viernes, 10 de febrero de 2012

12 de Febrero

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 147

“Alaben a mi Señor,
porque es bueno cantar salmos a nuestro Dios,
porque suave y hermosa es la alabanza.


Mi Señor edifica a Jerusalén;

a los desterrados de Israel recogerá.


Él sana a los quebrantados de corazón

y venda sus heridas.


Él cuenta el número de las estrellas;

a todas ellas llama por sus nombres.


Grande es el Señor nuestro y mucho su poder,

y su entendimiento es infinito.


Mi Señor exalta a los humildes

y humilla a los impíos hasta la tierra.


Canten a mi Señor con alabanza,

canten con arpa a nuestro Dios.


Él es quien cubre de nubes los cielos,

el que prepara la lluvia para la tierra,

el que hace a los montes producir hierba.


Él da a la bestia su mantenimiento

y a los hijos de los cuervos que claman.


No se deleita en la fuerza del caballo

ni se complace en la agilidad del hombre.


Se complace mi Señor en los que lo temen

y en los que esperan en su misericordia.


¡Alaba a mi Señor, Jerusalén;

Sión, alaba a tu Dios!,


porque fortificó los cerrojos de tus puertas;

bendijo a tus hijos dentro de ti.


Él da en tus territorios la paz;

te hará saciar con lo mejor del trigo.


Él envía su palabra a la tierra;

velozmente corre su palabra.


Da la nieve como lana

y derrama la escarcha como ceniza.


Echa su hielo como pedazos;

ante su frío, ¿quién resistirá?


Enviará su palabra y los derretirá;

soplará su viento y fluirán las aguas.


Ha manifestado sus palabras a Jacob,

sus estatutos y sus juicios a Israel.


No ha hecho así con ninguna otra de las naciones;

y en cuanto a sus juicios, no los conocieron.

¡Aleluya!Amén.

Curiosidades

¿Cómo funcionaban las sinagogas?

La sinagoga servía al triple propósito de ofrecer educación, culto y gobierno de la vida civil de la comunidad. Aunque estaba sujeta a la ley del país, la sinagoga tenía su propio gobierno. La congregación estaba bajo el gobierno de ancianos que estaban autorizados a ejercer disciplina y castigar a los miembros. Para el castigo se empleaba el azote y la excomunión. El principal de la sinagoga era el que ejercía su gobierno. Supervisaba el servicio para controlar que se realizara de acuerdo con la tradición. El ministro o ayudante presentaba los rollos de las Escrituras para ser leídos, los colocaba de nuevo en el arca, azotaba a los miembros que hubieran cometido una ofensa, y enseñaba a leer a los niños. El encargado de los fondos de caridad los recibía de la sinagoga y los distribuía. Finalmente, se necesitaba un intérprete competente para parafrasear la Ley y los Profetas en la lengua vernácula, o sea el arameo.

Los que reunían las condiciones podían dirigir el culto. El sábado era el día establecido para el culto público. La Misná indica que el culto se dividía en cinco partes. Primero se leía el Shemá. Luego se recitaban oraciones preparadas por la sinagoga, de las más antiguas y conocidas son las dieciocho peticiones y bendiciones.

A ellas seguía la lectura de la Ley. El Pentateuco, que actualmente se lee en las sinagogas en ciclos anuales, originalmente se cubría en tres años. A la lectura de la primera porción del canon del AT seguía una selección de los Profetas. En la época de Cristo todavía no se había fijado esta porción, sino que el lector podía elegir su propio pasaje. La lectura de la Escritura constituía la parte central del culto. Se explicaba la Proción de los Profetas y se hacía una exhortación tomándola como base. La bendición concluía el servicio. Adiciones posteriores fueron la traducción y exposición del pasaje de la Escritura que se había leído. Era necesario contar con diez hombres adultos para llevar a cabo el culto público en la sinagoga.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Marcos 1:29-39

“Al salir de la sinagoga, fueron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan. La suegra de Simón estaba acostada con fiebre, y en seguida le hablaron de ella. Entonces él se acercó, la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente se le pasó la fiebre y los servía.

Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, lo llevaron a todos los enfermos y endemoniados. Toda la ciudad se agolpó a la puerta. Y sanó a muchos que padecían de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque lo conocían.

Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.

Lo buscó Simón y los que con él estaban, y hallándolo, le dijeron:

- Todos te buscan.

Él les dijo:

- Vamos a los lugares vecinos para que predique también allí, porque para esto he venido.

Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Tomarse un tiempo para meditar… para reflexionar… para conectarse con uno mismo, para conectarse con Dios… una necesidad y una obligación.

Frecuentemente observo a la gente agotada, agobiada, desbordada por el trajín diario, por la locura que a todos nos arrastra y que parece que no podemos frenar.

Hemos perdido el control de nuestras vidas, las exigencias y “ya mismo” nos afectan hasta la salud. El teléfono, el celular, internet, mails, facebook, twiter, información más información… no damos más. Es necesario apartarse de todo eso para encontrarnos con nosotros mismos, con lo más íntimo, con nuestro ser, nuestra alma, nuestro corazón.

No es fácil, porque tenemos que lograr administrar nuestro tiempo, y eso nos cuesta. Respondemos a lo urgente por encima de lo importante… pero ¿qué es lo urgente y qué es lo importante?

¿Será realmente tan urgente lo que se dice urgente o puede esperar?

Si pensamos en la vida y lo que vale la pena de ella, nos vamos a dar cuenta de que lo que nos nutre y nos fortalece son los momentos íntimos, aquellos simples que podemos pasar en una plaza, un jardín, una plaza o una noche estrellada, solos o acompañados sintiendo nuestro latido y el del mundo que nos rodea.

Debemos rescatar los momentos íntimos, los del silencio, los de la mente en blanco dejándonos invadir por las sensaciones. No estoy hablando ni de yoga, ni de pilates, ni de un spa, estoy hablando de vos, en el lugar de tu casa que más te guste, a la hora del silencio, de la tranquilidad, conectándote con vos mismo, con Dios.

Es la única forma de seguir adelante, no enfermarse ni enloquecerse. Es algo que tenés que buscar diariamente, no esperar a las vacaciones. Tratar de frenar y dejar que las cosas esperen y encontrar vos tu ritmo y no que las “urgencias” te lo marquen. ¿Por qué digo esto? Porque estoy hablando de 15 min. Que no va a hacer la diferencia en tus obligaciones, pero sí en vos.

Comenzar el día o terminarlo con un momento de silencio, de meditación… una buena receta para conservar la salud y la cordura. No tiene ningún costo, sólo vos lo decidís, nada imposible.

Jesús mismo también lo hizo, se fue muy de mañana al desierto a orar… pero no hace falta el desierto, sólo un espacio tranquilo e íntimo. Vos busca el tuyo, te va a hacer bien. Amén.

Querido Jesús, a veces no puedo parar, ando como enloquecida corriendo atrás del reloj y mis obligaciones, llego a la noche fundida y me olvidé de mí misma y de mis afectos. No me dediqué un tiempo ni a mí, ni a mis hijos, ni a mi amor, ni a mis padres, mi familia… y me siento vacía y desbordada. Enseñame cómo hacer para buscar mi momento, ése que me relaje y me dé fuerzas para seguir adelante. Ése que me ayude a no deshumanizarme, sino a sentirme viva. Te lo pido a vos, que en medio de tanta exigencia te tomaste el tiempo para salir muy temprano a la soledad y el silencio, que junto con el Padre y el Espíritu Santo reinas por toda la eternidad. Amén.

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