viernes, 25 de junio de 2010

27 de Junio

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 16

“Guárdame, oh Dios, en ti está mi refugio.
Yo digo a mi Señor: ‘Tú eres mi Señor.
mi bien, nada hay fuera de ti’;
ellos, en cambio, a los santos que hay en la tierra:
‘¡Magníficos, todo mi gozo en ellos!’.

Sus ídolos abundan, tras ellos van corriendo.
Mas yo jamás derramaré sus libámenes de sangre,
jamás tomaré sus nombres en mis labios.

Mi Señor, la parte de mi herencia y de mi copa,
tú mi suerte aseguras;
la cuerda me asigna un espacio de delicias,
mi heredad es preciosa para mí.

Bendigo a mi Señor que me aconseja;
aun de noche mi conciencia me instruye;
pongo a mi Señor ante mí sin cesar;
porque él está a mi diestra, no titubeo.

Por eso se me alegra el corazón, mis entrañas retozan,
y hasta mi carne en seguro descansa;
pues no has de abandonar mi alma al seol,
ni dejarás a tu amigo ver la fosa.
Me enseñarás el camino de la vida,
hartura de goces, delante de tu rostro,
a tu derecha, delicias para siempre.” Amén.
Curiosidades

¿Cómo se trabajaba la tierra en los tiempos de Jesús?

El labrador más pobre nunca lograba poseer rejas de arado de metal. El mejor árbol que se podía utilizar para la fabricación de arados era el roble.
El arado de madera que se podía manejar con una sola mano tenía la virtud de ser muy ligero, y como los campos a menudo eran pedregosos resultaba fácil alzarlo y pasar por encima de las piedras grandes. En tierras llanas, como la región de Basán, se apilaban las piedras en los campos, pero en las laderas de las montañas se las utilizaba para construir terraplenes que evitaran la pérdida de tierra fértil y conservaran la humedad. Para marcar los límites entre distintos campos de cereales se utilizaban piedras grandes, y no se usaban cercas. El arado que se manejaba con una sola mano dejaba libre la otra para aguijonear a los bueyes.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 9:51-62

“Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no lo recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: ‘Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?’ Pero volviéndose, los reprendió; y se fueron a otro pueblo.
Mientras iban caminando, uno le dijo: ‘Te seguiré adondequiera que vayas.’ Jesús le dijo: ‘Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.’
A otro dijo: ‘Sígueme.’ El respondió: ‘Déjame ir primero a enterrar a mi padre.’ Le respondió: ‘Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.’
También otro le dijo: ‘Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa.’ Le dijo Jesús: ‘Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.’” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Hay cosas que requieren toda nuestra atención y de no hacerlo corremos el riesgo de hacer cualquier cosa.
Jesús pone aquí el ejemplo de manejar un arado en los tiempos en donde la persona caminaba detrás de la herramienta generalmente tirada por bueyes. Pero creo que lo podemos comparar con conducir algún vehículo.
Quien conduce un vehículo debe tener como principio la atención de esa acción. La charla, las discusiones y demás cosas que puede compartir dentro del vehículo no deben interferir en su conducción. El riesgo que se corre es mucho, y sobre todo si la velocidad en la que se conduce supera los 100 km/h.
De hecho a diario somos testigos y a veces víctimas de accidentes tanto en la ciudad como en las rutas, justamente debido a la imprudencia de los conductores.
Uno de los grandes causantes son los celulares que son utilizados por quienes conducen los vehículos. ¿Cuántas veces has visto a alguien que conduce mientras que está hablando por celular? ¿Sos uno de ellos?
Hay cosas que se pueden hacer al mismo tiempo, pero no conducir. Ahí necesitamos de todos nuestros sentidos y toda nuestra atención.
Lo mismo sucede al seguir a Cristo. No se puede seguir sus pasos mientras que uno se distrae con otras cosas que seguramente lo alejará del camino. De la misma forma que si estamos manejando un auto no podemos estar mirando otras cosas o haciendo otras cosas que demanden nuestra atención, ya que corremos el riesgo de un accidente.
Si queremos ser seguidores de Cristo no nos debemos dejar distraer por las cosas que nos pueden alejar de su camino. A veces nos perdemos en discusiones inútiles o “legalidades” bíblicas que nos hacen perder el rumbo y alejarnos del mandato del amor. A veces nos preocupamos demasiado en definir quienes son los que están “aptos” para formar parte del Reino de Dios, y en medio de todos esos juicios humanos perdemos la perspectiva y nos olvidamos que Jesús vino a salvar el mundo del que todos formamos parte. Nos olvidamos que Jesús no discriminó entre las personas, sino que no aceptó a aquellos que estaban llenos de sí mismos y no estaban dispuestos a abandonarse en la fe, confiando sólo en él.
Ahora te pregunto a vos, que estás escuchando ahora, ¿tenés miedo a dejar tus cosas por seguir a Jesús, dejar tu vida, tus comodidades? ¿Querés seguirlo pero al mismo tiempo ocuparte de cosas que te absorben la atención al punto de que peligre tu fe y tu seguimiento?
No se puede conducir sin mirar el camino, sin estar atento a lo que está pasando alrededor para reaccionar y frenar a tiempo. No se puede seguir a Jesús y al mismo tiempo seguir egoísta, mezquino, renoroso y falto de amor. Amén.

Querido Jesús: Ayudame a tomar el arado sin mirar atrás. Ayudame a seguirte incondicionalmente, aunque es verdad, que algunas cosas a veces me distraen y buscan sacarme del camino. Sé que sólo vos me podés ayudar y que es posible. Lo sé porque conozco personas que dan testimonio de que se puede, que es posible vivir la fe con coherencia y constancia, renunciando a lo que pueda significar un peligro. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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