viernes, 8 de julio de 2011

10 de Julio

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:


Salmo 65


“Silencio habrá delante de Ti, y alabanza en Sion, oh Dios.
A Ti se cumplirá el voto.
¡Oh Tú, que escuchas la oración!

Hasta Ti viene todo ser humano.
Las iniquidades prevalecen contra mí,
pero nuestras transgresiones Tú las perdonas.

Cuán bienaventurado es aquel que Tú escoges, y acercas a Ti,
para que more en Tus atrios.
Seremos saciados con el bien de Tu casa,
Tu santo templo.


Con grandes prodigios nos respondes en justicia,
Oh Dios de nuestra salvación,
Tú eres la confianza de todos los términos de la tierra

y del más lejano mar;

El que afirma los montes con Su poder,
ceñido de potencia;
El que calma el rugido de los mares,
el estruendo de las olas,
y el tumulto de los pueblos.
Por eso los que habitan en los confines de la tierra temen Tus obras,
Tú haces cantar de júbilo a la aurora y al ocaso.

Tú visitas la tierra y la riegas en abundancia,
en gran manera la enriqueces.
El río de Dios rebosa de agua;
Tú les preparas su grano,


porque así preparas la tierra.
Riegas sus surcos abundantemente,
allanas sus camellones,
la ablandas con lluvias,
bendices sus renuevos.
Tú has coronado el año con Tus bienes,
y Tus huellas destilan grasa.
Destilan los pastos del desierto,
y los cerros se adornan de alegría.
Las praderas se visten de rebaños,
y los valles se cubren de grano;
dan voces de júbilo, sí, cantan.”
Amén.


Curiosidades


¿Cómo se trabajaba la tierra en los tiempos de Jesús?


La mayoría de los agricultores de Palestina dependían de la lluvia. La sequía de un verano de seis meses terminaba con las “lluvias tempranas”, y tan pronto como se podía cultivar la tierra endurecida por el sol, se arrojaba la semilla y se araba la tierra para cubrirla. A veces también se araba la tierra antes de la siembra. Las copiosas lluvias invernales proporcionaban a los cultivos la mayor parte de su humedad, aunque se necesitaban las “lluvias tardías” para completar el crecimiento del grano.

Después de la invención de la hoz, que consistía en dientes de pedernal colocados en un mango de hueso o madera, la mejora siguiente consistió en el arado. El mejor árbol para la fabricación de arados de madera era el roble. El labrador más pobre nunca lograba poseer rejas de arado de metal. El arado de madera que se podía manejar con una cola mano tenía la virtud de ser muy ligero, y como los campos a menudo eran pedregosos, resultaba fácil alzarlo para pasar por encima de las piedras grandes.

Para marcar los límites entre los distintos campos de cereales se utilizaban piedras grandes, y no se usaban cercas. El arado que se manejaba con una sola mano dejaba libre la otra para aguijonear a los bueyes.

Para segar el cultivo se sostenía el grano con la mano y luego se lo cortaba con una hoz tomada con la otra. Los manojos se juntaban en gavillas, la que, a su vez, se cargaban en burros o camellos para llevarlas a la era. Detrás de los cosechadores iban los espigadores, y finalmente se admitía los animales para que aprovecharan el rastrojo, en el siguiente orden: ovejas, cabras y camellos.

Las eras se ubicaban cerca de la aldea en un sitio donde los vientos ayudaran al aventamiento. Las gavillas se desparramaban en el piso hasta unos 30 cm. de altura y en los bordes se colocaban piedras protectoras. Luego se obligaba a los animales a girar por la era para pisar las gavillas hasta que el grano se separaba de las espigas. El grano se aventaba arrojándolo al aire con palas de madera o aventadores. El grano se pasaba por una criba para eliminar todas las partículas extrañas antes de embolsarlo para uso humano. La paja se usaba para ser usada como alimento para animales.


Evangelio


Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:


Mateo 13:1-23


Ese mismo día salió Jesús de la casa y se sentó a la orilla del mar. Y se congregaron junto a él grandes multitudes, por lo que subió a una barca y se sentó; y toda la multitud estaba de pie en la playa. Y les habló muchas cosas en parábolas, diciendo:

“El sembrador salió a sembrar; y al sembrar, parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en pedregales donde no tenía mucha tierra; y enseguida brotó porque no tenía profundidad de tierra; pero cuando salió el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron. Y otra parte cayó en tierra buena y dio fruto, algunas semillas a ciento por uno, otras a sesenta y otras a treinta. El que tiene oídos, que oiga.”

Y acercándose los discípulos, dijeron a Jesús: “¿Por qué les hablas en parábolas?” Jesús les respondió: “Porque a ustedes se les ha concedido conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no se les ha concedido. Porque a cualquiera que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia; pero a cualquiera que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden.

Y en ellos se cumple la profecía de Isaías que dice:

‘Al oír, ustedes oirán, pero no entenderán;
y viendo verán, pero no percibirán;
porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible,
y con dificultad oyen con sus oídos;
y han cerrado sus ojos;
de otro modo, verían con los ojos,
oirían con los oídos,
y entenderían con el corazón,
y se convertirían,
y yo los sanaría.’

Pero dichosos los ojos de ustedes, porque ven, y sus oídos, porque oyen. Porque en verdad les digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.

“Ustedes, pues, escuchen la parábola del sembrador. A todo el que oye la palabra del reino y no la entiende, el maligno viene y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es aquél en quien se sembró la semilla junto al camino. Y aquél en quien se sembró la semilla en pedregales, éste es el que oye la palabra y enseguida la recibe con gozo; pero no tiene raíz profunda en sí mismo, sino que sólo es temporal, y cuando por causa de la palabra viene la aflicción o la persecución, enseguida se aparta de ella. Y aquél en quien se sembró la semilla entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero las preocupaciones del mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se queda sin fruto. Pero aquél en quien se sembró la semilla en tierra buena, éste es el que oye la palabra y la entiende; éste sí da fruto y produce, uno a ciento, otro a sesenta y otro a treinta por uno.” Amén.


Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:


Es un privilegio tener fe en Jesucristo. Creer y sentir que no estoy sola, que Él siempre me acompaña y me abraza cuando estoy triste o angustiada. Confiar que me levanta cuando me caigo y me sostiene cuando creo que ya no tengo fuerzas para nada. Estar segura que a través de Él puedo conseguir la calma y la paz en medio del caos y que nunca me va a falta lo que necesito para mi sustento porque Él está atento a mis necesidades.

Si, es un privilegio. Un privilegio que muchas veces callo y que no sé cómo transmitirlo, porque sé que no lo vivo porque me lo gané, sino porque Jesús así lo quiso, me eligió, pero que no soy la única beneficiada y que no hay límites ni cupo.

Vos también podés ser un privilegiado, sólo tenés que dejarte llevar por sus palabras, su promesa y aferrarte a Él. Tal vez tengas que enfrentar la burla de aquellas personas que no lo conocen todavía y que les parece una pavada esto de la fe, esto de la religión. Pero te digo que a mí más de una vez me ha ayudado, me ha servido para salir adelante, para levantarme, para encontrarle el sentido a la vida y al sufrimiento.

Si, vale la pena mi fe en Jesús, no lo cambio por nada y estoy convencida de que a vos te puede ayudar, te puede sacar del pozo, te puede aliviar, te puede ayudar a que vuelvas a vivir, a sonreír.

Cada día Jesús va sembrando, permitile que la semilla que cae en tu tierra crezca y fructifique. Va a ser una nueva vida para vos y para las personas que te rodean. Aceptalo en tu corazón. Amén.


Querido Jesús, gracias porque me has elegido. Gracias por este privilegio de la fe, porque me has ayudado tantas veces que ya no recuerdo cuántas son. Gracias por estar conmigo siempre: en las alegrías y tristezas. Sos mi amigo. Te lo agradezco en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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