en declaraciones relativas a la muerte y resurrección de Jesús. Aunque “Cristo” tendió a convertirse cada vez más en el nombre de Jesús, en lugar de ser su título, siguió proporcionando un sentido de dignidad, de modo que casi nunca se lo utilizó con el título “Señor” solo sino más bien en la forma “Señor Jesucristo”.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

1 Juan 5:1-6

“Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró ama también al que ha sido engendrado por él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos, pues este es el amor a Dios: que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son pesados, porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?

Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Muchas veces en que con amigos o con gente de la iglesia debato por el tema de las prioridades, a veces algo fastidiada porque vemos que somos pocos para enfrentar las muchas tareas, finalmente tengo que caer en la realidad de que las prioridades van de la mano con las convicciones profundas. Esto quiere decir que aunque a veces digamos algo, esto mismo no es lo mismo que dice nuestro corazón, porque en él las prioridades son otras.

La convicción es la clave de todas nuestras actitudes y se manifiesta a través de lo que hacemos, en qué invertimos nuestro tiempo, esfuerzo y dinero. Por lo que por un lado, no hay manera de lograr que esto cambie, salvo que se produzca un cambio interno en la persona que cambie sus convicciones, y por el otro, esto mismo no nos debe ni enojar ni desalentar en aquellas cosas que planificamos dentro de la iglesia o en nuestro círculo más íntimo.

La fe en Cristo, que es una convicción, es algo personal y moviliza sólo a aquella persona que cree. Como cristianos somos llamados a proclamar el evangelio, pero de ninguna manera podemos enojarnos y debemos bajar los brazos porque haya personas que no tengan como prioridad seguir a Cristo y sus mandamientos.

La fe y la alegría van de la mano. Fe en Cristo y la alegría de saber que vino al mundo para nuestra salvación, para mostrarnos una nueva manera de vivir, al servicio del otro. Ese es nuestro testimonio y lo que a lo largo de los siglos ha permitido que más y más personas tengan como prioridad el seguimiento a Cristo.

Cuando logramos descubrir esto, la vida se alivia, no sentimos la presión de los resultados numéricos, buscamos valores diferentes a los demás, y nos alegramos haciendo el bien a los demás por convicción y no por obligación.

Nuestra fe en Cristo en principio lo debemos vivir y disfrutar, si otras personas se sienten seducidas por esta forma de vida ¡mejor! Fe y alegría, dos ingredientes necesarios para una vida en Cristo. Amén.

Querido Jesús, es raro, porque si bien me reconozco como creyente, en muchas ocasiones me siento mal o frustrada porque no logro que otras personas no sientan la fe como yo. Ayudame a no engancharme en esa actitud, ayudame a vivir mi fe sin juzgar a los demás y sus prioridades, ayudame a vivir mi fe libremente, disfrutándola. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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