jueves, 3 de septiembre de 2009

Domingo 6 de septiembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 146

¡Aleluya!

¡Alaba a Yahveh, alma mía!
A Yahveh, mientras viva, he de alabar,
mientras exista salmodiaré para mi Dios.

No pongan su confianza en príncipes,
en hijo de hombre, que no puede salvar;
su soplo exhala, a su barro retorna,
y en ese día sus proyectos fenecen.

Feliz de aquel que en el Dios de Jacob tiene su apoyo,
y su esperanza en Yahveh su Dios,
que hizo los cielos y la tierra,
el mar y cuanto en ellos hay;

que guarda por siempre lealtad,
hace justicia a los oprimidos,
da el pan a los hambrientos,
Yahveh suelta a los encadenados.

Yahveh abre los ojos a los ciegos,
Yahveh a los encorvados endereza,
Yahveh protege al forastero,
a la viuda y al huérfano sostiene.

Ama Yahveh a los justos,
mas el camino de los impíos tuerce;
Yahveh reina para siempre,
tu Dios, Sión, de edad en edad.” Amén.

Curiosidades

¿Qué era la Decápolis?

La Decápolis era un extenso territorio al sur del Mar de Galilea, mayormente al E. del río Jordán, pero incluyendo Bet-seán al O. Hubo habitantes de la Decápolis entre los que se unieron a las grandes multitudes que siguieron a Cristo (Mt.4:25; Mc.5:1). La presencia de tantos cerdos sugiere que la población era predominantemente gentil, la que, al sufrir pérdidas económicas a raíz del milagro, rogó a Cristo que se alejara del lugar, a pesar del testimonio del endemoniado. Cristo volvió a visitar la Decápolis cuando hizo un rodeo inusual por la zona de Hipo, en un viaje desde Sidón hasta la ribera de Galilea (Mc.7:31). La iglesia judía se refugió en Pela antes de la guerra del año 70 d.C.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Marcos 7:31-37

“Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: ‘Effatá’, que quiere decir: ‘¡Ábrete!’ Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían: ‘Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos’.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

No poder oír o no poder hablar debe ser muy difícil. Sobre todo para aquellos que disfrutamos de la música, del canto de los pájaros, de los sonidos de la naturaleza, o de los que nos gusta expresarnos a través de las palabras, los que somos charlatanes. Pero carecer de estos sentidos no nos hace más o menos personas, no se pierde la integridad por no tener todas las capacidades. Ser una persona digna y respetable no pasa por ahí.
Pero existe otra sordera, la de aquellos que no quieren escuchar o que no pueden hacerlo por vivir en una situación tan difícil que prefieren negarla. Existe otra mudez, aquella que provoca el miedo, la violencia, el no ser escuchado. No hablar, no porque no se tenga la capacidad física, sino porque el entorno nos ata la lengua, es mucho más grave. Vivir sometidos a un régimen que no permite críticas ni opiniones, amenazando a quien lo haga, es mucho más grave.
En el relato de hoy Jesús sana a un sordomudo de nacimiento, le destapa los oídos y le destraba la lengua de una manera casi violenta, bastante impresionante, de una forma muy gráfica.
Pero esta no es la sordera que vino a sanar, ni la mudez que vino a curar. Jesús quiere que tengamos los oídos abiertos a quienes necesitan ser escuchados y la lengua dispuesta a decir y hasta gritar aquello que es necesario, a denunciar toda injusticia, todo acto que vaya en contra de su ley, de la ley del amor al prójimo.
En este sentido, ¿cómo estás vos? ¿escuchás al que clama por tu ayuda, por tu tiempo? ¿prestás oídos a aquella persona que necesita ser escuchada?
¿Cómo está tu lengua? ¿atada por el temor, por tu falta de voluntad, porque pensás que no vale de nada hablar, decir la verdad, denunciar a quien está haciendo daño?
Si, es verdad, escuchar, hablar, significa también comprometerse con la situación, el hacerse carne con quien sufre, con quien necesita aquí y ahora.
Es hora de que te dejes destapar los oídos, soltar tu lengua, y te animes a seguir a Jesús con todos tus sentidos. Vale la pena y se gana mucho más de lo que se pierde. Porque cuando Jesús actúa, y lo hace a través de nosotros, no hay manera de ocultar su poder. Amén.

Querido Jesús, a veces me hago la sorda, la que no te escucho, pero es imposible ignorarte. Me pedís que suelte mi lengua, que hable como vos, con palabras de verdad, y lo voy a hacer. Pero necesito tu ayuda y tu poder, sólo así voy a tener el valor y las fuerzas que necesito para ser la voz de aquellos que no pueden hablar, la voz de aquellos que me hablan al corazón y me suplican que los ayude. Todo esto te lo pido a vos, mi Señor, que vivís junto al Dios Padre y al Espíritu Santo, por toda la eternidad. Amén.

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